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Definición

La doctrina de la justificación se refiere al veredicto judicial bondadoso de Dios anterior al día del juicio, en el que declara perdonados, absueltos de todos los cargos y declarados moralmente justos a los ojos de Dios a pecadores culpables que no tienen esperanza en sí mismos y que han puesto su confianza en Jesucristo.

Sumario

Ante la ley de Dios, los seres humanos están condenados y no es posible que por sí mismos logren estar bien con Dios. Dios revela en el evangelio cómo hace posible la reconciliación de los pecadores consigo mismo. Jesús, el Hijo de Dios, se convirtió en el representante y sustituto del pecador. Como Siervo obediente de Dios, vivió una vida justa y sufrió la muerte expiatoria de la cruz. La justificación es uno de los componentes clave de la obra salvadora de Dios. Tiene relación con el «gran intercambio»: los pecados del pueblo de Dios fueron puestos en la cuenta de Cristo para que Él pagara el precio, y la justicia de la obediencia de Cristo al Padre en vida y muerte fue puesta en la cuenta de Su pueblo. Es solo por la fe en Cristo que los pecadores son justificados. No hay fundamento a las muchas objeciones hechas a esta doctrina. Los beneficios que resultan de esta verdad del evangelio son enormes y tienen implicaciones significativas.

Introducción

La buena noticia sobre la justificación de los pecadores por parte de Dios solo por la fe en Cristo —sin la adición de obras humanas ni las administraciones de la iglesia— fue la verdad bíblica redescubierta por los reformadores protestantes y es uno de los rasgos distintivos del protestantismo evangélico. Se trata de una doctrina preciosa que es constantemente atacada y tergiversada. Lutero hizo hincapié en cinco solas («solos») que son particularmente relevantes para la justificación: es solo por la gracia de Dios (sola gracia), solo a través de nuestra fe (fe sola), solo en Cristo (Cristo solo), solo para la gloria de Dios (a Dios solo la gloria), con solo la Escritura como la máxima autoridad para esta verdad (solo la Escritura).

Dios: El estándar absoluto

Para poder apreciar la justificación, es importante comenzar con el único Dios vivo y verdadero: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Este Dios trino es el estándar moral por excelencia. Incluso el faraón reconoció que el Señor es justo (Éx 9:27; Sal 119:137). Ese estándar absoluto de lo que es justo se expresa en la ley mosaica, particularmente resumida en los Diez Mandamientos y en la ley del amor (Dt 5:6-22; 6:1-9; Mt 19:16-22; 22:36-40; Ro 7:12; 13:8-9). También se manifiesta de forma maravillosa en el carácter y la vida de Jesús el Mesías, que fue tentado en todo como nosotros, pero permaneció sin pecado (Jn 14:9; cp. Heb 4:15).

Seres humanos: Culpables, condenados e indefensos

Los seres humanos, creados a imagen y semejanza de Dios y responsables ante Él, no están a la altura de ese estándar supremo de justicia. La valoración que Dios hace de la condición humana es indiscutible: nadie es bueno ni justo. Incluso los mejores esfuerzos de las personas son considerados como trapos de inmundicia (Sal 53:1, 3; Is 64:6; Ro 3:9-23). La ley de Dios nos condena y, ante la presencia de Cristo, solo nos queda reconocer nuestra pecaminosidad (Lc 5:8). Nadie puede mantenerse en pie ante Dios (Sal 130:3). ¿Cómo puede entonces una persona estar bien con Dios? Podemos poner todo nuestro esfuerzo, plantear todas las excusas posibles o vivir con la esperanza de que Dios vea con buenos ojos nuestras acciones virtuosas y pase por alto las malas, pero todo sería inútil.

Toda la humanidad está condenada. La desobediencia a la voluntad de Dios conduce a una sentencia de muerte. El juez justo de toda la tierra está perfectamente justificado al declarar dignos de condenación eterna a pecadores culpables.

El dilema: ¿Cómo puede una persona ser justa delante de Dios?

Job planteó la siguiente pregunta a sus amigos: «Pero ¿cómo puede un hombre ser justo delante de Dios?» (Job 9:2). Sin embargo, en la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos, Jesús dejó claro que era posible que Dios justificara a las personas pecadoras (Lc 18:9-14).

Pero ¿cómo puede la humanidad pecadora ser justificada por el Dios que juzga con justicia? La Biblia indica cuán inaceptable es que alguien justifique a personas rebeldes e impías: «El que justifica al impío y el que condena al justo, ambos son igualmente abominación al Señor» (Pr 17:15; cp. 24:23-24). Dios mismo afirma que no absolverá al culpable y pide a los jueces que actúen con justicia absolviendo al justo y condenando al que no lo es (Éx 23:7; Dt 25:1). Pese a esto, Pablo declara que ese mismo Dios justifica a los impíos (Ro 4:5). En la justificación de los pecadores, Dios hace lo que es humanamente imposible. Ha proporcionado un camino justo para declarar justos ante Sus ojos a pecadores sin dejar de ser meticulosamente consecuente y fiel a Su propio carácter justo (Ro 1:16-17; 3:21-26).

Jesús, el Dios Hombre: Representante y sustituto del pecador

La buena noticia de Dios trata sobre Su Hijo, que se convirtió en el hombre Jesús, el Mesías, en cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento (Ro 1:1-3). Jesús es la respuesta de Dios al problema de la humanidad. El Hijo tomó la naturaleza humana para rescatar a los seres humanos al convertirse en el representante y el sacrificio sustitutorio de Su pueblo. Así como Adán fue el representante original de la humanidad y todos están unidos a él en su pecado, condena y muerte (Hch 17:26; Ro 5:12-21; 1 Co 15:21-22), Cristo —como último Adán— es el representante de los que le pertenecen. Sin embargo, a diferencia de Adán, también es sustituto de los Suyos. Como consecuencia de Su vida obediente que resultó en Su muerte expiatoria y resurrección, Jesús recibe el nombre de «Señor» (Is 45:21-25; Fil 2:6-11), habiendo obtenido la victoria sobre los poderes y autoridades (Col 2:15). Pero también tiene el nombre de «Salvador», como implica Su nombre terrenal «Jesús» (Mt 1:21; Is 45:15, 21-22; Lc 2:11; Hch 5:31; Tit 2:13). Los cristianos no solo confiesan que Jesús es el Señor, sino que, con los samaritanos, testifican que es el Salvador del mundo (Jn 4:42; cp. 1 Jn 4:14). La justificación de los pecadores es uno de los componentes clave de la actividad salvadora de Dios en Cristo.

La justificación: Un elemento central de la buena noticia sobre Jesús

En contra de algunas enseñanzas recientes, la justificación se encuentra en el corazón mismo del mensaje cristiano, ya que presenta una esperanza real a los seres humanos culpables y rebeldes que no merecen nada más que la ira de Dios caiga sobre ellos. El evangelio de la gracia justificadora de Dios proclama que las personas pecadoras que ponen su confianza en Jesucristo son perdonadas de todos sus pecados, reciben una condición legal favorable ante Dios y ya no están bajo condenación. Hay distintos elementos de esta verdad sobre el evangelio que deben ser destacados:

  1. La doctrina bíblica de la justificación es «un acto» de Dios que consiste en una declaración legal, un pronunciamiento judicial. No es una declaración de lo que ya es una realidad desde la eternidad pasada o de lo que será verdad en el futuro, sino la decisión de Dios que tiene lugar cuando una persona cree. Por lo tanto, esta declaración no es un proceso u obra creativa de Dios en los creyentes que los hace moralmente mejores, sino el veredicto del juez divino con anterioridad al día del juicio. No se trata de un anuncio temporal, sino de un decreto definitivo en el aquí y ahora que no es anulado, retirado o perpetuado en el día final.
  2. Este acto judicial es un veredicto de gracia. Muestra la sorprendente e inmerecida bondad de Dios (Tit 3:5-7). Los favorecidos por este pronunciamiento legal por parte de Dios no han hecho nada para ganarlo o merecerlo y, por lo tanto, no tienen nada de qué jactarse en sí mismos (Ro 3:24, 27).
  3. La justificación tiene dos partes: «La remisión de los pecados y la imputación de la justicia de Cristo» (Calvino, Instituciones 3.11.2). Implica el perdón de los pecados (Ro 4:6-8). El pecado ya no figura en la cuenta del creyente. En segundo lugar, la justicia es atribuida a la cuenta del creyente. Los cristianos no quedan en un estado moral neutral. Más bien, se les atribuye la justicia moral de Cristo. Lutero la llamó «una justicia ajena» porque no era algo que perteneciera de forma innata al creyente. La justificación no tiene que ver con un cambio de naturaleza, sino con el ser declarado justo como resultado del carácter justo de Cristo que ha sido atribuido a los creyentes (Gn 15:6; Ro 4:1-5; 5:19).
  4. La justificación no se basa en la obra de regeneración y renovación del Espíritu, sino en la persona y la obra de Cristo. Él es el Siervo Sufriente del que profetizó Isaías. La culpa del pueblo de Dios fue transferida a Él y, al recibir el castigo correspondiente, el precio fue pagado. Por otro lado, la justicia del Siervo obediente fue transferida al pueblo para que fueran considerados justos (Is 53:5-6,11). Este es el maravilloso intercambio que Lutero consideró tan precioso: Cristo toma nuestros pecados y nos da Su justicia. Dios puede perdonar a los impíos sobre la base de la muerte redentora de Cristo (Ro 3:24-26). Cristo pagó por completo la pena por los pecados de cada creyente. Dios trató a Su Hijo Jesús, que no tenía pecado, como si los pecados de cada creyente le pertenecieran. Jesús soportó las terribles consecuencias de ello en la cruz (1 P 2:24). Dios hizo que el que no conoció pecado fuera pecado por nosotros (2 Co 5:21). En segundo lugar, puede declarar justos a los impíos porque se les ha dado la justicia de Cristo. Esta es la justicia de Dios que consiste en la obediencia de Cristo al Padre en vida y muerte (2 Co 5:21b; Fil 2:7-8; 3:9). Así como toda la humanidad fue establecida pecadora en Adán, en Cristo los creyentes son establecidos justos (Ro 5:18-19). La metáfora de la ropa se utiliza a menudo en las Escrituras para indicar la posición del creyente en la justicia de Cristo (Gn 3:21; Is 61:10; Mt 22:11-14; Gá 3:27; Ap 7:9).
  5. Los pecadores son justificados por la fe sola. Dios justifica al que cree en Jesús (Ro 3:26; 5:1). Esta fe no debe ser vista como una aceptación de que ya hemos sido justificados en la eternidad pasada. Tanto Pablo como Pedro creyeron en Cristo Jesús «para ser justificados» (Gá 2:16). Tampoco hay que pensar que esta fe consiste en creer en la doctrina de la justificación. La fe es la confianza en Jesús, cuya persona y obra se revelan en la Escritura. La fe es simplemente el canal o la mano vacía que recibe el don gratuito de Dios. Lutero la describe como una confianza que no tiene esperanza en uno mismo. No es a través de la fe y las obras o a través de la fe y nuestro amor que somos justificados, sino por la fe sola. La justificación es siempre por medio de nuestra fe, pero nuestra fe no es la base de la justificación. Cuando las Escrituras afirman que Abraham fue justificado por la fe, no fue su propia fe la base de su justificación (Gn 15:6; Ro 4:3,13-24). Abraham creyó en la promesa concerniente a Cristo, a quien vio y en quien se alegró (Jn 8:56). Esta fe no debe ser vista como una obra que hacemos para que Dios nos acepte. Él no nos justifica porque ve la fe como una señal de cambio en nuestra actitud. Es el objeto de la fe, es decir, Jesús el Mesías, lo que constituye la base de la justificación.
  6. La justificación nunca debe considerarse sin referencia a la unión del creyente con Cristo. La persona justificada se encuentra «en Cristo» (Fil 3:8-9). Desde el llamamiento eficaz hasta la glorificación, la unión con Cristo es fundamental para la salvación total del creyente, y la justificación es uno de los elementos cruciales y nunca debe aislarse del resto (Ro 8:30). Esto no hace superflua la verdad concerniente a la imputación de la justicia de Cristo. La imputación de la justicia de Cristo es el fundamento de nuestra justificación, no la unión con Cristo.

Respondiendo a las objeciones más comunes

  1. Anticuado. El lenguaje jurídico concerniente a la justificación es bíblico y no es anticuado en absoluto. Las personas claman constantemente por justicia o son llevadas ante un juez en un tribunal donde se declara un veredicto de culpabilidad o inocencia.
  2. Es una ficción legal. Justificar a los impíos que creen en Jesús no es una ficción legal porque Cristo, a través de Su perfecta obediencia y sacrificio, ha cumplido con todas las exigencias de la ley para que sean considerados tan justos como Cristo.
  3. Fomenta la impiedad. Esta justificación gratuita no fomenta de ninguna manera una vida impía como cristiano. Aquí es donde la unión del creyente con Cristo es muy importante, ya que aquellos que son justificados están consagrados a Dios y tienen nuevos anhelos de agradarle y servirle (Ro 6; Gá 5:13-26).
  4. Contradice la enseñanza bíblica sobre el juicio basado en las obras. Para el creyente, no hay una justificación futura o final basada en las obras. Hay un juicio basado en las obras, y las obras de los creyentes indicarán su condición de justos en Cristo por la fe (Mt 25:31-46). Así como Cristo fue justificado en el sentido de haber sido vindicado por su resurrección, los creyentes en Cristo serán vindicados ante todos en la resurrección general del día final (Jn 5:28-29; Ro 4:25; 1 Ti 3:16).
  5. Contradice la enseñanza de Santiago sobre la fe y las obras. Cuando Santiago subraya que no estamos justificados por la fe sola, sino por las obras, está interesado en dejar claro que la fe no es solo una aceptación de los hechos, como la de los demonios (Stg 2:24). La fe sin obras está muerta. La fe que abraza a Cristo y justifica es una que lleva a una vida justa. Hay algunos lugares en la Biblia en los que el verbo «justificar» tiene un significado demostrativo y no declarativo (Jer 3:11; Ez 16:51-52; Mt 11:19; Ro 3:4; etc.). Abraham y Rahab, por ejemplo, fueron justificados o demostraron ser justos por sus obras (Stg 2:19-26). No somos declarados justos por nuestras buenas obras, sino que las buenas obras que Dios da a los creyentes para que se ocupen en ellas demuestran su condición de justos en Cristo (Ef 2:8-10; Tit 2:11-14; Ap 14:13).

Resultados e implicaciones para los creyentes

  1. Tenemos paz con Dios (Ro 5:1). La relación rota por el pecado se restablece.
  2. Hay una esperanza segura y cierta de un futuro más allá de este mundo actual (Ro 5:2).
  3. En primer lugar, la seguridad de nuestra justificación no se basa en los sentimientos, sino en la verdad de que, como creyentes, somos justos ante Dios por la obediencia y la sangre de Cristo (Ro 8:30).
  4. Somos adoptados en la familia de Dios (Ro 8:15; Gá 4:5).
  5. Pertenecemos a la comunidad del pacto. Al igual que los gentiles no necesitan convertirse en judíos para unirse al grupo, la membresía de la iglesia está abierta a todos los que confían solo en Cristo para ser aceptados por Dios (Gá 3:29).
  6. Es un mensaje liberador para los que están agobiados por una carga de culpa y desesperación por su estado pecaminoso (Mt 11:28). Cuando surgen dudas y temores, y hay acusaciones, el cristiano puede recordar: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica» (Ro 8:33-34).
  7. Tenemos la bendición de saber que no tenemos que luchar por la aprobación y la aceptación.
  8. Esta doctrina bíblica da toda la gloria a Dios y lleva al pecador justificado al asombro, el amor y la alabanza (Is 45:24-25; 54:17; 61:10; 1 Co 1:30-31).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Diego Lazo.


Este ensayo es parte de la serie Concise Theology (Teología concisa). Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios/formatos y adaptar/traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y se aplique la misma licencia de Creative Commons a ese material. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.

Lecturas adicionales

General

  • James Buchanan, The Doctrine of Justification, [1867] (Edimburgo: The Banner of Truth Trust, 1997). Esta edición incluye una excelente introducción de J. I. Packer. Disponible en línea aquí (en inglés).
  • Juan Calvino, Institutes of the Christian Religion. Editado por John T. McNeill (Filadelfia: The Westminster Press, 1960), especialmente el libro 3, capítulos XI-XVIII.
  • Philip H. Eveson, The Great Exchange: Justification by faith alone in the light of recent thought (Bromley, Kent: Day One Publications, 1996).
  • Philip H. Eveson, “Justification and Evangelical Christianity: A Historical Concern” (descarga de PDF, en inglés)
  • Charles Hodge, Faith (descarga gratuita de eBook)
  • Steven Lawson, “Justification by Faith Alone” (video en inglés)
  • Martyn Lloyd-Jones, Romans: An Exposition of Chapters 3:20-4:25 Atonement and Justification (Londres: The Banner of Truth Trust, 1970).
  • Scott Oliphint (Editor), Justified in Christ. God’s Plan for us in Justification (Fearn, Ross-shire: Mentor Imprint by Christian Focus Publications, 2007).
  • John Owen, The Doctrine of Justification by Faith (descarga gratuita del eBook, en inglés)
  • J. I. Packer, Sola Fide: The Reformed Doctrine of Justification (descarga gratuita del eBook, en inglés).
  • John Piper, Counted Righteous in Christ (Leicester: Inter-Varsity Press, 2002).
  • John Piper, “The Heart of the Gospel: The Righteousness from God that Depends on Faith” (vídeo, en inglés con subtítulos disponibles en español)
  • Michael Reeves, “Does James Contradict Paul and the Reformers?” (video, en inglés con subtítulos disponibles en español)
  • Robert Traill, Justification Vindicated, [1692] (Edimburgo: Banner of Truth, 2002).
  • James White, “The God Who Justifies” (video)

La nueva perspectiva y N. T. Wright

  • William B. Barclay con Ligon Duncan, Gospel Clarity: Challenging the New Perspective on Paul (Darlington: EP Books, 2010).
  • D. A. Carson, “The New Perspective on Paul” (Lecciones en audio Parte 1, Parte 2, Parte 3)
  • John Piper, The Future of Justification. A response to N. T. Wright (Nottingham: Inter-Varsity Press, 2008).
  • Cornelis P. Venema, The Gospel of Free Acceptance in Christ (Edimburgo: Banner of Truth, 2006.
  • Guy Prentiss Waters, Justification and the New Perspectives on Paul (Phillipsburg, New Jersey: P&R Publishing Company, 2004).