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Nota del editor: 

Esta pregunta fue enviada y respondida desde la columna Thorns and Thistles (Espinas y cardos) de TGC, que busca aplicar sabiduría con consejos prácticos sobre la fe, el trabajo y la economía.

1 Tesalonicenses 4:11-12 habla de hacer que tu ambición sea llevar una vida tranquila. Como agente inmobiliario comercial, me dicen que me anuncie y me promueva para atraer nuevos clientes. ¿Cómo debo conciliar estas posturas aparentemente opuestas?


Es una pregunta sabia y cada vez más desafiante. Sea cual sea la carrera de una persona, la autopromoción forma parte de nuestra sociedad. Solemos mostrar aspectos de nuestras vidas que antes callábamos y solo compartíamos con amigos íntimos y familiares. Contamos a nuestro gran grupo de amigos en Internet cuando nos suben el sueldo, reformamos la sala de estar o llevamos a nuestros hijos a comer un helado un martes. Si no tenemos cuidado, el volumen y la frecuencia de estas publicaciones pueden afectar a la postura de nuestros corazones.

Junto con la proliferación de las redes sociales llegó el nuevo modelo social de exhibición continua de uno mismo y, en muchos casos, de autopromoción. Para muchas personas, es posible abstenerse de todo esto y no sufrir más que una pequeña presión social.

Pero ¿y si trabajas en el sector inmobiliario, las comunicaciones, la función pública u otra carrera que te exija crear una marca personal positiva? ¿Y si tus ingresos dependen de las redes sociales, las circulares publicitarias y las vallas locales? ¿Deben los cristianos promocionarse como parte de su vocación laboral?

Consideremos tres cambios que pueden permitirnos hacerlo bien.

1. Cambia hacia la promoción de algo que no seas tú mismo.

Como agente inmobiliario, tú vendes casas. La gente tiene que confiar en que eres el agente adecuado para ayudarles a comprar o vender, pero no eres el producto.

Cuando pasas de promocionarte a ti mismo a promover el valor que aportas a los demás, tu postura cambia de recibir a dar. Tu objetivo ya no es llamar la atención o ser conocido, sino velar por los intereses de los demás (Fil 2:4). Ser una cara reconocible puede ser un resultado del servicio que prestas, pero no es el objetivo.

Cuando pasas de promocionarte a ti mismo a promover el valor que aportas a los demás, tu postura cambia de recibir a dar

Ministros y teólogos conocidos sirven de ejemplo de esta postura que honra a Dios. El apóstol Pablo adquirió notoriedad al difundir las enseñanzas de Jesús en el siglo I, y sus cartas del Nuevo Testamento siguen siendo estudiadas por los cristianos de hoy. Mi tiempo personal de estudio de la Biblia se apoya a veces en la lectura de los comentarios de hombres conocidos como Charles Spurgeon y R. C. Sproul. Incluso fuera de los círculos cristianos, la gente reconoce el nombre y la influencia de Billy Graham.

Estos hombres se hicieron famosos. Eran conocidos y se confiaba en ellos, lo que magnificaba la obra extendida que el Espíritu Santo llevó a cabo a través de la fidelidad de ellos. No se promocionaban a sí mismos. Aunque distaban mucho de ser silenciosos, el ruido que hacían no era el de la autoglorificación, sino el de exaltar el mensaje del evangelio. Estaban cumpliendo la gran comisión, como se les ordena hacer a todos los cristianos (Mt 28:19-20).

Si tu posición requiere que seas visto y conocido, considera qué tipo de ruido estás haciendo. ¿Estás representando bien a Cristo en el trabajo que haces?

Los cristianos deben ser agentes inmobiliarios que realicen cada venta con integridad, propietarios de negocios que lideren con humildad y servidores públicos que prioricen la honestidad por encima del beneficio personal. Cuando sirves a Dios y amas a la gente a través de tu carrera, pasas de la autopromoción a la promoción del mensaje de Cristo.

2. Cambia tu enfoque hacia la conexión en lugar de la promoción.

Somos mucho más capaces de vivir el principio bíblico de la humildad (Pr 11:2) cuando nos abstenemos sabiamente de presumir de nosotros mismos (Jr 9:23-24). En lugar de contar a nuestros clientes sobre nuestros triunfos pasados o del éxito que esperamos, preguntémosles sobre ellos.

Pasar de la promoción a la conexión también tiene sentido desde un punto de vista comercial práctico. La principal preocupación de tu potencial cliente es «¿puede esta persona ayudarme?». Una relación humana auténtica es la mejor base para descubrir las necesidades de tus clientes y mostrarte de la manera que mejor les apoye a ellos y a sus situaciones únicas.

Este enfoque hacia el exterior sin duda te hará mejor en tu trabajo y ayudará a tus clientes a sentirse mejor cuidados en el proceso. Incluso si eligen ir en otra dirección, habrás representado bien a Cristo. Nunca se sabe cómo obrará el Espíritu a través de las semillas que se plantaron.

3. Cambia hacia una administración fiel y una ética del trabajo.

Analicemos el pasaje al que te has referido de 1 Tesalonicenses. Dado el contexto que rodea el texto, es probable que Pablo no estuviera dando instrucciones a los cristianos de Tesalónica para que pasaran completamente desapercibidos y no fueran escuchados. En cambio, el pasaje da instrucciones prácticas sobre cómo debe vivir la joven iglesia mientras espera el regreso de Cristo: con amor fraternal, ocupándose de sus propios asuntos y trabajando con sus manos (4:9-12).

Como Juan el Bautista, haz que tu ambición sea que los demás vean más a Jesús y menos a ti

Vemos pasajes relacionados en la segunda carta de Pablo a los cristianos de Tesalónica. Había oído que algunos «andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo» (2 Ts 3:11). Una vez más, los cristianos fueron animados a trabajar con tranquilidad, lo que Pablo parece equiparar con ocuparse de sus propios asuntos y cumplir con sus tareas (1 Ts 4:6-12; 2 Ts 3:6-12). La «vida tranquila» valora la paz con los demás y una ética de trabajo comprometida, incluso en los aspectos humildes o cotidianos de nuestra vida.

Independientemente del lugar que ocupes en tu carrera, el mensaje para todos los cristianos es el mismo: Jesús volverá. Mientras tanto, cumple fielmente con tus obligaciones diarias. Eso puede incluir vender casas, servir café, dirigir reuniones o limpiar los pisos de los baños. En cualquier caso, tu ética de trabajo y tu amor por los demás son actos de obediencia y fiel mayordomía mientras esperas el regreso de Cristo.

Al hacer estos importantes cambios, recuerda que eres un vehículo tanto para tu trabajo como para el mensaje del evangelio. El Espíritu de Dios se está moviendo. Mientras sigues haciendo el trabajo que te ha sido asignado, entrega tus interacciones diarias a Su obra. Como Juan el Bautista, haz que tu ambición sea que los demás vean más a Jesús y menos a ti (Jn 3:30).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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