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He sido una amante de los libros durante casi tres décadas, es decir, casi toda mi vida. A mi mamá le encanta contar cómo yo exigía que me enseñaran el sonido de las consonantes, cuando los niños de mi clase todavía estaban aprendiendo las vocales. Los momentos más tiernos con mi padre fueron las tardes en el sofá, él con su libro y yo con el mío, juntos pero en mundos totalmente distintos.

Mi amor por la lectura creció tanto que mis papás tuvieron que empezar a preguntarme: «¿Qué regalo quieres para tu cumpleaños? Algo que no sea un libro». Si me portaba mal, el castigo era quitarme el libro en el que estaba sumergida en ese momento. A la hora de la comida conversaba solo unos minutos y luego pasaba las páginas por debajo del cristal de la mesa, leyendo mientras comía mi caldo de frijol con queso.

Mientras escribo estas palabras me doy cuenta de que mi pasión por la lectura probablemente sobrepasaba lo «normal». Por más amante de los libros que sea una familia, no todos desarrollarán esa obsesión juvenil que me caracterizaba (¡gracias a Dios!). Pero a pesar de que mis hermanas no llegaron a los extremos en los que yo caí, las tres desarrollamos un amor por la lectura que conservamos hasta hoy. Creo que eso tuvo mucho que ver con la casa donde crecimos.

Cada familia es diferente, pero estas son algunas cosas que todos podemos hacer para construir hogares donde se aman los libros.

1) Sé un lector.

El ejemplo es la mejor manera de animar a otros a convertirse en lectores. Desafortunadamente, muchos padres son como los escribas y fariseos: «dicen y no hacen» (Mt 23:3).

No pongas sobre tus hijos cargas que tú mismo no estás dispuesto a llevar. ¿Cómo esperas que tus hijos no estén todo el día en el televisor o jugando videojuegos cuando tú mismo pasas cinco horas diarias frente a la pantalla de tu teléfono?

Si quieres que tus hijos sean buenos lectores, pasa menos tiempo diciéndoles que lean y más tiempo leyendo. Cuando ellos te vean disfrutar tiempos largos entre las páginas, su curiosidad despertará. Querrán imitar a mamá y sentarse en el sofá hojeando un libro. Querrán ser como papá y «leer» en voz alta, aunque nadie entienda lo que están diciendo.

Si quieres que el amor por los libros inunde tu hogar, empieza procurando que inunde tu propio corazón. Desarrolla el hábito de la lectura y encuentra esos autores o temas que llenan tu mente, cautiven tu corazón y te impulsan a la acción. Disfruta el proceso y verás que no pasará mucho tiempo antes de que otros deseen unirse a la diversión.

Si quieres que tus hijos sean buenos lectores, pasa menos tiempo diciéndoles que lean y más tiempo leyendo

2) Llena tu casa de libros.

¿Qué te hace sentir «en casa»? Quizá cierto aroma que sale del horno de la cocina. Tal vez una colección de plantas de interior que adornan la ventana. A mí, sin duda alguna, lo que me hace sentir en casa es una estantería llena de libros.

Desafortunadamente, muchos relacionan los libros solo con el salón de clases o la biblioteca. Nos acercamos a ellos por obligación o para completar una tarea. Con el tiempo llegamos a considerarlos objetos misteriosos que solo las mentes más brillantes pueden comprender. Lo malo es que es muy posible que esa misma actitud la tendremos para con la Biblia, lo que nos mantendrá alejados del alimento espiritual que el Señor estableció para nuestras almas.

Pero los libros no deben ser algo ajeno o distante a nosotros; no necesitan ser un lujo al que solo tenemos acceso de vez en cuando y solo por necesidad. Podemos rodearnos de ellos y empezar a hacerlos parte de nuestro día a día.

Si tu casa está llena de libros, hasta los más pequeños podrán familiarizarse pronto con pasar las páginas y observar. Aprenderán a ser cuidadosos (¡aunque haya algunas víctimas librescas en el proceso!) y pacientes. Se acostumbrarán a explorar las estanterías cuando hay un rato libre los miércoles por la tarde.

Esto, por supuesto, requerirá que inviertas en libros. Créeme, será uno de los mejores regalos que puedas ofrecerles a tus hijos (¡incluso si ellos no lo aprecian hasta que sean mayores!). Incluye al menos un libro en cada regalo de cumpleaños o Navidad, haz de la lectura parte de tu presupuesto mensual y busca una biblioteca en tu ciudad de la que puedas rentar libros de manera regular.

Si quieres que el amor por los libros inunde tu hogar, empieza procurando que inunde tu propio corazón

3) Lean juntos.

A pesar del estereotipo del lector ermitaño, la lectura no tiene que ser una actividad solitaria. De hecho, puede ser un tiempo de conexión familiar como ningún otro. 

Leer como familia es una excelente manera de romper la asociación que los libros suelen tener con las tareas y los exámenes. Aquí nadie evaluará cuántas páginas completaste o qué tanto comprendiste. Simplemente estaremos disfrutando juntos de una buena historia o aprendiendo cosas interesantes sobre el mundo en que vivimos.

Toma la iniciativa. No esperes a que los niños te pidan una historia y a que todos se sientan entusiasmados por sentarse a leer (¡incluyéndote a ti!). Hazlo parte de la rutina diaria, pase lo que pase. Que se convierta en una de esas costumbres que ustedes tienen como familia continuamente, sin que nadie tenga que preguntar cuándo y dónde.

Por supuesto, no tengas la expectativa de que estos momentos serán perfectos. No tienen que ser «de película» ni muy extensos. Habrá ocasiones en las que tendrás que pedir a los niños que guarden silencio o que se sienten, una y otra vez. Muchas veces lo último que tú o tu cónyuge querrán hacer después de un duro día de trabajo será sentarse a leer. Persevera; valdrá la pena. Las semillas de lectura darán su fruto en el corazón de cada miembro de la familia.

La lectura es un deleite, no un castigo

4) Que los libros sean solo el comienzo.

Los libros son la puerta a miles de mundos por explorar… ¡que la aventura no se quede solo entre las páginas!

Visiten librerías y bibliotecas. Vean películas basadas en libros (¡se vale antes y después de leer!). Disfrácense de personajes y actúen sus escenas favoritas. Exploren en la vida real las maravillas del mundo que han descubierto en sus enciclopedias favoritas. Dibujen sus relatos favoritos y escriban nuevas historias. Busquen maneras de compartir con otras personas el fascinante mundo de los libros.

5) No fuerces las cosas.

La lectura es un deleite, no un castigo. Por supuesto, hay momentos en los que buscaremos perseverar en el hábito de la lectura incluso cuando es difícil o no tenemos ganas. Sin embargo, siempre podemos encontrar la manera de mostrar que la lectura es un hábito maravilloso que a veces es duro, no una obligación que simplemente tenemos que soportar.

Evitemos poner metas de páginas o libros leídos en cierto tiempo que nos hagan sentir que tenemos que mantener el paso en lugar de disfrutar la historia. No obliguemos a nadie a continuar con un libro que no está disfrutando. Probemos con la lectura en voz alta o los audiolibros para aquellos que tienen dificultades en seguir el texto. Empecemos con tiempos cortos de lectura. Apreciemos las novelas gráficas y las historietas como una buena forma de empezar a desarrollar el amor por la lectura.

Habrá personas que se inclinen más naturalmente a la lectura y otras que no. Eso está bien. Nuestra meta no es que todos terminemos leyendo a través de la mesa del comedor. Nuestra meta es que cada miembro de nuestra familia pueda apreciar el regalo de un buen libro y disfrutar de la lectura en lo cotidiano, como si fuera lo más natural del mundo.

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