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¿Congregarse en Navidad o no congregarse? He ahí El dilema

Es una costumbre generalizada que las familias se reúnan en víspera de la Navidad. Eso quiere decir que este 24 de Diciembre, previo al día del Señor, muchos tendrán la oportunidad de compartir con sus seres queridos. Este es, por tanto, un buen momento para traer algunas reflexiones al respecto.

La razón de estas fiestas es el nacimiento del Hijo de Dios que, por el puro afecto de su voluntad, decidió tomar forma humana para poder vivir perfectamente, y morir en nuestro lugar la muerte que todos merecemos por causa de nuestros pecados. Él, por Su gran amor con que nos amó desde la eternidad, decidió hacer un glorioso intercambio. Nosotros le damos nuestros pecados y Él nos viste con su justicia perfecta. ¡Esto es algo digno de ser celebrado! Pero no como el mundo lo celebra.

Muchos criticamos el hecho de que estas fiestas se hayan convertido en un derroche de sensualidad y consumismo, pero lo cierto es que si nos descuidamos terminaremos siendo arrastrados por la corriente. Y aún es posible que algunos estén tan indispuestos el día 25 que no puedan compartir el día del Señor en Su iglesia.

Celebrar la Navidad no es un mandato, aunque es una buena ocasión para dar gracias en familia a nuestro Dios por haber enviado a Su Hijo. Lo que sí se ordena al pueblo de Dios en las Escrituras es que nos congreguemos en Su día a alabarle, a darle gracias, meditar, arrepentirnos, ofrendar y escuchar Su Palabra. Allí Él ha prometido estar en su presencia especial, edificando nuestras almas por medio de la predicación y las alabanzas.

Para los cristianos es un deleite congregarnos en la casa del Señor, a menos que una causa de fuerza mayor nos lo impida. “Anhela mi alma y aún ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo… Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán” (Sal 84:2, 4). Ningún gozo es comparable a la comunión con Dios y los hermanos, todos juntos recordando el gran sacrificio de amor que hizo nuestro Señor Jesucristo en la cruz y la esperanza de Su pronta venida.

Preparemos nuestros corazones ante tan gloriosa perspectiva, hagamos preparativos, planifiquemos la hora de acostarnos, para que nada nos impida estar el domingo en nuestra casa de oración, en una correcta disposición de corazón, listos para recibir la bendición del Señor y alabarle de todo corazón.

Gloria de Michelén

 

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