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“Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”, Colosenses 3:13.

Tomaba mi café de la mañana cuando leí Colosenses 3:13: “Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes”. Me puse a reflexionar en esta frase. La implicación es que en nuestras relaciones personales un elemento que no podremos dejar fuera es el perdón. El perdón es la base de la iniciativa de Dios al buscarnos en Cristo. Eso quiere decir que el perdón es como una plataforma sólida que mantiene firme todas nuestras relaciones interpersonales, y el fundamento de esa plataforma es el perdón de Dios para con nosotros por medio de Cristo. 

Esto nos deja claro que Cristo tomó la iniciativa del perdón. Inclusive el más honesto deseo de perdonar a otros no debe comenzar en nosotros mismos, sino en Cristo. Pablo intencionalmente redacta la frase de Colosenses 3:13 primero en tiempo pasado: “Como Cristo los perdonó”, y después en presente: “así también háganlo ustedes”. Esta frase da por sentado que tendremos que echar mano del perdón de Cristo en nosotros para perdonar a otros. Así que, indudablemente, tendremos que perdonar a otros. ¿Por qué? Porque es inevitable por el pecado.

Parece desalentador llegar a esta conclusión, pero debemos reconocer que mientras estemos bajo este sol, viviendo con otras personas que, como nosotros, fallan, tendremos que perdonar.

Entender el perdón

Perdonar es conceder un favor de manera gratuita y extendida por motivo de las faltas de otros, intencionales o no. Es un compromiso que la parte ofendida ofrece para exonerar de responsabilidad al ofensor, con la meta de tener una reconciliación. 

Son muchos los escenarios para aplicar este entendimiento del perdón. Por ejemplo, seremos acusados falsamente, una plática será malentendida y seremos lastimados por aquellos a quienes deseábamos ayudar, una mirada nuestra se interpretará como menosprecio, y en ocasiones hasta nuestro silencio será considerado como una ofensa a otros.

Algunas veces pareciera que estamos caminando entre vidrios rotos, y que cualquier paso que demos puede causar heridas. En muchas ocasiones he pensado que si adoptara una actitud de autoprotección me libraría de caminar en medio de lo que parece hielo frágil. Es como construir barricadas cada vez más altas entre mis prójimos y yo con el propósito de no generar más dolor del que ya se ha creado, y para el cual no he recurrido al perdón.

Hay varios problemas con pensar así:

  • La falta de perdón demuestra que Dios no está gobernando mi corazón y que he usurpado Su lugar de honor y gobierno. 
  • Hasta que no entienda que no perdonar es pecado, no podré ofrecer a quienes me lastimen el perdón que recibí de Dios.
  • Perdonar es señal de una sana teología en mí.

Pero ¿cómo perdonar a otros como Cristo nos perdonó? Cuando Pablo dice: “Como Cristo los perdonó”, está sintetizando en una frase la enorme obra de Dios en Cristo para nuestro favor y para su gloria. Es un resumen de todo un compendio de doctrinas entre las que se encuentra la justificación, y aunque podríamos decir que perdonar es poner en práctica el perdón como Cristo lo hizo con nosotros, necesitamos las razones que informan nuestra mente y le dan convicción a nuestro corazón para aspirar a un cambio bíblico permanente. 

De lo contrario estaremos haciendo un esfuerzo carnal para ofrecer perdón, quizá repitiendo en tono insistente en nuestra mente: Debo perdonar como Cristo… debo perdonar como Cristo… Esto solo es un esfuerzo que no produce nada más que frustración, porque nuestra buena intención no es premiada o porque no alcanzamos nuestro objetivo. 

Una gran justificación 

Platiqué en una ocasión con el pastor Miguel Núñez y recibí una importante enseñanza cuando me dijo: “Dios ya no me tolera las cosas que antes me toleraba”. Ese día estuve meditando durante muchas horas esas palabras, pero esencialmente entendí que la tolerancia de Dios nos conduce a la madurez. Hay una gran cantidad de tolerancia en la justificación. Su tolerancia nos favorece no para seguir pecando, sino para huir del pecado. Eso le da una dimensión de honor y grandeza a Dios y nos aclara aún más la gravedad del pecado.

La tolerancia de Dios por medio del acto de la justificación para declararnos sin culpa delante de Él y perdonarnos nuestras ofensas en su contra es nuestra gran oportunidad de ofrecer el perdón que hemos recibido de Dios a quienes nos ofenden.

John Piper dice: 

“Cristo murió para vindicar la justicia de Dios, para que Él pudiera declarar inocente al culpable sin ser Él injusto. Eso significa que Él murió para la gloria de Dios”.[⁠1]

Cuando entendemos el perdón a la luz de la justificación, no nos quedan argumentos para no perdonar. Es decir, si hemos recibido tal perdón y Dios mismo nos ha declarado justos delante de Él y sin condenación, a pesar de nuestra voluntaria ofensa contra Dios, entonces tenemos más que suficiente razón para perdonar a otros.

No pretendo menospreciar los sentimientos o el dolor genuino que se producen cuando nos lastiman o lastimamos a otros, pero si entendemos por la Escritura que la justificación es ser amado por Dios y tratado con gracia a pesar de nuestra agresión contra Dios (Ro. 5:8-10), entonces podemos aspirar a que el distintivo de nuestras relaciones personales sea el perdón por causa de entender la justificación, y que las marcas y heridas por las ofensas de otros pueden ser sanadas por esa misma gracia amorosa que hemos recibido.

Cada vez que perdonamos estamos evidenciando la gloria y excelencia de Dios y la justicia de su Hijo a nuestro favor.

En Cristo la justicia de Dios no es un acto condenatorio que nos persigue, sino un obsequio voluntario de Dios a nuestro favor que demuestra su gloria y excelencia al perdonarnos. Por lo tanto, cada vez que perdonamos estamos evidenciando la gloria y excelencia de Dios y la justicia de su Hijo a nuestro favor.

Así que tenemos todo el perdón de Dios a nuestro favor y toda su justificación que hace evidente su perdón; por tanto, estos dos elementos nos impulsan a perdonar y volver a perdonar a los que nos ofenden, además de que somos sanados de generadas ofensas.

Podemos afirmar que perdonar a otros a la luz de la justificación…

  • Enaltece la persona de Dios en Cristo y le da un peso de relevancia a la obra de justificación.
  • Señala que valoramos el perdón de Dios tanto que extendemos perdón a otros.
  • Muestra que el acto de Dios al justificarnos está transformando nuestra vida.
  • Da evidencia que la madurez que Dios está produciendo en nosotros es a la imagen de Cristo.
  • Demuestra que la justificación nos conduce a la reconciliación.

Nuestra falta de perdón es un menosprecio al perdón de Dios

Una advertencia

No podemos observar tan grande amor y retener el perdón que hemos recibido. Vendrán a nuestra mente cantidad de razones y argumentos que buscarán callar la voz del Espíritu Santo que nos conduce por las Escrituras a perdonar a otros, pero la Biblia es clara: nuestra falta de perdón es un menosprecio al perdón de Dios y a su misma persona.

El perdón de Dios y su justificación son gratuitos. El enorme costo fue pagado por Él. Hemos recibido el beneficio del esfuerzo de Otro para tener paz y perdón eternos ante nuestro Dios. Por lo tanto, habiendo recibido perdón y justificación, podemos perdonar como Cristo nos perdonó.


[1] “Did Christ die for us or for God”, https://www.desiringgod.org/messages/did-christ-die-for-us-or-for-god.


Imagen: Lightstock.
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