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Nota del editor: 

Este artículo apareció primero en español en nuestra Revista Coalición: Señor, considera mi lamento(Agosto 2021).

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Los últimos meses han traído un torbellino de emociones. Tristeza. Temor. Decepción. Soledad. Se han estrellado sobre nosotros como olas golpeando contra la orilla. Los desafíos y luchas de la vida en pandemia continúan dejándonos tambaleantes. Las pérdidas que hemos soportado, las dificultades que seguimos soportando y las incertidumbres que nos esperan nos han dejado abrumados.

Si esto es cierto para nosotros como adultos, ¿cuánto más cierto será para nuestros hijos?

Las emociones difíciles de la vida

Nuestros hijos experimentan grandes emociones. Como nosotros, ellos también experimentan tristeza y miedo, soledad y dolor. Por lo tanto, necesitan ser equipados para saber cómo navegar a través de sus sentimientos. Necesitan ser discipulados en cómo responder a sus sentimientos de una manera bíblica.

Nuestros hijos necesitan ser discipulados en cómo responder a sus sentimientos de una manera bíblica

Sin embargo, como padres, a menudo nos cuesta bastante lidiar con nuestras emociones. Podemos sentirnos incómodos aun hablando de sentimientos, lo que hace todavía más difícil ayudar a nuestros hijos a navegar a través de los suyos. También solemos adoptar prácticas poco saludables aprendidas en nuestra infancia: evitar las emociones, reprimir las emociones o calmar las emociones con comida u otras comodidades temporales.

Padres, Dios no los ha dejado solos. Nos muestra a todos, incluyendo a nuestros hijos, cómo entregarle a Él nuestras emociones difíciles. Él nos invita a clamar a Él en nuestro lamento.

Enseña a tus hijos a lamentarse

La Biblia habla de emociones en todas sus páginas. Los Salmos, los cuales Juan Calvino describió como “una anatomía de todas las partes del alma”, contienen descripciones especialmente vívidas de las emociones humanas. Allí, el pueblo de Dios enfrenta las mismas emociones que todos sentimos. La prosa de los salmistas expresan los dolores, temores y preocupaciones que todos experimentamos.

Más aún, estos poetas nos muestran que Dios quiere conocer nuestro corazón. Él quiere que le llevemos en lamento nuestras emociones dolorosas.

Los salmos de lamento se destacan de los otros cánticos porque son de tono oscuro, más como un canto fúnebre y triste que como un canto de alabanza jubiloso. Son honestos y transparentes sobre la dureza de la vida. El salmista usa metáforas vívidas para describir cómo se siente.

Estos salmos suelen seguir una estructura triple: dile a Dios cómo te sientes; pide ayuda; responde con confianza y esperanza. Podemos usar este patrón para ayudar a nuestros hijos a aprender a lamentarse ante Dios por todo lo que sienten.

1. Dile a Dios cómo te sientes

Cuando los niños se nos acercan abrumados por una gran emoción, podemos ayudarlos a aprender a expresar esos sentimientos. Podemos hacer preguntas para saber cómo se sienten y luego darles las palabras que los ayuden a describir sus sentimientos.

¿Tu barriga se siente extraña? ¿Tu corazón late con fuerza? Parece que le tienes miedo a la tormenta de afuera. Vamos a decirle a Dios que tienes miedo.

Veo que has estado llorando. ¿Te sientes triste? ¿Extrañas a tu mejor amigo que se mudó? Vamos a decirle a Dios que te sientes solo.

Podemos contarles la historia de David y cómo él también experimentó grandes emociones y las llevó al Señor en oración (Sal 13; 27; 42). Cuanto más ayudemos a nuestros hijos a orar cuando sienten cosas difíciles, más se convertirá en su hábito espiritual, uno al que recurren a medida que maduran.

Cuanto más ayudemos a nuestros hijos a orar cuando están sintiendo cosas difíciles, más se convertirá en su hábito espiritual

2. Pide ayuda

El salmista no solo le dice a Dios cómo se siente, también le pide al Señor que intervenga y ayude. Ya sea que sienta una profunda tristeza y dolor, tenga miedo de sus enemigos o esté enojado por la injusticia, el salmista le ruega a Dios que lo rescate y libere: “Escucha, oh SEÑOR, mi voz cuando clamo; ten piedad de mí, y respóndeme” (Sal 27:7).

Nuestros hijos necesitan aprender a orar y pedirle ayuda al Señor. Si tienen miedo de una tormenta, pueden pedirle a Dios que los proteja. Si están preocupados por el examen de mañana, pueden pedirle a Dios que los ayude a recordar lo que han aprendido. Si sienten tristeza por una pérdida, pueden pedirle a Dios que los consuele.

Cuando discipulamos a nuestros hijos para que clamen a Dios, ellos aprenden que Él es su refugio y lugar seguro.

3. Responde con confianza y esperanza

Casi todos los salmos de lamento terminan en una respuesta de confianza, esperanza y alabanza. Mientras el salmista expresa sus dolorosas emociones, mientras clama por ayuda y liberación, le recuerda a su corazón quién es Dios y lo que Él ha hecho: “Pero yo en Tu misericordia he confiado; mi corazón se regocijará en Tu salvación. Cantaré al SEÑOR, porque me ha llenado de bienes” (Sal 13:5-6).

La mayoría de las veces, las circunstancias del salmista no cambian. Todavía está siendo perseguido por sus enemigos; todavía siente dolor por las pérdidas en su vida. Sin embargo, el lamento le ha recordado que Dios está cerca, y por eso responde con adoración y confianza.

Sé intencional

Al orar con nuestros hijos a través de sus emociones, podemos ayudarlos a recordar el carácter y los caminos de Dios. Podemos ayudarlos a dar gracias al Señor por quién es Él y lo que ha hecho. Podemos recordarles las formas en que el Señor los ha cuidado en el pasado. Podemos ayudarlos a responder al Señor con confianza.

Las emociones dolorosas son difíciles de manejar para todos. Discipulemos intencionalmente a nuestros hijos a través de sus emociones difíciles, apuntándolos al Dios que se preocupa por cómo ellos se sienten.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
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