Hace algún tiempo creía que las suposiciones eran una parte natural e inofensiva del pensamiento. Sin embargo, después de una intensa temporada de incertidumbre, el campo más fértil para las suposiciones, probé su amargo resultado: el doloroso y abrupto fin de una amistad. Durante las siguientes semanas, las suposiciones brotaron en ansiedad intensa y profunda tristeza.
Gracias a Dios, nada se escapa de Su mano. Mi Salvador utilizó todo esto, incluso las consecuencias de mi pecado, para llevarme una vez más a Sus pies en arrepentimiento, al recordarme Su perfecta providencia.
Ahora tengo más cuidado con la presencia de las suposiciones. Comprendí que ellas matan la confianza del creyente en Dios, lastiman a otros y se alimentan del ídolo de la seguridad y la certeza. Estas crean una falsa ilusión de control, pero sus resultados son catastróficos en nuestras relaciones a corto y largo plazo.
En este artículo, quiero compartirte cuatro verdades que he aprendido con lágrimas, pero también con esperanza.
1. Las suposiciones lastiman a otros, al juzgarlos según nuestras percepciones.
¿Te ha pasado que interpretas las motivaciones de otras personas solo por ver su comportamiento? Como cuando una persona habla mucho y pensamos que siempre quiere tener la razón. O cuando una persona no saluda concluimos que es narcisista.
¿Qué tienen en común Elí, los fariseos y los amigos de Job? Todos maquinaron suposiciones que les llevaron a pensar lo peor de las otras personas. Ana oraba a Dios por un hijo, pero Elí supuso que estaba borracha (1 S 1:12-16). Job compartió con sus amigos su angustia, pero ellos pensaron que sufría por su pecado (Job 2:11-13). Y los fariseos supusieron que Jesús obraba con el poder de Satanás y trajeron mayor condenación para sí mismos (Mt 12:22-24).
Las suposiciones nos llevan a creer lo mejor de nuestro juicio y lo peor del comportamiento del otro. Tratamos de robar el atributo de Dios como Juez justo y verdadero
Las suposiciones nos llevan a creer lo mejor de nuestro juicio y lo peor del comportamiento del otro. Esto puede llegar a lastimar profundamente a nuestro prójimo y cargarlo innecesariamente. Reclamos, insistencia y prisa pueden generar angustia, indiferencia, conflictos innecesarios, toma de decisiones apresuradas y rechazo.
El ser humano es orgulloso y muchas veces actúa con base en su deseo de tener la razón o por sus sentimientos. Aunque conozcamos bien a una persona, antes de emitir una conclusión sobre ella, es bueno evaluar nuestra perspectiva para caminar en humildad y acercarnos con preguntas y con la posibilidad de estar equivocados.
2. Las suposiciones muestran nuestro orgullo, al querer ocupar el lugar de Dios.
En nuestra condición como pecadores, podemos tratar de usurpar el lugar de Dios como Juez justo y verdadero: hacemos juicios egoístas y mentirosos, cuando tratamos de «autoprotegernos» de la incertidumbre. Buscamos seguridad cuando maquinamos explicaciones del comportamiento del otro o de una situación, como cuando una madre ve un moretón en la pierna de su hijo y en seguida supone que tiene una enfermedad terminal. Nuestras suposiciones pueden ser el reflejo de un orgullo latente, en constante ebullición, que busca respuestas y verdades lejos del Dios que da certeza.
Este orgullo hace, a su vez, juicios de otros rápidamente; ya sea por una idealización excesiva: «Ella es tan humilde, por eso todos le hacen caso», o por un desprecio fundamentado en el desconocimiento: «Él toma malas decisiones y por eso está enfermo». ¿Qué esperamos con las suposiciones? Nos apresuramos y pecamos al no juzgar con un juicio justo, sino basados en las apariencias (Jn 7:24). Esta actitud soberbia surge cuando se mezclan la incertidumbre, la imaginación y el anhelo de controlar lo que no sabemos (cp. 1 Co 4:5). Las suposiciones son una ametralladora contra el gozo presente y las relaciones.
Nuestras suposiciones pueden ser el reflejo de un orgullo latente, el cual busca respuestas y verdades lejos del Dios que da certeza
También tratamos de robarnos la omnisciencia de Dios al querer dar claridad a todo. Sin embargo, muchas veces es bueno tener incertidumbre, porque esta nos humilla ante el trono celestial y nos anima a descansar en la voluntad de Dios. Isaías dice que en la quietud y la confianza está nuestro poder (Is 30:15). El Señor nos da paz cuando estamos de rodillas, y Su producto es el carácter probado de la paciencia y la sobriedad ante cualquier escenario donde las suposiciones podrían destruirnos. Los creyentes estamos llamados a confiar en Dios, esperar y descansar en Su soberanía.
Sin embargo, al dejarnos llevar por las suposiciones, la vanidad de querer saberlo todo entra en acción y nos empuja a tomar acciones que usualmente dejan a Dios fuera de la ecuación. Esta actitud comprueba que el conocimiento que tenemos de la gracia y sabiduría divina es superficial, en lugar de profundas convicciones que nos mueven a una obediencia dependiente.
3. Las suposiciones prometen un descanso temporal, pero traen angustia.
«¡Si no me escribe es porque no le importo!», me dijo una aconsejada. Pude reconocer ese mismo patrón en mí, hacía unos meses, y me alarmé.
«¡Espera!», le respondí. «No sabes si eso es verdad. Si solo buscas forzarlo a responder, eso se puede convertir en una trampa: te dará la sensación momentánea de alivio por tener una respuesta, pero pronto volverás a sentir angustia. Se convertirá en un lazo para ti y en un yugo para él (cp. Pr 3:5-6). ¿Dónde está puesta tu confianza?».
Muchas veces, por el deseo profundo de autoprotección, recurrimos a suposiciones como una defensa contra la decepción, el fracaso o la desesperanza. Pero si nos dejamos guiar por ellas, terminaremos cosechando exactamente eso que queremos evitar (cp. Job 3:25-26).
Querido lector, es una trampa pensar que nuestras suposiciones nos dan seguridad. Las suposiciones aparentan ser escenarios exageradamente ideales, pero lo suficientemente creíbles para satisfacer temporalmente nuestro deseo de control con su apariencia de verdad. Sin embargo, suelen ser mentiras que nos atrapan en un bucle de más inseguridad. A menudo nos convertimos por voluntad propia en necios (Pr 18:13) y nos olvidamos de la omnipresencia de Dios, Su amoroso control de las cosas y Su sabiduría que rige el universo y todos los asuntos de nuestra vida.
4. Ante este patrón, debemos arrepentirnos y confiar en la guía y soberanía de Dios.
Las suposiciones son tan peligrosas e invasivas que pueden dictar nuestros días y, como si fuera una daga, apuñalarnos con desesperanza y herir a otros con su presencia. Pueden cargarnos con nuestro pasado, aplastarnos en nuestro presente y destruir nuestro futuro.
En el arrepentimiento está nuestro recate de las suposiciones, pues este nos empuja a morir a nosotros, para que Cristo sea vivificado
Sin embargo, reconocerlas también es una oportunidad en las manos del Alfarero para correr a Él en arrepentimiento, mientras nos humillamos bajo Su poderosa mano y esperamos en silencio, confiadamente, con paciencia en Su voluntad. Así, Él nos exaltará a Su debido tiempo, liberándonos de nosotros y de los ataques del enemigo (1 P 5:6-8). En el arrepentimiento está nuestro rescate de las suposiciones (Is 30:15), pues este nos empuja a morir a nosotros, para que Cristo sea vivificado (Gá 2:20).
Fácil es suponer; difícil es confiar. Pero ¡cuánto alivio y gozo encontramos en el evangelio y en la promesa del Espíritu Santo, quien nos transforma por medio de Su Palabra (Jn 14:15-26)!
Hasta que no hayan más suposiciones
Últimamente, cuando me enfrento con las suposiciones, escribo oraciones sobre las situaciones que atravieso, para batallar contra el espiral descendente de la angustia, la preocupación y los escenarios que me dan motivo para actuar y reaccionar pecaminosamente.
He aprendido que, cuando en nuestra mente abundan los «¿y si…?» —¿Y si no me llaman del trabajo? ¿Y si me rechazan? ¿Y si tengo una enfermedad? ¿Y si no es la voluntad de Dios? ¿Y si no soy amado por los que amo? ¿Y si lucho con esto toda mi vida?—, el evangelio viene a transformar cada «¿y si?» en un «aunque» (Hab 3:17-19):
- Aunque no me llamen del trabajo…
- Aunque me rechacen…
- Aunque no tenga lo que deseo…
- Aunque no me amen los que amo…
- Aunque sufra una enfermedad…
- Aunque luche con esto toda mi vida… en Cristo estoy confiada.
Dios tiene un plan: obrar para el bien de quienes le amamos (Ro 8:28); con un propósito: conformarnos a la imagen de Su hijo para Su gloria (Ro 8:29); y una promesa: perfeccionar Su obra en nosotros hasta Su regreso (Fil 1:6). Por eso puedo decir: «Él existe, Él es mi Pastor, Él me sostiene. Él me perdona. Estaré bien. Hoy, un día a la vez, decido confiar. Ayúdame, Señor».
Ya sea que las suposiciones aparezcan por autoprotección, temor a fallar, deseo de control o incredulidad, Dios nos da esperanza. Él nos sigue amando por medio de Cristo, nos da acceso a Su trono para obtener Su ayuda, y está comprometido con que crezcamos en confianza y fe, hasta que nos llame a nuestro hogar celestial, donde ya no habrán suposiciones, sino solo certezas.