En el resumen que Pablo nos da del evangelio en 1Cor. 15:3-4, vemos claramente que este mensaje gira en torno a la Persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”.
Si pudiera probarse que alguno de esos hechos históricos en realidad no ocurrió, el evangelio perdería por completo su razón de ser. Por supuesto, eso no es lo que normalmente escuchamos en el mundo pluralista en el que nos ha tocado vivir y ministrar. Muchos parecen pensar que lo importante de una religión es la forma como te ayuda a ser una mejor persona:
“Si el cristianismo ha hecho de ti un mejor ser humano, menos egoísta y más entregado a los demás, entonces no importa si Cristo fue un personaje real o una leyenda. Lo importante es el efecto positivo que esa creencia ha producido en ti”. ¡De ninguna manera! Si Cristo fuese una leyenda, o cualquiera de los eventos asociados con Él en el evangelio en realidad no ocurrió, entonces el cristianismo no tendría ningún valor.
Imagínense lo que hubiese ocurrido si Filípides hubiese dicho a los atenienses: “He venido a traerles un mensaje de paz y seguridad. No importa si nuestro ejército venció o fue derrotado en la batalla de Maratón; lo importante es que cada uno de Uds. disponga su ser interior a pensar positivo y ser una mejor persona”. ¡Eso no hubiese tenido ningún sentido! El destino de los atenienses estaba íntimamente relacionado con el resultado de esa batalla. Si los persas hubieran resultados vencedores, la historia de Atenas habría cambiado por completo.
Y lo mismo ocurre con el evangelio. La buena noticia que el evangelio proclama depende enteramente de esos hechos históricos que el evangelio anuncia en relación a la persona y la obra de nuestro Señor Jesucristo (comp. 1Cor. 15:13-19).
Por otra parte, Pablo nos dice aquí que esos hechos históricos que el evangelio anuncia acerca de Cristo giran en torno al problema del pecado (vers. 3). Lo que hace del evangelio la noticia más importante y trascendental que un ser humano haya escuchado jamás, es que tiene que ver con el más serio de los problemas que la raza humana haya tenido que enfrentar jamás: el problema de nuestro pecado y de nuestra rebeldía contra Dios, como veremos más ampliamente en nuestro próximo mensaje.
Es por eso que si queremos ser eficaces en la proclamación del evangelio, nuestro punto de partida no puede ser el amor de Dios, sino Su justicia. Ese es el punto de partida de Pablo en los primeros tres capítulos de su carta a los Romanos (comp. Rom. 1:16-17, 18; 2:3-11; 3:9-10).
Y ¿cómo sabemos que esa noticia es veraz? Pablo menciona dos pruebas contundentes en los versículos 3 y 4: las Sagradas Escrituras y la resurrección de Cristo (vers. 3 y 4).
Si yo decidiera inventarme una religión, simplemente tendría que escribir un libro que diga cosas fantásticas acerca de mí, decir que ese libro es una revelación de Dios, y luego buscarme a un grupo de adeptos que me crea. Pero el caso del cristianismo es totalmente distinto. El cristianismo descansa en un libro llamado “La Biblia”, que es en realidad un conjunto de 66 libros, escritos por más de 40 autores distintos, en un lapso de tiempo de más de 1,500 años, y que de principio a fin centra su atención en la persona de ese Mesías que habría de redimir al hombre de sus pecados.
Por eso Cristo dijo en cierta ocasión a los líderes religiosos de Su tiempo, en Jn. 5:39: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ella tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”. Todos los profetas anunciaron con lujos de detalles, no sólo las circunstancias de Su vida, sino también las circunstancias y significado de Su muerte. “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”, dice Pablo. Eso es lo que la Biblia estuvo anunciando por cientos de años, mucho tiempo antes del nacimiento de Cristo (comp. Is. 53:4-9).
Pero no solamente tenemos la Biblia en nuestras manos, sino también el poderoso testimonio de una tumba vacía. Cristo no sólo “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”, sino que también “fue sepultado, y… resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Y Pablo menciona una lista de testigos oculares, muchos de los cuales estuvieron dispuestos a dar sus vidas para defender la verdad de que habían visto a Cristo resucitado, incluyendo al mismo Pablo (comp. vers. 5-9).
Así que lo que hace veraz el evangelio no es el hecho de que un grupo de personas clame ser ahora más feliz, o tener una vida más plena de la que tenían antes de conocer a Cristo. Las personas que practican yoga dicen experimentar lo mismo a través de la meditación trascendental.
La veracidad del evangelio descansa en los hechos históricos que ocurrieron en Jerusalén durante el reinado de Tiberio Cesar: El Mesías anunciado por los profetas del Antiguo Testamento, fue crucificado en una cruz como un criminal para pagar por los pecados de Su pueblo, y al tercer día resucitó de los muertos, mostrando así que la obra de redención había sido consumada.
Y ese mensaje es el instrumento poderoso que usa Dios para la salvación de los pecadores y la santificación de los creyentes (comp. vers. 1-2). Pero eso lo veremos en la próxima entrada, si el Señor lo permite.
Apreciamos en gran manera los comentarios que enriquecen las entradas de este blog.
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.