Nuestros planes para el año 2020 eran ir al gimnasio, viajar, y dejar el pan. Cuatro meses después, estamos en cuarentena, con el gimnasio cerrado, y comiendo pan en casa.
En este mundo caído estamos expuestos a que el sufrimiento cambie nuestros planes. El sufrimiento es algo que inevitablemente todos enfrentaremos. Nuestra pregunta no debe ser si sufriremos, sino cuál será nuestro comportamiento cuando suframos.
Por eso necesitamos hablar de las virtudes cristianas.
Las virtudes son los rasgos del carácter de una persona que la mueven a actuar de manera correcta frente a diferentes situaciones. La presencia o falta de una virtud se refleja en nuestro comportamiento, incluso en las cosas más ordinarias.
La Biblia enseña que el Espíritu Santo nos infunde ciertas virtudes para nuestra santificación. Lo hace para que ellas nos ayuden a enfrentar los diferentes percances en la vida y tomar decisiones que glorifican a Dios.
Las tres principales virtudes que todo cristiano posee son la fe, la esperanza, y el amor (1 Co. 13:13). Quiero hablarte sobre cómo ellas nos ayudan a honrar a Dios en medio de la pandemia.
1) La fe
La fe, más que una virtud, es la fuente de todas las virtudes. Tener fe es creer en Cristo Jesús para nuestra justificación, el acto legal donde —de una vez y para siempre— Dios nos declara justos con base en la justicia de Cristo atribuida a nosotros (Ro. 3:24-25; 5:1).
La fe es el instrumento con el que abrazamos esta bendición y todas las promesas que Cristo Jesús obtuvo en nuestro lugar, incluyendo la promesa de resurrección (Jn. 6:40).
Cuando enfrentamos una crisis, como el coronavirus, la esperanza nos hace ver las cosas diferente
En medio de una crisis, es importante recordar nuestra relación con Dios y los beneficios de esta. Si tenemos fe en Cristo, sabemos que, aunque el mundo esté cabeza abajo, Dios declara que no hay nada que nos pueda separar de su amor (Ro. 8:33-35). Sabemos que Dios misteriosamente convierte el dolor y el sufrimiento de esta pandemia en algo bueno y para nuestro beneficio (Ro. 8:28).
2) La esperanza
Si uno de los beneficios que recibimos por la fe es la certeza de resurrección, es lógico concluir que la esperanza es una virtud que fluye de la fe. Nuestra esperanza siempre debe apuntar al día final, a nuestra resurrección.
Aunque estas virtudes son la obra del Espíritu Santo trabajando en nuestra nueva humanidad, estamos llamados a fomentarlas en nuestro vivir diario. Para cultivar estas virtudes, ya sea en los momentos felices, en los momentos difíciles, o en los momentos “neutros”, debemos vivir pensando en la resurrección. Todo con el propósito de que la esperanza se vuelva un hábito que modifique nuestro comportamiento.
Cuando enfrentamos una crisis como el coronavirus, la esperanza nos hace ver las cosas diferente. Nos hace mirar que este mundo está roto, y que llegará el día en que Cristo regresará y no habrá más sufrimiento (Ap. 21:4).
3) El amor
El teólogo David Van Drunen propone que, si la fe es la fuente de las virtudes y la esperanza nace de la fe, entonces la virtud del amor procede de la fe y la esperanza.
El amor se muestra en su máxima expresión en que Cristo se entregó para el beneficio de nosotros (Jn. 15:13). Ahora nosotros debemos imitar ese amor con nuestro prójimo.
Una manera práctica de mostrar amor hoy es ayudando a alguno de tus vecinos que sufren una carencia
La falta de esta virtud se muestra, por ejemplo, en nuestra situación actual en las compras de pánico, cuando vemos que la gente compra más de lo que necesita, sin pensar en los demás. En cambio, alguien que comprende el amor de Cristo, compra pensando en los demás y ayuda a aquellos que no pueden comprar algunas cosas. Una manera práctica de mostrar amor hoy es ayudando a alguno de tus vecinos que sufren una carencia.
Al mismo tiempo, participar de la cuarentena es un acto de amor a tu prójimo. Si tus autoridades locales consideran que es mejor que te quedes en casa por estos días, haz caso. Así estarás dando tu vida laboral, personal, y familiar para el beneficio de otro, para evitar por tu parte que alguien más se enferme.
Vivir siempre de tal manera que demos la vida por el prójimo solo es posible cuando entendemos que, si perdemos nuestra vida, Cristo nos la devolverá en la resurrección.
Una oportunidad única
Viktor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, narró la siguiente historia:
“En una ocasión, leí una carta escrita por un joven inválido, en la que a un amigo le decía que acababa de saber que no viviría mucho tiempo y que ni siquiera una operación podría aliviarle su sufrimiento. Continuaba su carta diciendo que se acordaba de haber visto una película sobre un hombre que esperaba su muerte con valor y dignidad. Aquel muchacho pensó, entonces, que era una gran victoria enfrentarse de este modo a la muerte y ahora —escribía— el destino le brindaba a él una oportunidad similar”.
Estamos frente al peligro del coronavirus. Sentiremos sus efectos de alguna u otra manera, ya sea en la salud, las finanzas, nuestras iglesias, o cualquier otra área de nuestras vidas. Pero como cristianos, tenemos una oportunidad única para enfrentarnos a esta crisis, no imitando algo visto en una película, sino ejercitando las virtudes que nos da el Espíritu.
Vivamos con fe, abrazando las promesas de Cristo; esperanza, teniendo nuestra mirada en la resurrección y vida venidera; y amor, gozando el amor que Dios tiene por nosotros e imitándolo mientras amamos a nuestro prójimo en medio de la crisis.