Con respecto al arte, al igual que muchos otros temas, hay personas en puntos extremos, unas a favor y otras en contra. Para muchos cristianos, el arte no es necesario dentro del ámbito de la fe y lo relegan a un plano netamente secular. Por otro lado, podemos observar que en otros grupos casi cualquier forma de arte es prácticamente permitida, solo por ser arte y una manera de “expresión”.
¿Cómo debemos ver el arte? ¿Qué necesitamos saber sobre la relación entre arte y fe?
El origen del arte
La Biblia afirma claramente que Dios creó todas las cosas a nuestro alrededor y también, por supuesto, nos creó a nosotros. Los humanos tenemos la marca de la imagen divina en todo nuestro ser. Genesis 1:27 lo dice así: “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”.
Es también a esa imagen divina que debemos nuestra capacidad de comunicarnos, sentir, pensar, emocionarnos, disfrutar, y crear. Todas estas cosas son cualidades que se encuentran también en Dios. Debido a esto, podemos reconocer en el arte un origen divino. Dios es la fuente para nuestra capacidad creadora y artística.
El arte tiene su origen en nuestro buen Dios, quien lo crea para su gloria y para nuestro deleite.
Si leemos pasajes como Éxodo 31:1-5, debemos concluir también que Dios es quien da la capacidad y la habilidad al hombre para crear y desarrollar la actividad artística. El verso 3 dice: “Lo he llenado del Espíritu de Dios en sabiduría, en inteligencia, en conocimiento y en toda clase de arte…” (énfasis añadido).
Dios también ha creado cada cosa en este mundo, no solo pensando en su diseño funcional, sino también pensando en la estética. Así que, junto con lo creado, también se nos regala belleza. Como dice el autor de Eclesiastés: “Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado” (Ec. 3:11).
El arte, entonces, tiene su origen en nuestro buen Dios, quien lo crea para su gloria y para nuestro deleite. Cualquier cosa que el hombre pueda crear encuentra su más sublime paradigma en nuestro Dios, el creador de todas las cosas.
Sin embargo, debemos recordar que en la Caída, toda la creación sufrió las consecuencias del pecado. Aquel corazón del hombre que antes era puro y estaba en comunión con Dios, ahora está apartado y destituido de su gloria (Ro. 3:23). Por lo tanto, los humanos usan el arte con diferentes fines. Algunas veces se usa para el mal, para usos viles y deshonrosos; y en otras ocasiones se usa para el bien, dándole un uso digno y noble.
El corazón de los seres humanos es capaz de usar aun aquellas cosas que fueron creadas con un propósito santo y agradable al Señor como instrumentos desagradables, ofendiendo a Dios y apartándose del propósito original para el que fueron hechas.
La legitimidad del arte
Surge entonces la pregunta: ¿pueden los cristianos hacer uso de las artes?
La respuesta corta podría ser sí o no, dependiendo de a qué nos referimos por arte. Así que daré una respuesta más elaborada. Muchos rechazan el arte por el simple hecho de ser arte, como si no tuviera ninguna cabida en la vida del creyente. Pero lo que posiblemente están rechazando no es el arte en sí, sino un mal uso de este, aquel arte que deshonra a Dios y mancha el propósito por el que fue creado. Por lo tanto, como señalamos anteriormente, el arte puede ser usado de manera digna o indigna.
Si eres un artista o tienes una tendencia hacia el arte, debes entender que tu arte pertenece a Dios, así como toda tu vida.
Nuestra cultura influye poderosamente en esta cuestión, lo que podría crear algunas áreas grises. Pero, aunque estos espacios grises puedan existir, no eximen de juicio al arte. Podemos y debemos hacer un juicio objetivo de lo que está a nuestro alrededor, de tal manera que podamos elegir aquello que sea agradable al Señor.
Si, por ejemplo, escuchamos alguna canción que contiene palabras obscenas, groseras, una manera de bailar sensual y provocativa, o incluso contenido sexual explícito, deberíamos rechazarla completamente, no porque estamos rechazando el arte como tal, sino porque esa “expresión de arte” no glorifica a Dios. Al contrario, lo deshonra; deshonra al ser humano creado a la imagen de Dios y deshonra el propósito por el que Dios hizo el arte. El mismo tipo de pensamiento aplica para fotografías, películas, tu cantante favorito, obras de teatro, novelas gráficas, o cualquier otra expresión artística.
Por lo tanto, la respuesta de si podemos usar el arte es: depende.
El creyente y las artes
También tenemos entre nosotros hermanos que tienen una gran sensibilidad artística y estética. Los creyentes que tienen habilidades artísticas, pero están en un ambiente donde se ve el arte como algo “malo” o “pecaminoso”, podrían estar siendo privados de usar sus destrezas para la gloria de Dios. En estos ambientes los artistas cristianos no tienen un lugar claro o definido, permitido o prohibido, en el campo de la fe. En ocasiones, el artista está en la difícil situación de no saber qué hacer con sus habilidades o con su personalidad. Como diría el autor Philip Graham Ryken: “Ser un artista es a veces ser malentendido”.[1]
Necesitamos artistas que primero sean cristianos, y necesitamos cristianos que tengan sensibilidad por las artes.
Si hay creyentes que son artistas o con inclinaciones hacia las artes en nuestras iglesias, nuestro deber es guiarlos de manera que ellos sepan que su fe va primero que la pasión o inclinación por las artes. Si eres un artista o tienes una tendencia hacia el arte, debes entender que tu arte pertenece a Dios, así como toda tu vida, y nuestro deber es glorificarlo en cada cosa que hagamos. La Biblia dice: “Entonces, ya sea que coman, que beban, o que hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). Eso, por supuesto, incluye al arte.
Por último, aclaro que decir que el arte debe ser “para la gloria de Dios” no significa que todo el arte que hagamos como creyentes deba ser para el uso exclusivo dentro de la iglesia, o que para los creyentes no exista espacio para el arte de recreación, lúdico. Por supuesto que hay espacio para disfrutar del arte, aquel arte que nos emociona y nos entretiene. Nunca ha sido vedado a los creyentes el placer, el gozo, o el deleite, por el simple hecho de negárseles. Estas cosas solo son prohibidas cuando ellas mismas o su uso, o el medio para llegar a ellas, atenta contra la santidad y el carácter de nuestro Dios. Fuera de eso, tenemos libertad para gozarnos en todo lo que Dios ha hecho para nuestro disfrute.
En conclusión, el arte no está primero que nuestro compromiso cristiano. Está después. Nuestro compromiso número uno es sin duda, Dios y su Palabra. Teniendo esto claro, todas las demás cosas estarán en el orden correcto, y eso incluye al arte. Necesitamos artistas que primero sean cristianos, y necesitamos cristianos que tengan sensibilidad por las artes.
[1] Philip Graham Ryken, Art for God’s Sake: A Call to Recover the Arts (P&R Publishing, 2006).