La palabra “pandemia” está por todos lados, y para muchos es sinónimo de ansiedad, temor, y preocupación. Pero ¿cómo debemos ver y responder ante esta pandemia desde una perspectiva bíblica que traiga consuelo y esperanza?
Quiero compartir contigo un acróstico de esta palabra, de modo que nos ayude a mantener la mirada en Cristo y redefinir esta situación como una oportunidad para confiar en Su nombre y proclamarlo.
Prudencia: lo que el Señor espera de nosotros en este tiempo.
La prudencia es hermana de la sabiduría (Pr. 8:12), y nos fue dada por Dios para que podamos tomar decisiones sabias que tienen como fin cuidar a los demás. No guardes el tiempo de cuarentena siendo motivado por el temor, sino por amor a Dios y a tu prójimo.
Adorar a Dios: la prioridad del creyente.
En su sabiduría, Dios permite que circunstancias complejas –como esta pandemia– lleguen a nuestra vida, con el fin de examinar nuestros corazones, revelar nuestra idolatría, y conducirnos al arrepentimiento (Dt. 8:1-3; 1 Co. 11:28). Solo así seremos la iglesia de Cristo, como luminares en el mundo que sostienen firmemente la Palabra de vida (Fil. 2:12–16).
Nostalgia: añorando la vida en comunidad.
Recordar las reuniones de la iglesia en medio de este distanciamiento social obligatorio, debe llevarnos a entender que congregarnos no es una opción ni una carga para el creyente. Congregarse debe ser el anhelo de todos los hijos de Dios que aman a Cristo y, por ende, aman a su iglesia (He.10:23–25).
¿Es posible que Dios esté usando esta pandemia para recordarnos que somos su iglesia, que necesitamos de Él y de nuestros hermanos en la fe? ¡Por supuesto que sí! Como escribió el pastor Ray Ortlund:
“Si los pastores y nuestras iglesias salimos de esta situación, solo para regresar a la ‘normalidad’, aliviados pero sin arrepentimiento, sin oración, y sin valentía, habremos desperdiciado nuestro momento histórico. ¿Qué más tendrá que hacer el Señor para sacudirnos y despertarnos?”.
No dejemos de orar para que Dios nos dé un deseo genuino por Él, por su iglesia, su Palabra, y su comunidad (Col. 3:12–17). Pero todo esto no vendrá, a menos que deseemos más de Dios y menos de este mundo.
Desear a Dios: el clamor de todo creyente.
Solo en Dios se encuentra la vida que Cristo compró para ti, y la plenitud de gozo que nos llena en toda circunstancia
Como dice el pastor John Piper: “Dios es más glorificado en nosotros, cuando estamos más satisfechos en Él”. Dios está revelando a través de esta pandemia lo que realmente atesoramos en nuestro corazón. Por eso, oremos y vivamos lo que expresó el salmista: “Me darás a conocer la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Sal. 16:11).
Solo en Dios se encuentra la vida que Cristo compró para ti, y la plenitud de gozo que nos llena en toda circunstancia. Que al cruzar al otro lado de esta pandemia –¡si Dios lo permite!– deseemos más a Dios. Y que este deseo por Dios nos impulse a tener empatía por los demás.
Empatía: el fruto de nuestro amor por Dios.
Cristo nos enseñó que el amor vertical debe extenderse horizontalmente (Mr. 12:29-31). Amamos porque Él nos amó primero, y ese amor se evidencia en nuestro amor por el prójimo (1 Jn. 4:19–21). Por eso mismo, aunque la prudencia implique distanciamiento social, el creyente no puede estar ciego, sordo, y mudo ante las necesidades de los demás.
En momentos como estos es cuando el creyente debe buscar las maneras sabias, pero sacrificiales, de mostrar una empatía saturada del evangelio para atender las necesidades a nuestro alrededor.
Mayordomía bíblica: somos mayordomos de las riquezas de Dios.
Como seguidores de Cristo, debemos imitarlo en todo, y particularmente hoy en su mayordomía generosa, pues “siendo rico, sin embargo por amor a ustedes se hizo pobre, para que por medio de Su pobreza ustedes llegaran a ser ricos” (2 Co. 8:9).
Ante una pandemia, los discípulos de Cristo no responden con pánico. Responden con acciones
Ser buen mayordomo de tus recursos es pensar que Dios te ha dado de su gracia para que des por gracia. Si Dios ha guardado tu trabajo y tus recursos, es para que en todo tengas liberalidad (2 Co. 9:11–12). Pensemos en cómo invertir nuestros recursos con la mentalidad y la mira puesta en el reino de Dios.
Invertir en el reino: buscando el reino de Dios.
No podemos buscar algo que no conocemos (Mt. 6:33-34). Por eso es tan necesario que en momentos como estos, aprendamos y recordemos aquellas verdades fundamentales del evangelio: que tú y yo hemos sido adoptados en la familia de Dios para ser parte del eterno reino de Dios (Ro. 8:15; 9:26; Gá. 3:26).
Nuestra ciudadanía no es terrenal sino celestial. Ahora buscamos las cosas de arriba donde Cristo está sentado a la diestra del Padre (Col. 3:1-4). Invertimos en las cosas del reino cuando somos y hacemos discípulos de Cristo en todo lugar, sin importar las circunstancias (Mt. 28:18-20). Por eso, ante una pandemia, los discípulos de Cristo no responden con pánico. Responden con acciones.
Acción: la actitud de una iglesia que no es pasiva.
Aunque tuvimos que cerrar las puertas de nuestros edificios, jamás cerramos la iglesia porque la iglesia somos todos los hijos de Dios (1 Co. 6:19–20).
Dejar de reunirnos no es excusa para la pasividad. Nutrámonos de la Palabra de Dios para que podamos proclamar el evangelio y presentar defensa ante todo aquel que demande razón de la esperanza que hay en nosotros (1 P. 3:15).
Seamos testigos de Cristo, empoderados por el Espíritu, para que Dios sea visto como glorioso, poderoso, y supremo aun en medio de esta pandemia (Hch. 1:8).