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Primero entre iguales. Cuando se trata del gobierno de la iglesia, esta frase —derivada del latín primus inter pares y utilizada para describir al pastor principal de una iglesia local— toca un punto sensible. Después de todo, si alguien es el primero, entonces no somos iguales. ¿O sí lo somos? Se siente muy fuera de lugar en nuestro contexto actual, como si los pastores principales fueran a despertarse una mañana en el lado incorrecto de la historia.

Pero ¿y si te dijera que esta función refleja un principio que puede marcar la diferencia entre el deber y el deleite para un equipo de liderazgo de la iglesia? Para que el liderazgo de la iglesia florezca, la pluralidad de ancianos debe ser liderada.

Los ancianos necesitan un líder

A lo largo de la Biblia, cuando Dios decide ejecutar Su voluntad en la tierra, cuando revela Sus propósitos redentores, anuncia el futuro o libera a Su pueblo de la esclavitud, comienza con un líder. El Antiguo Testamento nos ofrece una galería de nombres que nos recuerdan la pauta habitual de Dios de utilizar a uno para influir en muchos: Noé, Abraham, Moisés, David, Nehemías, Jeremías, por nombrar algunos.

En los tiempos del Nuevo Testamento, se nos dice que Cristo escogió a los doce (Lc 6:12-16), pero Pedro ejercía de líder entre ellos. La iglesia primitiva disfrutaba de una pluralidad de liderazgo similar, aunque parece que Santiago ejercía un papel y una influencia únicos como líder clave de la congregación de Jerusalén (Hch 15:13; 21:18; 1 Co 15:7; Gá 1:19; 2:12). Lo mismo ocurre en la iglesia actual. El cuerpo de ancianos necesita un líder.

Ahora bien, casi puedo oírte decir: «¿Dónde hay alguna referencia a un pastor líder o principal en la Biblia?». Tienes razón. No hay un solo versículo bíblico contundente que pruebe decisivamente que las pluralidades deben asignar un pastor principal. Pero hay un amplio patrón de orden, un hermoso tapiz de liderazgo, que aparece desde las primeras páginas de la Escritura hasta las palabras finales en Apocalipsis.

El liderazgo no es una consecuencia de la caída, sino que representa el buen diseño de Dios para el florecimiento humano en un mundo bien ordenado

La necesidad de un primero entre iguales en las economías humanas coincide (aunque no es equivalente) con la forma en que el Hijo se somete a Su Padre en la encarnación (Fil 2:5-11), así como con el orden que Dios establece en el hogar (Ef 5:21-33). El liderazgo no es una consecuencia de la caída, sino que representa el buen diseño de Dios para el florecimiento humano en un mundo bien ordenado.

La perspectiva del siglo XIX

A mediados del siglo XIX, el profesor bautista del sur William Williams (1804-1885) ofreció un breve estudio histórico sobre cómo se desarrolló el papel de «primero entre iguales» (con citas del historiador Edward Gibbon):

«La falta de acción unida entre los diferentes presbíteros [ancianos] de la misma iglesia cuando todos tenían la misma autoridad», y el orden de las deliberaciones públicas que exigían que hubiera alguien «investido al menos con la autoridad de recoger los sentimientos y ejecutar las resoluciones»… de la iglesia, llevaron a nombrar a uno de ellos como presidente o moderador permanente. El título de obispo, que se aplicaba a todos los ancianos, pasó después a aplicarse exclusivamente al presidente-anciano, como lo llama todavía Justino a mediados del siglo II, simplemente para distinguirlo de sus co-ancianos iguales. No era superior a ellos, sino solo «primero entre iguales». (Polity, 532; énfasis mío)

Williams nos ofrece varias joyas en este pequeño párrafo. Nos dice tanto lo que un primus inter pares («primero entre iguales») no es, como también lo que es.

No es alguien que manda y controla

Hoy en día, los líderes cristianos suelen extraer su modelo de liderazgo de fuentes fuera de la Biblia. No me malinterpretes: es bueno leer ampliamente. Hay que leer para liderar. Pero la literatura y la práctica del liderazgo eclesiástico a menudo se basa principalmente en el mundo de los negocios, que a su vez toma prestado libremente de lo militar.

En el ámbito militar, especialmente durante la guerra, el mando y el control son una necesidad. Nunca es bueno detenerte y cuestionar a tu comandante cuando estás recibiendo fuego. Mi hijo tuvo seis despliegues en el ejército, varios de ellos en zonas rojas. Cuando estaba allí, no hubiera querido que su oficial superior se detuviera y convocara al grupo para una colaboración en medio del asalto. Cuando estás tomando una colina, tener una estructura de autoridad centralizada y de arriba hacia abajo es necesario. En tiempos de guerra, se necesita un comandante que imponga el cumplimiento y discipline todo lo que no sea obediencia total. Hay que compadecer al pobre pelotón cuyo líder se limite a «recoger los sentimientos y ejecutar las resoluciones» del grupo.

Pero no podemos importar un modelo de liderazgo de mando y control en el cuerpo de ancianos de una iglesia local, donde la cultura (así como los medios de hacer ministerio) deben ser definidos por la Escritura y el fruto del Espíritu. Independientemente de lo que signifique «primero entre iguales», no significa que sea el gobernante absoluto del equipo. Como dice Williams, «no era superior a ellos».

No podemos importar un modelo de liderazgo de mando y control, nuestro modelo debe ser definido por la Escritura y el fruto del Espíritu

De hecho, es peligroso cuando los pastores organizan su visión del liderazgo en torno a la palabra primero en «primero entre iguales», cuando la opinión del pastor principal es lo primero, sus preferencias primero, sus sensibilidades primero, sus derechos primero. Una cultura de equipo impulsada por el primus suele incubar exigencias de celebridad y ecosistemas de liderazgo basados en el poder y la autoridad. Para la pluralidad, el equipo de la iglesia, o la congregación, esto juega como una máquina de karaoke en un funeral: gravemente equivocado y absolutamente fuera de lugar.

Los líderes impulsados por el primus pueden verse tentados a relegar el carácter piadoso y el servicio humilde a los márgenes, condenando a sus compañeros de equipo a una cultura basada en el miedo y la inseguridad. Cuando esto sucede, el equipo sabe que sirve a gusto del líder principal, cuya agenda define la dirección y cuya perspectiva dicta la realidad. No es de extrañar que la rotación de personal sea común; los miembros del equipo se van porque el liderazgo superior ya no es tolerable. O lo que es peor, ya no se les respeta.

No es un simple moderador

En nuestra cultura cínica, es mucho más fácil apoyar la pluralidad que al que se siente llamado a liderar una. A las personas les encanta la democracia, la igualdad, la intercambiabilidad y la rendición de cuentas que implica la pluralidad. Este modelo impulsado por los pares se siente extremadamente iluminado, notablemente justo. Las sospechas se agitan ante el hombre descarriado que siente un llamado distintivo para ejercer el don del liderazgo (Ro 12:8). Se siente como una conspiración de poder contra los laicos. Centrar la predicación y el liderazgo en uno es disminuir la fuerza de todos.

He conocido iglesias en las que los ancianos no estaban adornados con líderes principales. Donde se ve que este modelo funciona bien, se debe típicamente a algunos ancianos notablemente humildes que buscan mantener una visión de principios. Pero creo que funciona en contra de un orden esbozado en las Escrituras y aplicado a lo largo de la historia de la iglesia y de la civilización humana. En los casos en los que el modelo sin líder parece estar funcionando, lo más probable es que alguien sea, de hecho, el iniciador consistente y el que frena, el coleccionista de sentimientos y el ejecutor de las resoluciones del grupo. Es solo una influencia encubierta sin un título.

Sin embargo, para la mayoría de los equipos de ancianos, realmente previene la confusión y ayuda a evitar el mal uso de la autoridad el identificar las verdaderas fuentes de liderazgo y poder. Por otra parte, en muchos casos, la ausencia de este orden conlleva la presencia del caos, ya que las visiones conflictivas, la falta de cuidado de los ancianos y las complejidades de la alineación tientan consistentemente contra la unidad de los equipos de ancianos. De hecho, Williams nos dice que el papel de «primero entre iguales» surgió por «falta de acción unida». A fin de cuentas, la acción desunida suele tener un efecto divisor.

Es un líder entre

Estos dos errores —el error del ministerio prepotente impulsado por el primus y el error del ministerio igualitario impulsado por el pares— ponen de relieve la verdad de que, para ser saludables, tanto el cuerpo de ancianos como el líder principal deben operar dentro de una tensión impulsada por la humildad.

Por un lado, el pastor principal aboga por las opiniones y la participación del equipo como un todo. Como observa Williams, debe «recoger los sentimientos» de los ancianos, lo que requiere escuchar bien mientras solicita el consejo de ellos, comprende sus pensamientos y se apoya en sus dones.

Por otro lado, la pluralidad de ancianos crea un espacio para que el papel del líder use realmente sus dones para dirigir. Una vez más, Williams es claro. Nos dice que el «primero entre los iguales» está investido de autoridad para «ejecutar las resoluciones de la iglesia». Esto significa que los ancianos conceden al líder principal latitud y seguimiento para ordenar y dirigir sus esfuerzos.

Para que el liderazgo de la iglesia florezca, la pluralidad de ancianos debe ser liderada

Pero no pienses en un comandante de batallón o en un director ejecutivo. Como Andy Crouch dijo una vez: «¡Piensa en un director de orquesta!». El liderazgo del pastor principal no coacciona hacia la acción, sino que dirige a personas hábiles cuyos dones deben ser organizados, priorizados y unificados para producir una música magnífica. El resultado es una hermosa mezcla de liderazgo y trabajo en equipo, donde los ancianos permanecen atentos a la dirección del líder principal, y el pastor principal sabe que necesita los dones y la unidad de todo el equipo para que la iglesia florezca. ¿Por qué es esto tan crucial? Para que el liderazgo de la iglesia florezca, la pluralidad de ancianos debe ser liderada.

Un llamado a la valentía

Una pluralidad sana dirigida por un líder humilde no es accidental. Ocurre allí donde los hombres tienen la valentía de aplicar el evangelio. En una muestra de humildad que se despoja de sí misma (Fil 2:5-11), los ancianos se subordinan y nombran a un líder como «primero entre los iguales». Mediante muestras abnegadas de amor que recuerdan la cruz, el pastor principal encarna la aplicación de Cristo de «primero» entre ellos como uno que sirve (Mt 20:26-27). Dentro de la exquisita tortura de esta tensión entre «primero» e «iguales», el evangelio se hace más precioso, y el liderazgo humilde de uno aumenta el gozo del ministerio para muchos.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Equipo Coalición.
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