Este texto busca dar esperanza a quienes temen salir de sus hogares en este tiempo de pandemia. No animamos a las personas a abandonar la cuarentena sin permiso médico o del gobierno.
Han pasado siete meses de confinamiento y nos hemos perdido de varias cosas: un paseo por la playa, cenar en un restaurante, y asistir a la iglesia. Por ahora, aunque con restricciones, algunos de estos lugares ya abrieron. ¡Finalmente podemos salir!
Esta es una buena noticia para muchos, pero no para mi hijo de ocho años con autismo. La simple idea de salir lo atemoriza. Mi hijo no es el único caso. De hecho, está ocurriendo entre personas que jamás habían tenido algún problema médico. Varios ensayos clínicos revelaron que —después de un confinamiento prolongado— algunas personas sufren de síntomas similares al trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Puede ser que la idea de salir de casa para entrar a la nueva normalidad te tenga deprimido y desesperanzado a pesar de que no formes parte de la población de riesgo y en tu ciudad no haya orden de cuarentena. Pero quiero recordarte tres verdades que nos permiten descansar en Dios y confiar en Él.
1) Podemos superar nuestros temores en Cristo
Debemos reconocer que algunos de tus temores pueden ser válidos. Sin una vacuna, salir aumenta las posibilidades de que te contagies. Todos los días hay nuevos casos de personas infectadas. Hay incertidumbre sobre el futuro inmediato. ¿Habrá un rebrote del virus? Y si a esto le añadimos otros problemas sociales, como la injusticia social o la violencia, claro que existen razones para tener cierto miedo.
De hecho, los salmos contienen oraciones de personas que tenían miedo a las aflicciones del mundo exterior (cp. Sal. 56:3). Sin embargo, en Cristo tenemos lo necesario para no ser paralizados por el miedo. Tener miedo por la pandemia te provee oportunidades de hacerte consciente de tu humanidad y tu necesidad de Cristo.
El Espíritu Santo te acompañará mientras produce en ti el fruto extraordinario de la esperanza
Los humanos fuimos hechos con sentimientos, y los salmos los encapsulan de una manera realista. Ellos muestran lo que experimentamos en este mundo quebrantado. Al ser nuestro representante, Cristo experimentó todos los dolores expresados en los salmos, especialmente en la cruz. A causa de esto, el escritor de Hebreos nos invita a expresar en oración nuestros sentimientos, sabiendo que Cristo nos entiende e intercede por nosotros (Heb. 4:15).
Si somos honestos, aunque sea muy doloroso, tarde o temprano, tendremos que salir. Quizá sea un proceso difícil. Por eso Dios te invita a que vengas continuamente y te refugies en Cristo, con una oración que exprese tus sentimientos sin filtro. Hallarás descanso al saber que Él te entiende y te ayudará a superar esta situación.
2) El Espíritu Santo nos acompaña en la prueba
En Juan 14, a horas de ser arrestado y crucificado, Jesús dijo a sus apóstoles: “No se turbe su corazón ni tenga miedo”. Pero al ver a su salvador crucificado y con la amenaza de que ellos sufrirían lo mismo, los apóstoles salieron despavoridos a encerrarse en sus casas (Jn. 20:19). Fue en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos, que pudieron salir de su encierro con una valentía que nunca antes habían tenido.
Sus problemas no desaparecieron, estos estaban esperándolos a que salieran. Lo que sí cambió fue el corazón de ellos por obra del Espíritu Santo. Dejaron de tener un corazón aturdido y mostraron un corazón confiado en que el Señor va con ellos siempre.
Los cristianos tenemos un llamado a perseverar en las pruebas (Jn. 16:33). Pero en el dolor es más fácil decirlo que hacerlo. En esos momentos de parálisis emocional, recuerda que por la fe el Espíritu Santo mora en ti y está contigo durante todo el proceso. Él te ayudará, como a los apóstoles, a moverte de un estado de miedo a un estado de esperanza. Él está contigo aun durante las cosas ordinarias, mientras agendas las citas con un médico o durante las terapias con un consejero.
Dios está con nosotros desde que damos el primer paso fuera de casa hasta que demos nuestro primer paso ante Su presencia
El Espíritu Santo te acompañará mientras produce en ti el fruto extraordinario de la esperanza que nos da durante los momentos más duros. Por eso es importante que durante esta crisis no descuides alimentarte de la predicación de tu iglesia, aun si participas en línea. Es por medio de esta que escuchas no solo lo que Cristo ha hecho con respecto a tu sufrimiento, sino también el de todo el mundo.
3) Existe una ciudad donde no dará miedo salir
Por la vida, muerte, y resurrección de Cristo nos encaminamos a una ciudad libre de miedo. Esta es la esperanza que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones durante la soledad y el sufrimiento. La que nos ayuda a abrir la puerta y dar el primer paso.
En Apocalipsis 21, el apóstol Juan miró que esta ciudad está libre de miedo, dolor, y muerte. Allí recibiremos el consuelo divino por los sufrimientos experimentados en este mundo, en el que estamos de paso. Tu destino final es permanecer junto a nuestro Salvador. En aquella ciudad no habrá tapabocas, ni nada que cubra nuestra cara, pues miraremos cara a cara a nuestro Señor.
Ya sea que experimentes algún síntoma del TEPT o, como en mi caso, ayudes a un ser querido a superar su miedo de salir a la calle, tener en mente nuestro destino final nos da esperanza. ¡Y nos anima a no dejar de compartir el evangelio sabiamente durante este tiempo!
Conclusión
Dios nos lleva a la eternidad, y mientras esto pasa promete estar con nosotros y ayudarnos en los momentos más oscuros de nuestras vidas. Él nos consuela con estas palabras: “No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré” (Is. 41:10). No tengamos temor. Dios está con nosotros desde que damos el primer paso fuera de casa hasta que demos nuestro primer paso ante Su presencia.
