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¿Alguna vez escuchaste la frase «borrón y cuenta nueva»? Aunque puede expresar un genuino deseo de perdonar y comenzar de cero, también puede usarse solo como una excusa para no abordar el problema.

Perdonar y reconciliarnos con nuestro ofensor requiere un esfuerzo que muchas veces preferimos evitar, pretendiendo que no sucedió nada. El problema es que el daño no desaparece y es probable que se convierta en la raíz de nuevos conflictos.

Dejar los conflictos sin resolución por la falta de perdón está muy lejos de la naturaleza del evangelio y de la ética que deriva de su mensaje. Por eso deseo que, informados por la Palabra de Dios, podamos estar convencidos de que postergar el perdón ante una ofensa recibida es contrario a la voluntad de Dios.

Te invito a considerar cuatro razones bíblicas sobre por qué postergar el perdón no es coherente con el evangelio.

1. Postergar el perdón pone en duda nuestra comprensión del evangelio

Lo primero que debemos entender como creyentes es que postergar el perdón, evitando de esa manera la oportunidad de resolver un conflicto, es opuesto al evangelio que nos salvó. El apóstol Pablo nos recuerda que de la manera en la que Cristo nos perdonó, también debemos perdonar a los demás (Col 3:13).

Cierta vez, Pedro se acercó a Jesús para preguntarle hasta cuántas veces debía perdonar a un hermano que pecaba en su contra. El Señor le contestó: «hasta setenta veces siete» (Mt 18:21-22), dando a entender que debía hacerlo todas las veces que sea necesario. Entonces Jesús continuó con una parábola sobre dos deudores (vv. 23-35): un rey perdonó una deuda enorme que tenía un siervo, pero este no pudo perdonar una deuda mucho menor que otro siervo tenía con él. Cuando el rey se enteró de la situación, se enfureció con aquel deudor por no extender la misma compasión que había recibido.

Si postergamos el perdón a aquellos que nos ofenden, se hace evidente que no estamos apreciando la compasión que Dios tuvo por nosotros

Con esta parábola, Jesús deja en claro que debemos perdonar a los demás a la luz del gran perdón que el Rey celestial nos otorgó. Si postergamos el perdón y no mostramos compasión por aquellos que nos ofenden, se hace evidente que no estamos apreciando la compasión que Dios tuvo por nosotros ante una deuda infinitamente mayor.

La falta de perdón hacia nuestros hermanos es ofensiva para Dios; por lo tanto, debe ser nuestra meta estar en paz con todas las personas, mientras dependa de nosotros (Ro 12:18).

2. Postergar el perdón nos afecta más que la ofensa misma

La falta de perdón nos trae mal y empeora la herida de la ofensa inicial. Para los cristianos, la falta de perdón provoca daño a nuestra comunión con Dios, pues entorpece nuestras oraciones (Mr 11:25-26). Además, la falta de perdón deja conflictos sin resolver, que luego se transforman en una raíz de amargura y de peleas futuras, entre otras consecuencias. Pero la Palabra nos exhorta a buscar la paz con todos y a no dejar que la amargura germine en nuestro corazón (cp. He 12:14-15).

Déjame ilustrar lo que digo: hace un tiempo tuve una caída en motocicleta que me dejó una herida en la rodilla. La herida era profunda, por lo que debía hacerme curaciones diarias, utilizar un vendaje y cuidar la zona lastimada para que sanara de manera correcta. Sin embargo, preferí continuar con mi vida, pretendiendo que no había ningún problema. Luego de unos días, mi hermano abrió el vendaje y notamos que la herida se había infectado y lucía peor que al inicio. Mi hermano utilizó un algodón para raspar la herida, hasta limpiar toda la infección. Fue muy doloroso, pero fue el inicio de mi recuperación.

Sucede algo similar cuando no perdonamos y preferimos conservar la ofensa en nuestro corazón, pretendiendo que nada pasó. De esa manera las heridas no podrán sanar, sino que irán empeorando hasta que estemos infectados de resentimiento. Me gusta como lo expresa James MacDonald: «Retener el perdón es una manera ineficaz de castigar a otro y es destructivo para la persona que ha recibido el daño. Es como tomar el veneno de la amargura y esperar que la otra persona se muera» (Consejería Bíblica Cristocéntrica, p. 280).

Cristo nos dio el ejemplo y el poder para perdonar sin rencores a quienes nos hirieron

Postergar el perdón nos daña más que la ofensa misma, principalmente porque entorpece nuestra comunión con Dios. Pero también porque permite que la amargura se instale en nuestro corazón y que el resentimiento gobierne nuestras relaciones.

3. Postergar el perdón implica olvidar que Dios tomó la iniciativa para perdonarnos

La mayoría de las veces, nuestro orgullo no nos permite perdonar a nuestros ofensores y resolver los conflictos. Sin embargo, nuestra falta de disposición para buscar el perdón contrasta mucho con la actitud que Dios mostró con el mundo rebelde.

La humanidad ofendió a Dios con su pecado y le dio la espalda. Nadie busca a Dios, nadie hace lo bueno ante Sus ojos, nadie puede alcanzar Sus demandas de justicia (Ro 3:9-18). Todos están destituidos de la gloria de Dios, separados de Él (v. 23). La relación entre Dios y nosotros estaba rota por culpa de nuestro pecado. Pero Dios, siendo la parte inocente y ofendida, decidió tomar la iniciativa en la reconciliación con Su pueblo, venciendo toda barrera, incluso la de nuestra propia oposición (cp. Fil 2:5-8).

Fue así que el Dios todopoderoso, con el fin de preservar Su justicia intachable y mostrar Su amor incomparable, envió a Jesús a morir en la cruz para tomar nuestro lugar y pagar nuestra deuda de pecado (cp. Jn 3:16). No existía ninguna otra forma en que pudiéramos alcanzar el perdón de Dios y resolver el peor problema de nuestra existencia, así que Dios estuvo dispuesto a pagar el costo de la reconciliación.

A la luz de esta verdad, nosotros también debemos tomar la iniciativa de buscar el perdón y resolver los conflictos interpersonales, aún cuando seamos la parte ofendida.

4. Postergar el perdón implica negar que el evangelio nos fortalece para perdonar

En medio del dolor por la ofensa recibida debemos recordar que, a pesar de nuestra rebeldía, Dios tomó la iniciativa y perdonó nuestros pecados en Cristo. De esta manera, no solo nos dio el ejemplo, sino que a través de Su Espíritu nos da el poder para perdonar sin rencores a quienes nos hirieron. A la luz del evangelio, no podemos postergar el perdón a los demás y mucho menos a nuestros hermanos en la fe.

Entender el evangelio y profundizar en el significado de la cruz nos dará la fortaleza para perdonar a aquellos que nos ofenden

Entender el evangelio y profundizar en el significado de la cruz nos dará la fortaleza para perdonar a aquellos que pecaron contra nosotros. El corazón que recibió un perdón tan grande no dará lugar al resentimiento y tendrá al perdón como primera opción.

El daño de una ofensa puede causar mucho dolor y entorpecer nuestra relación con nuestros hermanos, a tal punto que prefiramos evitar las conversaciones incómodas y postergar la resolución del conflicto. Sin embargo, a la luz del evangelio y en la medida en que la otra persona te lo permita, te animo a que puedas tener la iniciativa para buscar el perdón, la reconciliación y resolver los problemas (cp. Fil 2:5-8).

Con todo esto en mente, quiero animarte a practicar el perdón sin dilaciones ni resentimientos. No será fácil, seguramente la ofensa que te hicieron dejó una herida profunda, pero podemos perdonar a otros de manera sincera porque Cristo nos perdonó primero (Col 3:13). Así que la próxima vez que quieras usar una frase como «borrón y cuenta nueva» para no abordar un conflicto y postergar el perdón a otra persona, recuerda a Cristo y toma la iniciativa para la reconciliación.

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