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El gran pastor del siglo XIX, Charles Spurgeon, estaba comprometido en la formación de jóvenes para el ministerio pastoral. Una de las formas en que hizo esto fue dando conferencias regulares para los jóvenes que asistían a su Colegio de Pastores. Spurgeon quiso preparar a los jóvenes para la difícil tarea del ministerio:

La obra solemne de la que el ministerio cristiano se trata, demanda el todo del hombre, y lo mejor de él. Comprometerse con Él a medias es un insulto a Dios y al hombre.

Los métodos del ministerio han cambiado a lo largo de las décadas, pero los desafíos y alegrías de ministerio siguen siendo los mismos. Las conferencias de Spurgeon a sus estudiantes son tan relevantes hoy como lo fueron hace 150 años.

La prioridad de confirmar tu llamado

Uno de los asuntos más urgentes en la mente de Spurgeon era la realidad de que muchos hombres que eran pastores no eran en verdad llamados al ministerio. Cuando Spurgeon observó el panorama religioso de su época, llegó a la conclusión de que muchas iglesias estaban fracasando primeramente porque los hombres que las guiaban no eran llamados por Dios a ser pastores. Él dijo:

Que cientos han perdido su camino y tropezaron con un púlpito es penosamente evidente en los ministerios infructuosos y en las iglesias en decadencia que nos rodean. Es una calamidad espantosa para un hombre perder su vocación, y para la iglesia sobre la cual se impone a sí mismo, su error envuelve una aflicción de la más penosa naturaleza.

Las iglesias estaban infructuosas y decayendo porque los líderes de esas iglesias habían “perdido su camino” en lo que respecta al llamado divino al ministerio. Cuando un hombre que no está llamado al ministerio intenta dirigir una iglesia, los resultados son a menudo desastrosos.

Con este potencial de desastre siempre asomándose delante de él, Spurgeon presionaba a sus estudiantes para confirmar si era verdad que Dios les había llamado al ministerio.

O hermanos míos, asegúrese de trabajar en esto mientras que aún están en este proceso de preparación; y esfuércense con diligencia por ser aptos debido a su elevada vocación. Tendrás suficientes pruebas, y ¡ay de ti si no avanzas armado de pies a cabeza con una armadura de la prueba! Tendrás que correr con los jinetes, no dejes que los hombres de a pie te cansen mientras estás en tus estudios preliminares. El diablo está fuera y con él están muchos. Pruébense a ustedes mismos y que el Señor les prepare para el crisol y el horno que seguramente les esperan.

Deseo por el ministerio

Spurgeon ofreció a sus estudiantes tres maneras por las cuales podrían probar si eran o no llamados al ministerio. La primera señal de un llamado al ministerio era una señal que lo abarca todo: el deseo ineludible para la obra del ministerio. Él dijo:

Para tener un verdadero llamado al ministerio debe haber un irresistible, abrumador deseo y fuerte necesidad de decirle a otros lo que Dios ha hecho en nuestras propias almas…

Spurgeon estaba convencido de que un hombre llamado al ministerio simplemente no sería feliz haciendo otro tipo de trabajo. El hombre llamado al ministerio tenía un “fuego en sus huesos”, un impulso ineludible que le obligaba a ir al ministerio. Spurgeon puso un peso significante a este impulso interno, diciendo:

Debemos sentir que ¡ay de nosotros si no predicamos el evangelio! La Palabra de Dios debe ser para nosotros como fuego en nuestros huesos, de lo contrario, si entramos al ministerio, seremos infelices en él, seremos incapaces de soportar la autonegación que requiere, y será de poca utilidad a aquellos entre los que ministramos.

Aptitud para enseñar

La segunda señal de un llamado al ministerio era una aptitud para enseñar. En la experiencia de Spurgeon, muchos hombres que deseaban estar en el ministerio eran simplemente incapaces de enseñar. Una falta de capacidad para enseñar era una señal de que probablemente un hombre no era llamado al ministerio pastoral. Dios equipa a cada parte de su creación para cumplir sus propósitos. Él da alas a las aves para volar. El propósito de Dios para el “Leviatán” no era que volara y haría el ridículo si hubiera intentado volar. De la misma manera, el hombre que no es llamado al ministerio se encontrará así mismo incapaz de predicar.

Ciertamente, Dios no ha creado al gigante para volar, y si el leviatán tuviera un fuerte deseo de volar con la alondra, esto sería evidentemente una aspiración poco aconsejable, ya que no está equipado con alas. Si un hombre es llamado a predicar, él será dotado con un grado de capacidad de hablar, capacidad que cultivará y desarrollará. Si el don de la palabra no está ahí en una primera medida, no es probable que llegue desarrollarse alguna vez.

Una de las formas en que un hombre puede probar si tiene la habilidad de predicar es en realidad predicando a una congregación. Esta práctica, aunque puede ser un poco dolorosa para los que están en la congregación, le da al hombre una retroalimentación honesta de su aptitud para la enseñanza:

Esta no es de ninguna manera una ley que debería ser impuesta a todas las personas, pero aun así es una buena costumbre antigua en muchas de nuestras iglesias rurales que el joven que aspira al ministerio predique ante la iglesia. Difícilmente esto va ser una prueba agradable para el joven aspirante, y en muchos casos, será con mucha dificultad un ejercicio edificante para el pueblo; pero aun así puede probar ser una pieza de disciplina más saludable, y salvaguardar la exposición pública de la ignorancia desenfrenada.

Conversiones genuinas

La tercera y última señal del llamado de un hombre es que los hombres y las mujeres son en realidad traídos a Cristo a través de la obra de ellos. La salvación de las almas bajo el ministerio de un hombre era, en cierto sentido, el “sello” divino de la aprobación de Dios de dicho ministerio:

… Me parece que al un hombre ser apartado para el ministerio, su comisión no tiene sello hasta que almas son ganadas por medio de él mismo al conocimiento de Jesús.

Si un hombre trabajó durante bastante tiempo sin ver ningún fruto, el llamado del hombre debería ser puesto en duda.

El problema de los hombres que no son llamados entrando al ministerio continúa hoy. Tal vez ahora, más que nunca, necesitamos iglesias que sean dirigidas por hombres que estén firmemente convencidos de que Dios les ha llamado a su servicio. Al interactuar con aquellos que están considerando un llamado al ministerio, seríamos prudentes en prestar atención a las palabras de Spurgeon.


Publicado originalmente en Am I Called? Traducido por Román González.
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