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Fragmento adaptado de Redención. Cómo cambiar: una perspectiva saturada del evangelio. De Matt Chandler y Michael Snetzer. B&H Publicaciones.

La santificación no es algo sobre lo que nos recostamos, sino más bien algo hacia lo cual nos inclinamos. En vez de ser una acción que solo Dios puede hacer, por Sí solo (como son la justificación y la adopción), la santificación es un esfuerzo que Él hace en plena cooperación y sociedad con nosotros. Requiere que ejerzamos lo que uno podría llamar “esfuerzo impulsado por la gracia”: hecho posible, por supuesto, solo por la misericordiosa iniciativa de Dios y, al mismo tiempo, empleando en el proceso nuestro cerebro, músculos y partes del cuerpo humano. […]

La santificación está compuesta, para decirlo brevemente, de estos dos elementos: vivificación y mortificación.

¿Qué es…?

La vivificación

Probablemente tú no hayas visto ni usado esta palabra en una oración hace poco (o tal vez nunca), pero en resumen significa apresurarse o animar, traer a la vida. Una palabra relacionada con ese término sería vívido, como las imágenes visuales de alta definición. Según Colosenses 3, eso es lo que comienza a sucedernos en el ámbito espiritual cuando “buscamos” o “ponemos la mira” en esas cosas “de arriba no en las de la tierra”, cuando pasamos un tiempo reflexionando en el hecho de que nuestras mismas almas, en este preciso minuto, están “escondidas con Cristo en Dios” (vv. 1-3).

La Biblia dice que tú recibiste la autoridad para poner tus pensamientos “en cautiverio” (2 Cor. 10:5), para supervisar lo que piensas, de forma que en lugar de ser “adapt[ados] a este mundo” con su amplia selección de variedades de pecado y valores miopes, tu vida pueda ser de verdad “transforma[da] mediante la renovación de [tu] mente” (Rom. 12:2). En vez de creer mentiras, en vez de alimentar distorsiones, puede elegir morar en las verdades del evangelio, las cuales siempre van a trascender cualquier tendencia que haya en las redes sociales esta tarde. Puedes estar seguro de eso. […]

La vivificación implica llenarnos de una manera de pensar renovada basados, en realidades últimas, aquellas cosas que provocan nuestro amor gratitud y afecto por Jesucristo; al tiempo que desenchufamos la mente de la combinación de sonidos impertinentes, ruidosos, malos consejos, rumores, cuentos de viejas, trivialidades, opiniones de otras personas, acusaciones diabólicas, noticias de último minuto y todas las influencias impías que permitimos que repiqueteen alrededor de nuestro cerebro todo el día, desde comerciales de cerveza y avances de películas, a preocupaciones temporales y toda una gama de deseos codiciosos.

Es por eso que la Palabra de Dios es tan esencial en la vida diaria de un creyente. Porque desde el mismo momento en que tú cierras la Biblia por la mañana, entras en un mundo que lucha, en cada giro, contra toda verdad y la enseñanza que ella representa. Si no tienes el mensaje de Dios dentro, donde puedes meditar en él, regresar a él y recordarlo con frecuencia, no podrás discernir lo que es verdad de lo que podría ser realmente intrigante, seductor, convincente, pero falso. Y muy contraproducente. […]

Cualquier pensamiento entre un millón puede hacer que te pierdas si lo sigues hasta sus lógicas conclusiones. Pero solo la mente capacitada en Jesús te va a llevar a casa.

La mortificación

Si puedes pensar en la vivificación como el alimento fertilizante que da vida a las plantas que tienes en tu jardín, la mortificación es el proceso agotador de arrancar la mala hierba. Lo que debe quedar claro es que no puedes hacer uno sin lo otro. Porque si lo único que haces es echarle agua a tu suelo espiritual con más lecturas bíblicas y notas de sermones, pero no limpios de manera activa las actitudes y conductas espinosas y densas que no deberían estar ahí; entonces, lo único que logras es dejar el suelo abarrotado de más cosas de las que puede soportar secando todos los nutrientes. En resumen, garantizando que nunca vas a estar contento con lo que crece ahí.

Hay cosas que es necesario “considerar muertas” en nosotros (Col. 3:5). Cosas que hay que sacar y hay que pegarles en la cabeza un par de veces. Bang, bang. No queremos decir con esto que uses la violencia contigo mismo, pero cuando se trata de cómo lidiamos con los invasores y violadores que se entremeten en nuestra libertad espiritual, nuestra tendencia es ser demasiado amables y flexibles con ellos… y sentirnos demasiado confiados en nuestra propia capacidad para impedir que vuelvan a levantar la cabeza del suelo. […]

La Biblia es, claro está, tan importante para la mortificación como lo es para la vivificación. La escritura puede ayudarnos a delinear muchas cosas en nuestra vida que solo son buenas para ser arrancadas y quemadas en el patio trasero: “la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos, y la avaricia… ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca” (Col 3:5,8). Abierto y cerrado; tema cerrado, blanco y negro.

Pero es posible que tú también encuentres, a medida que maduras en la fe y creces más en el proceso de la santificación, que el Espíritu de Dios te va a dar una señal de alerta cada vez más frecuente ante algunas de tus actividades y entornos, ante algunos hábitos y pasatiempos que, aunque no son malos desde el punto de vista moral, les hacen daño a tu persona y a tu propio corazón. Y podrían ser puestos para ser sacrificados.

Por ejemplo, no hay ningún versículo bíblico que prohíba dormir hasta las 10:00 de la mañana los sábados, ni comprar un billete de lotería, ni escuchar música que te recuerda tu vida desordenada, ni comprar dos bolsas grandes de palitos de queso cuando están en descuento. Pero por la razón que sea, para ti, esas cosas de manera evidente te restan tu celo por Cristo cuando las haces, cuando las miras o cuando juegas cerca de ellas o te acercas a ellas. Puedes sentir un giro palpable hacia la autogratificación y la concesión después de que hiciste alguna de esas cosas. Participar en ellas simplemente enciende viejos sentimientos que compiten con tu pureza y diluyen tu deseo espiritual.

Por eso, a menudo es sabio mortificar esa distracción en particular, sea cual fuere, con el fin de mantener el corazón activo en tu comprometida trayectoria hacia el Señor. Podría parecerles raro los demás. Tal vez crean que eres demasiado introspectivo o que estás llevando tu fe demasiado lejos. Pero ¿qué vale más para ti? ¿Mirar un programa de televisión los sábados por la noche o preparar tu corazón para la adoración del domingo en la mañana? ¿Mantener rotando de manera habitual uno o dos sitios web o ni siquiera sentirte tentado a mirar las fotos de chicas lindas otra vez?

La vivificación y la mortificación son, de forma bastante literal, cuestión de vida o muerte. […] Son el equipo para hacer ejercicios que te mantiene entusiasmado por Cristo mientras te mantiene apagado con respeto todo lo que aleja tu mirada de Él.


Imagen: Lightstock
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