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Casi todos hemos tenido oportunidad de interactuar con personas en nuestro trabajo que provienen de diferentes trasfondos y religiones. En ocasiones, estas relaciones no avanzan tanto como otras porque creemos que no tenemos mucho en común con ellos, y por lo tanto no hay nada que nos motive a conectarnos. Más bien, sentimos una gran separación porque ellos hablan mucho de su dios y de una filosofía de vida que es completamente opuesta a lo que Dios nos ha llamado, y no sabemos cómo responder a esto.

Permíteme compartirte algunos consejos que pueden ayudarte a relacionarte mejor con personas de otras religiones en tu trabajo (o en cualquier lugar donde Dios te haya puesto). Recuerda que no estás solo, el Señor camina contigo, capacitándote con el poder de su Espíritu Santo para toda buena obra y piedad (2 P. 1:3).

Pídele a Dios un amor sincero por las personas con las que interactúas, para que establezcas una relación de gracia con ellos

Sembramos la semilla del evangelio al orar, escuchar, y caminar junto a ellos en los momentos difíciles, o al celebrar sus triunfos.

Cuando tus colegas inicien conversaciones totalmente desviadas de la verdad de Dios, no tomes la actitud de corregirlos sin antes haber establecido relaciones de confianza que te permitan ser escuchado y respetado, en lugar de hacerte ver como una persona orgullosa y religiosa que se siente superior a los demás.

Tal vez el escenario para otros sea diferente, pues sus trabajos son tan demandantes en concentración y esfuerzo que simplemente pasan el día laboral sin cruzar palabra con una persona, quizás ignorando intencionalmente sus conversaciones a la espera del final de la jornada para regresar a casa.

Cualquiera que sea tu situación, si sumergido en medio de conversaciones complejas o si encerrado en tu propio trabajo, recuerda que Dios te ha puesto allí para ser luz. Pídele a Dios que plante en tu corazón el deseo de orar por tus colegas, y de buscar intencionalmente una relación espiritual para compartirles el mensaje de salvación. Que ellos puedan ver que tienes un deseo genuino de escuchar sus historias, entender sus trasfondos, y conocer más sobre su forma de pensar.

De esta manera sembramos la semilla del evangelio: orando, escuchando, caminando junto a ellos en los momentos difíciles, o al celebrar sus triunfos. Es en medio de esta búsqueda intencional por tener una relación espiritual que surgirán los momentos que el Señor puede usar para plantar la semilla de su Palabra. Pero recuerda, estas relaciones no comienzan con debates acerca de la moralidad, sino con un genuino interés y compasión por las personas que nos rodean.

Ama a tu prójimo con un corazón genuino, así como Dios ha amado sacrificialmente a su creación con el fin de salvarla.

Busca temas en común para crear conversaciones que te lleven a la evangelización

En el pasado me he encontrado con personas en el trabajo que, al enterarse que soy cristiana, me han dicho: “Yo entiendo que eres cristiana, y lo respeto. Pero yo soy de otra religión, así que espero que tú aceptes mis creencias, y es mejor que no toquemos el tema. Yo te respeto, y tú me respetas”.

En momentos como esos me ha ayudado recordar que no estoy en el mundo para defenderme, subir la guardia, y sentirme ofendida por estas palabras. Jesús nos advirtió: “Si el mundo los odia, sepan que Me ha odiado a Mí antes que a ustedes. Si ustedes fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no son del mundo, sino que Yo los escogí de entre el mundo, por eso el mundo los odia” (Jn. 15:18-19). Él fue rechazado por el mundo, lo calumniaron, y se burlaron de Él. Así que Él te entiende y puede darte la misma compasión y sabiduría que mostró ante sus enemigos.

Aun en medio de la oposición y el abierto rechazo, Dios puede darte oportunidades para entablar conversaciones profundas que no necesariamente iniciarán con Dios o el evangelio, pero que con la ayuda del Espíritu Santo pueden ayudarnos a cultivar relaciones intencionales que servirán como una plataforma para la proclamación de la verdad.

Recuerdo que en una ocasión mi esposo estaba compartiéndole de Cristo alguien, y luego de escucharlo por un momento, esta persona enfurecida le dijo: “¡No me hables más de esto! ¡No quiero escuchar más!”. Inmediatamente mi esposo se detuvo, y le dijo: “Entiendo que no quieres conversar más sobre esto, ¡y está bien! ¿De qué otra cosa podemos hablar? Dime, ¿qué deporte te gusta?”. La persona quedó tan sorprendida ante esta blanda respuesta, que se calmó, le pidió perdón, y le dijo: “Está bien. Hablemos de fútbol”. La capacidad de entender la incomodidad de esta persona y la disposición de cambiar el tema le demostró que el interés de mi esposo no era convertirlo a una religión sino más bien cultivar una relación auténtica que seguramente dará oportunidad de compartir en el evangelio en el futuro (1 P. 3:15-16).

Dios puede darte oportunidades para entablar conversaciones profundas que no necesariamente iniciarán con Dios o el evangelio.

Permanece en Dios, sé fiel a Él

En Juan 15:5 Jesús nos enseña que dependemos de Él para llevar fruto. Así que si queremos ser fieles en la misión que Dios nos ha dado al interactuar con personas de otras religiones, eso requerirá que permanezcamos en Jesús. En otras palabras, debemos conducirnos en el trabajo (y fuera de este) con pureza, honestidad, y esfuerzo en todo lo que hagamos.

El Señor no está pidiendo que simplemente vayas de oficina en oficina o edificio en edificio predicando el evangelio y obligando a las personas a escucharte y volverse a Dios. Él desea desarrollar en nosotros un corazón profundamente dependiente y confiado en Él, para hacer en nosotros y a través de nosotros lo que solo Él puede hacer: que otros escuchen su Palabra y obrar su salvación en esas personas.

Así que, no nos cansemos de hacer el bien (Gá. 6:9). En medio de las burlas, el rechazo, o en los comentarios fuera de lugar, seamos la luz de Cristo al cultivar relaciones de confianza, al orar por las personas con las que trabajamos, y al compartir con ellos el evangelio a medida que el Señor nos de la oportunidad. ¡Él obrará! Esa es una promesa. Nosotros creceremos en la fe, y las personas a nuestro alrededor conocerán de Cristo.


Imagen: Lightstock.
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