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Nadie, aparte de los autores bíblicos, me ha influenciado tanto personalmente como lo ha hecho Jonathan Edwards. Entonces, aquí diez cosas que usted debería saber acerca de su vida y ministerio.

(1) Edwards nació el 5 de octubre de 1703, en East Windsor, Connecticut. Tuvo 10 hermanas (ningún hermano), ¡todas medían por lo menos un metro ochenta de altura! La abuela paterna de Jonathan era una adúltera crónica que tuvo un hijo con otro hombre. Era psicótica, a menudo dada a ataques de perversidad, rabia, y amenazas de violencia (su hermana asesinó a su propio hijo, y su hermano mató a otra hermana con un hacha). Con el tiempo, ella abandonó a su familia y el abuelo de Jonathan se divorció finalmente de ella. Durante sus primeros años, Edwards recibió un extenso entrenamiento teológico por parte de su padre. Podía leer latín a los seis años, griego y el hebreo a los doce.

Entró en la universidad de Yale como estudiante a la edad de 13 años y estudió allí desde 1716-1720. Esto no es tan sorprendente como parece, pues la edad promedio para comenzar la universidad era 16 años. Comenzó sus estudios en septiembre, en el Connecticut Collegiate School de Wethersfield. En octubre se traslada a New Haven para estudiar en el recientemente construido Yale College, pero pronto regresa a Wethersfield debido a un desacuerdo con el tutor Samuel Johnson. Tras la destitución de Johnson, Edwards regresa a New Haven en junio. Mientras cursaba su último año (durante el invierno de 1719-20), cayó terriblemente enfermo de pleuresía. En septiembre pronunció el discurso de graduación en latín.

(2) Es difícil precisar la fecha de su conversión, pero es probable que fuese en la primavera de 1721. Habló de ello, considerando su respuesta a 1 Timoteo 1:17.

“La primera vez que recuerdo haber encontrado algo de ese tipo de dulce deleite interior en Dios y en las cosas divinas, y en el cual he vivido mucho desde entonces, fue al leer esas palabras, 1 Timoteo 1:17: ‘Por tanto, al Rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, a Él sea honor y gloria por los siglos de los siglos, Amén.’ Cuando leí las palabras, entró en mi alma y ​​fue como si se difundiera a través de ella la sensación de la gloria del Ser Divino; un nuevo sentido, muy diferente de cualquier cosa que hubiese experimentado antes. Nunca las palabras de la Escritura me parecieron como éstas. Pensé dentro de mí mismo lo excelente era ese Ser, y cuán feliz sería yo si pudiera disfrutar de ese Dios, y estar envuelto en Dios, en el cielo, y ser como absorbido en Él. Seguía diciéndolo, como si cantara sobre estas palabras de las Escrituras a mí mismo, y fui a orar, pidiéndole a Dios que pudiera disfrutarlo; y oré de una manera muy diferente de lo que solía hacerlo, con un nuevo tipo de afecto” (Narrativa Personal).

(3) Desde agosto de 1722 hasta abril de 1723 sirvió como pastor de una iglesia presbiteriana en la ciudad de Nueva York. A finales del otoño de 1722 empezó a escribir sus “resoluciones”. La 70ª y última resolución la escribió el 17 de agosto de 1723. En diciembre comenzó un diario espiritual en el que escribió intermitentemente de 1722 a 1725, con cuatro anotaciones adicionales en 1734-35. Durante este período también comienza el “catálogo” de libros que había leído o deseaba leer. Cuando Edwards llegó a Nueva York, había estado envuelto durante casi dieciocho meses en una discusión con su padre y su madre acerca de la esencia de la conversión (Yale 10:261-78). Escribe en su diario el 12 de agosto de 1723: “Principalmente, lo que ahora me hace reflexionar acerca de mi condición interior es el no haber experimentado la conversión en esos pasos específicos en los que el pueblo de Nueva Inglaterra, y antiguamente los disidentes de la vieja Inglaterra, solían experimentarla, por lo tanto, ahora resolví que nunca dejaría de buscar el fondo del asunto hasta que haya encontrado satisfactoriamente la verdadera razón y fundamento por los cuales se convirtieron de esa manera”.

(4) En octubre de 1722 escribe su primera anotación de lo que se conocería como las “misceláneas”. Estas anotaciones, de las que hay más de 1,400, variaban en longitud, desde un párrafo corto hasta varias páginas:

“Mi método de estudio, desde el comienzo de mi trabajo en el ministerio, ha sido mayormente por escrito; aplicándome de esta manera a mejorar cada indicio importante; persiguiendo la pista al máximo, cuando alguna inspiración en mi mente, algo en la lectura, la meditación o la conversación, pareciese prometer la iluminación de cualquier tema importante. Escribiendo así lo que me parecían mis mejores pensamientos sobre innumerables temas, para mi propio beneficio. Cuanto más proseguía mis estudios en este método, más habitual se hacía, y más agradable y provechoso lo encontraba” (Carta a los fideicomisarios del Colegio de Nueva Jersey, 19 de octubre de 1757).

(5) En 1723 escribió este poema elogiando a Sarah Pierpont, su futura esposa. Ella tenía solo 13 años en ese momento, y Jonathan 20.

“Dicen que hay una joven en New Haven que es amada por ese Ser omnipotente que hizo y gobierna el mundo, y que hay ciertas estaciones en las que este gran Ser, de alguna manera u otra, invisiblemente viene a ella y llena su mente con tan dulce deleite que ella no se interesa en otra cosa excepto que en meditar en Él. Que ella espera que en algún momento será recibida donde Él está, ascendida de este mundo al cielo donde Él se encuentra, segura de que Él la ama demasiado para dejarla alejada de Él. Allí habitará con Él, y será cautivada con su amor y deleite para siempre. Por lo tanto, si se le presenta el mundo entero ante ella, con las mayores riquezas de sus tesoros, ella los ignora y no se preocupa por ello, y no tiene en cuenta ningún dolor o aflicción. Tiene una extraña dulzura en su mente y una singular pureza en sus afectos; es muy justa y recta en todas sus acciones; y no podrías persuadirla de hacer nada malo o pecaminoso, aunque le dieras todo el mundo, para no ofender a este gran Ser. Ella tiene una maravillosa dulzura, tranquilidad, y pensamiento de benevolencia universal; especialmente después de aquellos momentos en que este gran Dios se ha manifestado a su mente. A veces va de un lugar a otro cantando dulcemente; y parece estar siempre alegre y complacida, y nadie sabe por qué. Le encanta estar sola y pasear por los campos y las montañas, y parece tener a alguien invisible conversando con ella siempre”.

(6) Fue elegido tutor en Yale el 21 de mayo de 1724, y sirvió allí hasta 1726. Contrajo una enfermedad grave en el otoño de 1725 que duró tres meses: “En esta enfermedad Dios se complació en visitarme de nuevo con las dulces influencias de su Espíritu. Mi mente estaba muy ocupada en ello, en las divinas y agradables contemplaciones y anhelos del alma” (Narrativa personal). En septiembre de 1724 tiene una crisis espiritual no identificada que lo lleva a una depresión que dura tres años. La siguiente anotación en su diario tiene como fecha el 26 de septiembre de 1726:

“Hace apenas unos tres años que he estado mayormente en un estado y una condición de tristeza y depresión, miserablemente insensible con respecto a quien yo solía ser espiritualmente. Eso fue hace tres años, la semana antes del inicio de clases; casi al mismo tiempo este año empecé a ser, de cierta manera, como solía ser” (Yale, 16: 788).

(7) El 29 de agosto de 1726 se le pide que asista a su abuelo, Solomon Stoddard, en la iglesia de Northampton. Es ordenado el 15 de febrero de 1727. El 11 de febrero de 1729, Stoddard muere y Edwards se convierte en pastor de la iglesia. En 1735 la iglesia tenía aproximadamente 620 miembros. Era costumbre que Edwards pasara 13 horas al día en su estudio. Sin embargo, contrariamente a la opinión generalizada, era todo menos un recluso académico. Siempre estuvo disponible tanto para su familia como para su congregación, y generalmente los recibía en su estudio para consejería y oración.

Samuel Hopkins (que más tarde se convertiría en el único testigo ocular en escribir una biografía de Edwards) escribió acerca de él:

“Aunque era de constitución frágil, sin embargo, pocos estudiantes son capaces de una dedicación similar o más prolongada que él. Normalmente pasaba trece horas, todos los días, en su estudio. Su recreación habitual en verano era montar a caballo y caminar. Normalmente, a menos que fuera impedido por invitados, cabalgaba dos o tres millas después de la cena a alguna arboleda solitaria, donde desmontaba y caminaba un rato. En esas ocasiones llevaba consigo su pluma y tinta para anotar cualquier pensamiento que pudiera surgir, y que aportase alguna iluminación sobre cualquier tema importante. En el invierno, casi todos los días, acostumbraba tomar un hacha y cortar madera, moderadamente, por espacio de media hora o más”.

(8) La gira de predicación de George Whitefield en Nueva Inglaterra, entre 1740-42, produce el Primer Gran Avivamiento. Whitefield llegó a Northampton el 17 de octubre y predicó el domingo por la mañana, y nuevamente en casa de Edwards esa noche, así como tres veces más durante los próximos dos días. Whitefield informó que Edwards “lloró durante toda su presentación”. Según Edwards, “La congregación fue extraordinariamente consumida por cada sermón; casi toda la asamblea lloró durante la mayor parte del sermón” (Yale, 4:545).

(9) El 22 de junio de 1750 Edwards fue despedido del pastorado en Northampton. Entre las razones más citadas figuran: las peticiones de aumento de salario (11 hijos); su denuncia a la práctica entre jóvenes de compartir una cama sin tener contacto físico; sus sermones sobre los “malos libros” y la identificación pública de los inocentes (jóvenes de 20 años, miembros de la iglesia, habían obtenido un manual de parteras que contenía imágenes de la anatomía femenina, y se burlaban de las jóvenes de la ciudad) y, quizá lo más importante, su oposición a la doctrina de Stoddard sobre la Cena del Señor como “sacramento de conversión” (junto con su determinación de revocar el “pacto del medio camino”, ya que afectaba el bautismo). De los 230 hombres que votaron, solo 23 estuvieron a su favor.

Predicó su sermón de despedida el 2 de julio de 1750, sobre 2 Corintios 1:14. Cuatro días más tarde, escribió a John Erskine: “No estoy preparado para otro oficio que no sea estudiar; seré incapaz de conseguir un empleo secular. Estamos en las manos de Dios, y lo bendigo. No me aflige que nos hayan despachado”. Edwards continuó usando el púlpito en Northhampton de julio a noviembre, en varias ocasiones, después de su despido.

En junio de 1751 se instala en Stockbridge, Massachusetts, como pastor y misionero a los indígenas. Durante su estancia allí termina cuatro tratados teológicos importantes: Una investigación cuidadosa y estricta de las nociones modernas predominantes sobre el libre albedrío; Disertación sobre la razón por la cual Dios creó el mundo; La naturaleza de la verdadera virtud; y La gran doctrina cristiana del pecado original defendida.

(10) El 16 de febrero de 1758 es instaurado como presidente del Colegio de New Jersey (actualmente la Universidad de Princeton). En su carta del 19 de octubre de 1757, Edwards respondió a la invitación de los fideicomisarios para que asumiera esta nueva posición. Entre las razones por las que se sintió incapaz para ese deber está la siguiente:

“Tengo una constitución peculiarmente infeliz en muchos aspectos, acompañada de un cuerpo flácido, apagado, de escasa fluidez, y de espíritu abatido, ocasionando a menudo una especie de debilidad infantil y una despreciable oratoria, presencia, y comportamiento; soy de una monotonía y una rigidez desagradables, incapacitándome para la conversación, pero más concretamente, para el gobierno de una universidad” (Yale, 16:726). También citó lo que creía que era su deficiencia “en algunas partes del aprendizaje, particularmente en álgebra, y en los conceptos superiores de las matemáticas”.

Un mes después de asumir su posición en Princeton, Edwards fue inoculado contra la viruela (23 de febrero). Contrajo fiebre, de la que murió el 22 de marzo. Sus últimas palabras fueron escritas a su hija Lucy.

“Querida Lucy, me parece que es la voluntad de Dios que deba dejarte pronto. Por lo tanto, dale todo mi amor a mi querida esposa, y dile que la unión poco común que ha subsistido entre nosotros durante tanto tiempo ha sido de tal naturaleza que confío en que es espiritual, y por lo tanto continuará para siempre, y espero que ella recibirá apoyo ante tan penosa situación, y se someterá alegremente a la voluntad de Dios. Y en cuanto a mis hijos, ahora serán huérfanos, lo que espero sea un estímulo para que busquen a un Padre que nunca les fallará”.

Sarah estaba muy enferma cuando recibió la noticia por carta. El 3 de abril escribió a su hija Esther:

“¿Qué puedo decir? Un Dios santo y bueno nos ha cubierto con una nube oscura. ¡Oh, que podamos besar la vara de corrección, y colocar nuestras manos sobre nuestras bocas! El Señor lo ha hecho. Me ha llevado a adorar su bondad por habérnoslo mantenido tanto tiempo. Pero mi Dios vive y Él posee mi corazón. ¡Oh, qué herencia nos ha dejado mi marido, y tu padre! Todos nos hemos entregado a Dios: y allí estoy y amo estar. Tu siempre afectuosa madre, Sarah Edwards”.

Sarah Edwards muere de disentería en Filadelfia el 2 de octubre de 1758. Tenía 48 años.


Publicado originalmente por Sam Storms. Traducido por Juana Gerváis.
Imagen: Wikipedia.
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