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Definición

Dios se reveló con el fin de que los humanos comprendan su posición judicial y para que sepan cómo se establece y mantiene una relación salvadora con Él. Aunque Dios puede revelarse de muchas formas, eligió abordar nuestra relación con Él en las Escrituras. Esta es la información que los humanos necesitan desesperadamente, pero que no pueden encontrar en ningún otro lugar. Por lo tanto, dado el universo moral que Dios creó —con sus reglas para una relación adecuada con Él— fue y es necesario que Dios nos diera las Escrituras.

Sumario

Uno de los atributos de la Biblia que los teólogos han identificado es la necesidad de las Escrituras. Mediante la revelación natural podemos conocer la existencia de Dios y algunos de sus atributos. Sin embargo, solo por medio de esta revelación no podemos saber con certeza cuál es nuestra posición legal ante Dios. Aunque Dios podría habernos revelado eso por medio de alguna otra forma de revelación especial, lo ha hecho de la manera más clara y exhaustiva posible a través de las Escrituras. Sin ellas solo sabríamos  unas cuantas cosas sobre Dios y podríamos sospechar que hemos infringido las reglas morales y, como resultado, recibir el castigo debido. Pero en las Escrituras tenemos confirmación de estas cosas y tenemos revelado el plan de salvación de Dios. Ninguna otra forma de revelación da a toda la humanidad, de manera duradera, la respuesta de Dios al gran problema del ser humano.

Los teólogos protestantes han identificado cuatro atributos que posee la Escritura. Estos son: la claridad, la suficiencia, la autoridad y la necesidad de las Escrituras. Se entiende por «necesidad» de las Escrituras que los seres humanos deben entender adecuadamente su condición y aprender sobre la solución de Dios para su condición desesperada. Mientras que Dios pudo optar por aparecer a cada persona de manera individual y divulgar esta información, en su lugar nos dio las Escrituras.

La situación humana

Para comprender este punto, debemos entender la situación humana. Dios creó todas las cosas, incluida la humanidad. A través de su creación del universo natural y de todo lo que hay en él, es posible para los humanos razonar que Dios existe y que es el ser supremo con diversos atributos divinos como conocimiento, poder y amor. Como resultado, nadie puede excusarse diciendo que hubiera adorado y obedecido a Dios si tan solo hubieran sabido que existe y lo que Él requiere. El apóstol Pablo afirma que desde el mundo natural, incluidas la mente y sensibilidad moral de los humanos, se sabe que hay un Dios y se tiene alguna idea de lo que Él requiere (Ro 1:19-20; 2:12-15).

Pero todos los seres humanos son finitos en intelecto. Antes de caer en pecado, Adán y Eva no lo sabían todo, ni podían saberlo porque sus mentes son finitas. Aun si nunca hubieran pecado, solo a la luz de la razón aplicada al mundo natural que los rodea, habrían tenido un entendimiento limitado de Dios y de la relación de los humanos con Él. La humanidad tampoco sabría mucho, si acaso, sobre los planes de Dios para el futuro, incluyendo lo que le pasaría después de vivir en cuerpos naturales. De hecho, no sabrían cuánto tiempo podrían vivir, ni sabrían por experiencia qué significa envejecer y morir en su cuerpo físico. Algunos pueden responder que sin pecado no habrían necesitado saber esas cosas. Es cierto, pero eso aún no les informaría sobre qué les pasaría a sus mentes y cuerpos físicos a medida que pasara el tiempo.

Lamentablemente, la raza humana cayó en pecado. A partir de la revelación natural, los humanos pueden entender que han violado la ley de Dios y son dignos de castigo. Pero la revelación natural no revela el castigo por su ofensa. Tampoco pueden saber si existe un remedio para su situación y, de haberlo, no sabrían cuál es. Por lo tanto, tal vez deseen tener una relación con el Dios que sienten que existe, aunque solo sea para evitar el castigo por desobedecerlo, pero desde la revelación natural no tienen idea de lo que debe hacerse para satisfacerlo. Aún más, no saben si deben hacer algo, si Dios debe hacer algo o si ambos deben hacer algo para establecer y mantener una relación positiva entre sí. Sin esta información, la condición humana es totalmente desesperanzadora. Los seres humanos dependen de una relación positiva con Dios, pero sin la revelación divina, nadie puede saber con certeza que así es. Tampoco, si es así, pueden conocer el remedio para su situación.

La provisión de una revelación especial

Entonces, ¿cómo pueden los humanos aprender lo que necesitan saber tan desesperadamente? Si quieren conocer la verdad sobre su relación con Dios, incluida la forma de establecerla y sostenerla, alguna forma de revelación especial se les debe dar a conocer. Sin embargo, la mayoría de las formas de revelación especial tampoco responden a estas preguntas. Los milagros llaman nuestra atención, pero no pueden aclarar siempre si Dios es el hacedor del milagro o no, y no abordan las otras preguntas más fundamentales sobre la condición humana. Otros actos divinos que no incluyen milagros pueden dar evidencia de la intervención de Dios en los asuntos humanos, pero esas acciones no responden a preguntas sobre la necesidad de los humanos de tener una relación correcta con Dios. Jesús es la forma más alta de revelación de Dios, pero no vivimos cuando estaba en la tierra como para poder hacerle estas preguntas. Jesús predicó a muchas personas, pero los que lo escucharon han muerto, y la mayoría lo hizo sin registrar una palabra de lo que dijo sobre ningún tema, y mucho menos sobre este.

Parece claro que si nadie hubiese registrado por escrito lo que Jesús dijo e hizo y lo que Dios dijo e hizo a su pueblo del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, nos quedaría solamente adivinar lo que Dios requiere de nosotros en cualquier área de la vida, especialmente con lo que requiere para que tengamos una relación adecuada con Él. Por lo tanto, registrar y preservar lo que Dios desea que la humanidad sepa es la forma de tener la guía de Su Palabra autoritaria sobre cualquier tema que Él elija abordar. Es ahí donde entra en juego la Escritura porque es la Palabra inspirada, inerrante y autoritativa de Dios sobre todo lo que trata. Sin las Escrituras solo nos quedaría adivinar qué desea Dios de nosotros, y aún más fundamentalmente, tendríamos una visión muy escasa de quién es Dios y cómo es si nuestra única fuente de información sobre Él fuera el mundo natural que nos rodea.

Por las razones mencionadas, los teólogos protestantes han sostenido que era necesario que Dios inspirara y preservara por escrito su Palabra. Las Escrituras contienen todo lo que se puede aprender de la revelación natural, pero también contiene información que no está disponible en ningún otro lugar para la raza humana en su conjunto, ni para los individuos en particular. Sin embargo, es precisamente esa información la que todo ser humano necesita conocer con urgencia.

Las Escrituras también nos dicen cómo Dios espera que nos comportemos en nuestra relación con Él y con otras personas. Estas reglas de conducta incumben no solo a los creyentes sino a todas las personas. Cuando estas reglas se rompen, las Escrituras también aclaran que la comunión entre Dios y el creyente está rota y nos dice cómo restaurar esa comunión.

También en las Escrituras aprendemos cómo Dios quiere que edifiquemos y dirijamos una iglesia local. Esto incluye la revelación sobre puestos específicos y sus deberes, y también contiene información sobre las ordenanzas/sacramentos del bautismo y la Cena del Señor. Las Escrituras también contienen instrucciones de nuestro Señor sobre cómo manejar asuntos de disciplina eclesiástica en una iglesia local. Sin lugar a dudas, si esta información no estuviera disponible, los creyentes tomarían decisiones sobre cada uno de ellos y habría ciertas reglas para mantener el orden y ministrar. Sin embargo, todavía habría preguntas sobre si las políticas y los procedimientos seguidos son conforme a lo que Dios desea o si son diferentes a lo que Él ordenaría sobre cómo dirigir una iglesia. Por supuesto, tener esta información en las Escrituras no significa que todos la interpreten y apliquen adecuadamente, pero seguramente es mejor tener la Palabra autoritativa de Dios sobre estos asuntos que seguir los propios pensamientos e intuición humana sobre ellos.

Finalmente, Dios revela en las Escrituras algunos aspectos de sus planes para el futuro. No ha dado todos los detalles de cada evento del tiempo final, pero reveló lo suficiente para que sepamos lo que Él desea sobre ciertos acontecimientos que se producirán. Lo más alentador de todo esto es que Dios divulga en Su Palabra el hecho de que su causa ganará en última instancia en la batalla contra Satanás y el mal. ¡Los creyentes estamos del lado ganador! Esto da gran confianza para vivir la vida en un mundo cada vez más hostil y peligroso para el pueblo de Dios.

En cuanto al futuro de las personas, las Escrituras nos dicen algo sobre qué esperar. Por ejemplo, ni en la revelación natural ni en ninguna otra fuente no bíblica, los creyentes tienen la palabra autoritativa de Dios sobre lo que le sucede a las personas después de morir. Contemplar la muerte y la eternidad puede ser aterrador, incluso para aquellos que conocen a Cristo como Salvador. Pero sin la revelación de Dios sobre el más allá y la eternidad, el pueblo de Dios que debería estar seguro y animado —sobre lo que Dios tiene reservado para ellos después de la muerte— podría estar aterrorizado por el temor a lo desconocido. Por supuesto, todavía hay muchos misterios sobre la vida después de la muerte que no se han revelado, pero nuestro cariñoso Padre celestial, quien sabe que contemplar estos asuntos puede ser estresante, nos ha dado suficiente información para que podamos obedecer a Jesús cuando nos dice: «No se turbe su corazón» (Jn 14:1).

Conclusión

Las Escrituras son necesarias para la humanidad por todas las razones mencionadas. También hay un sentido en el que son necesarias para Dios mismo. Habiendo creado el universo con criaturas humanas en Él, Dios podría haber decidido no darnos instrucciones sobre sí mismo ni sobre sus expectativas sobre cómo debemos vivir y relacionarnos con Él. Debido a que pecamos, necesitaríamos la información contenida en las Escrituras. Sin embargo, un Dios indiferente que no se preocupa por sus criaturas podría renunciar a divulgar esa información. Pero, por el contrario, un Dios cariñoso y compasivo no establecería un orden mundial en el que los humanos sean culpables y condenados por violar Sus leyes, pero que no tengan información sobre cómo remediar su estado indefenso. El Dios de las Escrituras seguramente tiene el poder y la sabiduría para conocer la mejor manera de transmitir la información necesaria a la mayoría de las personas. La revelación de Dios en forma escrita no es la única forma en que Dios podría transmitir su verdad, pero tiene mucho sentido otorgarla de esta forma y luego conservarla a lo largo de los siglos. Así, dado el mundo que Dios creó y las circunstancias de sus criaturas humanas como criaturas y pecadoras, Dios consideró necesario darnos su verdad en las Escrituras.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Jenny Midence-Garcia


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

  • John Murray, Calvin’s Doctrine of Scripture. Este artículo es una de las tres conferencias impartidas bajo los auspicios de Reformed Fellowship, Inc. en Grand Rapids, Michigan, el 21, 22, 26 de mayo de 1959. Motivadas por la conmemoración del aniversario del nacimiento de Juan Calvino y el cuarto centenario de la publicación de la edición definitiva de La Institución de la Religión Cristiana.
  • James I. Packer, “The Necessity of the Revealed Word,” in The Bible—The Living Word of Revelation, by Merrill C. Tenney (Grand Rapids: Zondervan, 1968).
  • Robert L. Reymond, A New Systematic Theology of the Christian Faith (Nashville:Thomas Nelson, 1998).
  • Nathan Shannon, “Redemptive History and the Attributes of Scripture,” Reformed Forum.
  • The Westminster Confession of Faith, 1.1.