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Al leer las Escrituras, particularmente el Nuevo Testamento, hay un tema que se repite una y otra vez con respecto a la voluntad del cristiano a someterse a varios tipos de autoridad. Dado el espíritu rebelde de nuestra época, eso me asusta. Es demasiado fácil para nosotros quedar atrapados en una actitud que nos llevará a desafiar abiertamente la autoridad de Dios.

Dirijamos nuestra atención a 1 Pedro 2:11-16:

“Amados, les ruego como a extranjeros y peregrinos, que se abstengan de las pasiones carnales que combaten contra el alma. Mantengan entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que les calumnian como malhechores, ellos, por razón de las buenas obras de ustedes, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación. Sométanse, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey como autoridad, o a los gobernadores como enviados por él para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, ustedes hagan enmudecer la ignorancia de los hombres insensatos. Anden como libres, pero no usen la libertad como pretexto para la maldad, sino empléenla como siervos de Dios”.

Pedro está hablando con personas que fueron sometidas a persecuciones brutales, feroces, y violentas, el tipo de actividad que puede incitar dentro de nosotros las peores respuestas posibles, incluidas la ira, el resentimiento, y el odio. Pero Pedro le suplica a las personas que fueron víctimas del odio en su cultura a que se comporten de manera honorable ante el mundo que observa. Pablo da un argumento similar una y otra vez, de que debemos tratar de vivir en paz con todos los hombres tanto como sea posible.

El versículo 13 introduce una clave para vivir honorablemente ante el mundo que observa. Debemos someternos a toda institución humana. ¿La razón? Encuentro la respuesta sorprendente y fascinante. La advertencia del apóstol es que debemos someternos “por causa del Señor”. Pero, ¿cómo se obedece a las instituciones humanas por causa del Señor? ¿De qué manera mi obediencia a mis profesores, mi jefe, o el gobierno, de alguna manera beneficia a Cristo?

Ningún gobernante en este mundo tiene autoridad alguna excepto la que le ha sido delegada por Dios.

Para entender esto, tenemos que entender el problema más profundo que toda la Escritura está tratando: el problema del pecado. En el nivel más fundamental, el pecado es un acto de rebelión y desobediencia a una ley y Legislador superior. El mayor problema con el mundo es la anarquía. La razón por la cual las personas son violadas, asesinadas, y mutiladas en la batalla, la razón por la cual hay asesinatos, robos, etcétera, es porque no tenemos ley. Desobedecemos, antes que nada, la ley de Dios. El problema de raíz en toda la creación es la desobediencia a la ley, el desafío a la autoridad. Y la máxima autoridad del universo es Dios mismo.

Pero Dios delega autoridad mientras Él reina y gobierna sobre su creación. Dios levanta gobiernos humanos. Es Dios quien instituyó el gobierno en primer lugar (Ro. 13). Es por eso que los cristianos son llamados a honrar y orar por el rey, a pagar sus impuestos, y someterse tanto como sea posible a las autoridades en todas las cosas, porque las autoridades son instituidas por Dios. Además, Él comparte la autoridad suprema con Cristo, quien dijo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra [por el Padre]” (Mt. 28:18). Entonces, ningún gobernante en este mundo tiene autoridad alguna excepto la que le ha sido delegada por Dios y por su Cristo, que es el Rey de reyes y Señor de señores. Por lo tanto, desobedecer los mandatos legales de las autoridades terrenales es en última instancia desobedecer a Dios y a Cristo, porque es Dios quien ordena a las autoridades gobernantes.

El mundo se ha vuelto loco en su deseo de no tener ley, pero debemos ser diferentes. Dondequiera que nos encontremos bajo autoridad, y todos nos encontramos sometiéndonos a varias autoridades, debemos someternos a esa autoridad. Nadie en este mundo es autónomo. Cada uno de nosotros no tiene un solo jefe, sino varios. Toda persona que conozco, incluyéndome a mí, somos responsables, no solo ante una persona, sino ante todo tipo de estructuras de autoridad. Lanza un ladrillo por el escaparate de una tienda y descubrirás rápidamente que eres responsable, que estás bajo autoridad, que hay leyes que debes cumplir, y que los oficiales de la ley se aseguran de que se cumplan las leyes.

Incluso si el resto del mundo se está yendo en la senda en contra de la autoridad y sumisión, no podemos participar.

Los cristianos son libres en Cristo, pero no debemos usar nuestra libertad como una licencia para el pecado porque, aunque por un lado somos libres, por otro lado seguimos siendo siervos bajo contrato.

Somos siervos de Dios. Somos esclavos de Jesucristo. Entonces, incluso si el resto del mundo se está yendo en la senda en contra de la autoridad y sumisión, no podemos participar. Somos llamados a ser escrupulosos y mantener el orden. Existe tal cosa como la ley y el orden que Dios mismo ha ordenado en el universo. Y somos llamados a dar testimonio de eso, incluso sufriendo a través de una sumisión incómoda, inconveniente, y a veces dolorosa a las reglas legales, incluso de aquellas autoridades que no reconocen a Dios, porque aún las autoridades impías han sido establecidas por Dios.

Creo que todos tenemos experiencias en las que nos irritamos y nos irritan bajo la autoridad y bajo mandatos con los que estamos en desacuerdo vehemente. Permítanme sugerir, como una cuestión de consideración práctica, que si miramos a estas instituciones humanas o estas personas humanas que son tiránicas, injustas, y todo eso, y buscamos someternos a ellas individualmente o incluso institucionalmente, considerándolas por lo que son, nos resultará extremadamente difícil tener una buena actitud. Pero si de alguna manera podemos mirar a través de ellas, mirar más allá de ellas, mirar sobre ellas, y ver a Aquel a quien el Padre ha dado la máxima autoridad cósmica, es decir, a Cristo mismo, nos será más fácil someternos. Encontraremos ayuda con nuestra lucha para someternos cuando reconozcamos que finalmente nos sometemos a Cristo, porque sabemos que Él nunca nos tiranizará o abusará de nosotros.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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