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Perú vivió ayer (miércoles 7 de diciembre) una jornada triste y convulsionada que terminó con la detención y destitución de Pedro Castillo. Se suma así un nuevo capítulo de la larga crisis política que vive el país.

Una jornada agitada

Pedro Castillo, maestro y líder sindical, asumió la presidencia el 28 de julio de 2021 luego de proclamarse vencedor en las urnas. Su victoria electoral fue vista como la expresión popular de rechazo de la élite política del país y una búsqueda de soluciones en una figura alternativa. Perú ha tenido seis presidentes desde 2016 producto de continuos escándalos de corrupción pública.

Tristemente, la nueva gestión no trajo los cambios que prometía. Durante los dieciséis meses de mandato, Castillo enfrentó acusaciones de fraude electoral y corrupción, investigaciones criminales y constantes cambios en su gabinete. El índice de aprobación de Castillo se desplomó hasta un 19% durante el último año, en especial en Lima, y condujo a una fuerte inestabilidad política que erupcionó en esta última semana.

El Congreso había programado para el 7 de diciembre una votación de juicio político para cesar de su cargo a Castillo por permanente incapacidad moral debido a los escándalos de corrupción en los que el presidente se veía envuelto. La noche del martes, Castillo respondió mediante un mensaje por televisión donde aseguraba: «no soy corrupto».

A la mañana siguiente, antes de la votación programada en el Congreso, Pedro Castillo volvió a difundir un mensaje por televisión nacional con un fuerte y sorpresivo mensaje: se disponía a disolver el Congreso para instaurar un gobierno de emergencia e imponía un toque de queda nacional inmediato. La medida fue catalogada como un autogolpe de estado que recordaba a la estrategia implementada por Alberto Fujimori en 1992. 

Los sectores opositores expresaron su descontento y buscaron acelerar la votación en el Congreso para destituir al presidente. Las fuerzas armadas y la policía nacional también expresaron que no apoyarían el quebrantamiento del orden constitucional. El anuncio de Castillo no encontró sustento popular, ni siquiera entre sus aliados políticos que rápidamente tomaron distancia. 

Solo dos horas después del anuncio de Castillo, el Congreso se reunió y votó a favor de destituir al presidente de su cargo con un contundente resultado de 101-6 (hubo diez abstenciones). Casi en paralelo, Castillo era detenido por cargos de rebelión por la Policía y la Fiscalía de Perú. 

La vicepresidenta Dina Boluarte asumió como nueva mandataria del país, convirtiéndose en la primera mujer en el cargo. Boluarte convocó a una tregua entre los partidos políticos para iniciar un proceso de diálogo entre los diversos actores sociales que permita restablecer la unidad nacional. Así concluyó una jornada agitada en un país que parece sufrir de inestabilidad política crónica.

Reflexión pastoral

El pastor Adrián Quijandria, quien sirve en la ciudad de Lima, ofrece esta reflexión y nos invita a orar por la situación del país y la iglesia: 

El poder enceguece. Pedro Castillo, quien para muchos representaba la esperanza por un cambio, no marcó la diferencia y terminó siendo igual a sus predecesores. Viene a mi mente la seria advertencia de Pablo a Timoteo: «Ten cuidado de ti mismo» (1 Ti 4:16).

Puede que uno no goce de capacidad para la función, pero debe buscar rodearse de personas que puedan ayudar y no perjudicar. El apóstol Pablo también dice que no debemos dejarnos engañar, «las malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Co 15:33). El expresidente Castillo, habiendo reconocido su falta de experiencia para la función, eligió rodearse de personas que desviaron su corazón, o probablemente solo terminaron de hacer lo que ya estaba sucediendo.

Tenemos nueva presidenta y la tensión aún no termina. Se espera que Dina Boluarte arme en las próximas horas un gabinete de ministros capaces y sobre todo, honestos.

Hoy Perú amaneció tranquilo, pero no sabemos qué pasará en las próximas horas. Confiamos que Dios está en control de todo y seguimos orando para que podamos vivir en tranquilidad, piedad y dignidad. 

¿Cómo podemos orar por Perú?

Por la estabilidad política y social en nuestro país, para que podamos gozar de paz y seguridad, y sobre todo que como iglesia podamos vivir en devoción a Dios por encima de las circunstancias.

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