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Definición

La Escritura es la forma escrita de la revelación especial de Dios para su pueblo, tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo Testamento, lo que provee un testimonio duradero y permanente a través del cual el Espíritu Santo lleva a ese pueblo a una unión con el Cristo que ha resucitado y ascendido.

Sumario

La revelación divina, la cual es un regalo extraordinario y de gracia dado por Dios, llega de dos maneras; tanto general como especial. La revelación general es dada a todos en todo lugar, es general (aunque lejos de ser vacía) en lo que dice acerca de Dios. Este tipo de revelación divina es encontrada en la creación y en la conciencia de cada persona. La revelación especial, por otro lado, es específica en su contenido y omnipotente en su efecto. A través de esta revelación, Dios comunica los misterios de la fe y el conocimiento personal de Cristo a su pueblo. La Escritura es la forma escrita de la revelación especial de Dios que provee a su pueblo de un testigo duradero sobre la obra de Dios en Cristo. La Escritura fue inspirada por Dios a través del Espíritu Santo, quien guió a los autores mientras escribían.

La revelación divina es extraordinaria

Como cristianos, damos por hecho que Dios se reveló a sí mismo. Sin embargo, si pensamos en quién es Dios, no es nada menos que extraordinario que Él haya hablado. Esto es verdad por diferentes razones. Para comenzar, Dios es el creador infinito, eterno e incomprensible. Nosotros, por otro lado, somos criaturas finitas. Dios no es simplemente mayor en tamaño, como si fuera más grande, pero que aún así permaneciera dentro de nuestra esfera de experiencia como criaturas. No, este Dios es inconmensurable en esencia, Él es un ser completamente diferente. Esta distinción fundamental entre el creador y la criatura permea la historia de la Biblia porque, como los profetas señalaron repetidamente, es lo que distingue a Yahvé de los dioses creados por las naciones circunvecinas. La idolatría es una confusión de la criatura respecto de su creador. En resumen, hay una distancia infinita entre Dios y el hombre porque Dios no es un ser creado.

Qué increíble es esto, que este creador infinito se rebajara para darse a conocer a nosotros que somos criaturas frágiles, para que así lo podamos conocer verdaderamente. Aún así nunca lo podremos conocer completamente. Como Juan Calvino dijo: “Dios es como esa enfermera que le balbucea a un bebé recién nacido”. Tal adaptación es sobrenatural, pero también apropiada dado que Dios escogió hacernos a su misma imagen.

Aún así, hay otra razón por la que la revelación divina es extraordinaria. La santidad de Dios no solo lo separa como el único, infinito y trascendente, sino que su santidad también lo separa como el único justo. Eso, sin embargo, presenta un problema. Nosotros no somos justos sino pecadores, culpables y corrompidos, manchados por el pecado en cada área de nuestro ser. Frente a esta realidad, es sorprendente que el Dios infinito y eterno que creó y se comunicó con aquellos a quienes dio vida, continuara haciéndolo incluso después de que cayeran en las garras del pecado. Él hubiera estado en lo correcto al permanecer en silencio cuando Adán y Eva se rebelaron, y su silencio hubiera resultado en separación total y condenación. Pero Él no permaneció en silencio, Él habló y habló una palabra redentora. Finalmente, esa palabra de promesa en Génesis 3:15 alcanzó su cumplimiento en el Verbo hecho carne (Jn 1:1, 14), la revelación personificada de Dios. Ese Verbo no era otro que el Señor Jesucristo, el Hijo eterno de Dios encarnado por nosotros y para nuestra salvación.

Por estas razones, la revelación es un regalo extraordinario.

Los cielos proclaman la gloria de Dios: la revelación general

No obstante, debemos distinguir entre dos tipos de revelación. Primero, hay una revelación general. Es llamada general porque (1) es dada a todos en todo lugar y (2) es general (aunque lejos de estar vacía) en lo que dice respecto a Dios. La revelación general, por ejemplo, no comunica los misterios de la Trinidad o la obra y persona de Jesucristo, pero sí revela a Dios como el creador del cosmos y manifiesta muchos de sus atributos divinos (trascendencia, majestad, poder, soberanía, etc. Cp. Sal 198:3-4; 29:4; 93:2; 104:24; Hch 14:15–17; 17:24–27; Ro 1:20, 32; 2:15–16). No lo hace hacia algunas personas en específico, sino a todas las personas de todos los tiempos. La razón de su alcance universal se encuentra en el mismo medio.

Así que, ¿por cuál medio recibe una persona esta revelación general? Hay dos formas: (1) a través de la conciencia interna del ser humano, y (2) a través del orden creado (p. ej. la naturaleza). El ser humano es creado a la imagen de Dios (Gn 1:27), lo que significa que tiene marcadas las huellas divinas. En “nuestras mentes”, dice Calvino en sus Instituciones (1.3.2), yacen las “semillas de la religión”, tanto así que el ser humano se caracteriza por un sensus divinitatis, un sentido de lo divino. El ser humano no puede escapar, no importa lo mucho que lo intente, de la moralidad incrustada dentro de su misma composición como criatura hecha para reflejar a su creador (Ro 1:32; 2:14-16).

Con todo, la creación también da testimonio de que hay un creador. David afirmó: “Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día transmite el mensaje al otro día, y una noche a la otra noche revela sabiduría” Salmo 19:1-2 (cp. Salmo 8, 93 y 104). Pablo, así mismo, dice esto sobre Dios: “Sus atributos invisibles, Su eterno poder y divinidad se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado” (Ro 1:20).

El problema es que como pecadores, suprimimos esta revelación general, lo que significa que puede ser suficiente para condenarnos (Ro 1:20–21; 2:14–16), pero no es suficiente para salvarnos. Entonces, lo que se necesita es una revelación especial, una que no es únicamente específica en su contenido, sino omnipotente en su efecto, echando raíz en personas en particular a través de la fe. Conocemos a Dios como creador y juez debido a su revelación general, pero, a menos que haya una revelación especial, nunca conoceremos a este creador como nuestro salvador.

De creador a salvador: La revelación especial

Siendo compasivo, Dios ha provisto revelación especial en una variedad de formas. Una pequeña mirada a cómo Dios se revela a su pueblo, Israel, en el Antiguo Testamento, demuestra que la revelación especial y salvadora de Dios es abundante. Esta revelación especial es comunicada a través de una diversidad de medios, incluyendo teofanías, sueños, visiones, ángeles, habla directa, milagros y, mayormente, Cristo mismo. De hecho, toda revelación previa apuntaba a la revelación de Dios que era nada menos que el mismo Hijo de Dios. Jesús no vino, como los profetas antiguos, solo a comunicar una revelación de Dios, sino que Jesús mismo es la revelación de Dios porque Él es Dios encarnado (He 1:1; Jn 1:1). Él no simplemente trae un mensaje, Él es el mensaje.

Sin embargo, tan importantes como estos medios pueden ser, Dios determinó (en su providencia sabia) que su testigo de sí mismo, permanente y duradero, debería venir a través de la palabra escrita, es decir, las Escrituras, lo que nosotros como cristianos llamamos la Biblia. Incluso Cristo ascendió a los cielos después de su resurrección de entre los muertos. No obstante, la Escritura es el regalo duradero y siempre presente del Espíritu para el pueblo de Dios, regalo por medio del cual el Espíritu nos trae en unión con el Cristo resucitado y ascendido, nuestro Señor. No conocemos a Cristo aparte de la palabra escrita de Cristo. Es a través del texto inspirado que el Espíritu nos da a conocer a Cristo en una forma salvadora. Por tanto, aunque la Escritura puede ser solo una forma de revelación especial, es la forma permanente que Dios ha destinado para que su pueblo posea y viva a través de la fe y la práctica.

La palabra escrita: Inspiración

Sin embargo, no debemos olvidar que esta palabra escrita de nuestro Dios trino no cayó del cielo toda a la vez. En cambio, fue revelada progresivamente a través del curso de la historia y mediante manos humanas. El plan de redención de Dios fue revelado por medio de las escrituras, pero, al inicio en forma de semilla (Gn 3:15). Después floreció así como Dios lo determinó, para revelar que el plan de redención eventualmente culminaría con la muerte y la resurrección de su Hijo en los eventos futuros. Esto ocurrió dentro del contexto de los pactos salvadores de Dios. Por ejemplo, fue en el Sinaí que Dios entró en un pacto con su pueblo, Israel. La conformación de ese pacto (el tratado por el cual Israel debía vivir) fue dado a Moisés, escrito con el mismo dedo de Dios en tablas de piedra (Dt 9:10).

Mientras progresaba la historia bíblica, Dios proveía más revelación escrita por medio de sus profetas. No solamente hablaban las palabras de Dios al pueblo de Dios, sino que a veces se les dijo que la escribieran, sirviendo como fiscales del pacto en contra de un pueblo determinado por causa de su infidelidad al pacto (cp. Jeremías). Entonces, no es de sorprender que cuando el Mesías prometido llega (el que se prometió y prefiguró en el Antiguo Testamento), este Mesías planea transmitir las buenas nuevas del evangelio a sus discípulos. Como sus embajadores, ellos extenderán las buenas nuevas de salvación sobre Jesús mediante su proclamación (cp. Hechos) pero también mediante la escritura de cartas inspiradas por el Espíritu, para la instrucción y edificación de la iglesia.

Para aclarar, estas Escrituras, que ahora los llamamos el Antiguo Testamento y Nuevo Testamento (testamento significa pacto), normalmente no eran producidas unilateralmente, como si, por ejemplo, Zacarías o Pedro tuvieran que ascender al Sinaí como Moisés para recibir la palabra escrita de Dios. De hecho, el Sinaí resultó ser la excepción, no la norma. Dios trabajó con frecuencia entre humanos comunes a quienes apartó para su trabajo de inspiración (p. ej. David, el niño pastor que se volvió rey escribió los Salmos; pescadores convertidos en discípulos escribieron cartas a las iglesias).

Esa palabra “inspiración” es clave. No significa que los autores humanos de las Escrituras solo anotaron su experiencia religiosa, como si hubieran visto lo que Dios hizo y estaban tan emocionados que lo escribieron para que Dios viniera después para adoptarlo como suyo. Ese podría ser hoy el uso común de la palabra “inspirado”, pero eso no es lo que la Biblia misma quiere decir con este término. Por ejemplo, considera las palabras de Pablo a Timoteo acerca de la Escritura, y no solo algunas partes sino todo: “Toda Escritura es inspirada (θεόπνευστος, theopneustos) por Dios…” (2 Ti 3:16). En otras palabras, las Escrituras no se originan con los autores humanos, sino con Dios mismo.

La inspiración como “concursus

¿Cómo inspiró Dios las Escrituras? Eso puede tener algo de misterio, pero Pedro nos da un vistazo dentro de ese misterio cuando dice: “pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 P 1:21). Benjamin B. Warfield llamó a esto “concursus”, significa que hay una operación simultánea entre el autor humano y el autor divino. No obstante, el autor divino es el principal. Eso es aparente cuando Pedro indica que los profetas antiguos fueron “impulsados” (NVI) por el Espíritu. Como un barco en el mar llevado por el viento (p. ej. Hch 27:15, 17), el Espíritu trabajó en y a través de los autores humanos, de tal forma que lo que dijeron era exactamente lo que Dios mismo dijo y planeó.

Pedro no está solo en esta creencia, pues se puede ver en las mismas enseñanzas de Jesús cuando se refiere al autor del AT y al Espíritu como sinónimos (Mc 12:36-37). La premisa a través del Nuevo Testamento es que las Escrituras de Jesús y de los apóstoles (el AT) no es nada menos que la palabra inspirada de Dios a su pueblo. Ellos asumen que las Escrituras están inspiradas no únicamente en su mensaje general, sino en su totalidad, hasta cada una de las palabras (la inspiración es verbal y completa).

La seguridad de la inspiración: el Evangelio

Mientras que Pablo pudiera estar diciendo esto de manera explícita (2 Ti. 3:16), Jesús y los escritores del evangelio indican lo mismo, pero por medio de la constante repetición que las Escrituras han sido cumplidas en la persona y obra de Jesús (p. ej., Lucas 4:21; también ver el Evangelio de Mateo el cual está lleno de este lenguaje de “cumplimiento”). Las promesas del pacto de Dios en las Escrituras han sido cumplidas en Jesucristo, y ese es el testimonio más grande de su origen divino. Si uno quisiera buscar la seguridad de que las Escrituras no son nada menos que revelación divina, uno no necesita ir más allá del mismo evangelio. Dios ha cumplido su palabra.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Iván Díaz.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

  • B. B. Warfield, Revelation and Inspiration.
  • D. A. Carson, ed., The Enduring Authority of Christian Scripture.
  • E. J. Young, Thy Word Is Truth: Some Thoughts on the Biblical Doctrine of Inspiration
  • Matthew Barrett, God’s Word Alone: The Authority of Scripture. Mira una entrevista del autor aquí y aquí.
  • Matthew Barrett, Twenty-one lectures based on God’s Word Alone.
  • Matthew Barrett, Ten videos on the doctrine of Scripture.
  • Matthew Barrett, Canon, Covenant, and Christology: Rethinking Jesus and the Scriptures of Israel, New Studies in Biblical Theology, ed. D. A. Carson (InterVarsity Press).
  • Peter Williams, Video interview: Why is divine authorial intent so important for biblical interpretation?