Terminamos otro año de estudio bíblico de mujeres el martes pasado: 11 semanas en las epístolas de Juan y 11 semanas en Santiago. 54 iglesias distintas fueron representadas en nuestra inscripción de este año. Un par de miles de mujeres más descargaron los podcasts en todo el país. En la clausura fui inundada con cartas y correos electrónicos de los participantes expresando su gratitud, reflexionando en lo que habían aprendido, y, casi uniformemente, pronunciando una confesión que he escuchado tantas veces que ya no me sorprende. Todavía vacilo entre gozo y desaliento al leer la confesión en la tarjeta después de la hermosa tarjeta de agradecimento. Todavía vacilo entre celebración y tristeza cada vez que aparece en mi bandeja de entrada. Todavía vacilo entre gratitud y frustración cada vez que me lo dicen. Su confesión es la siguiente:
He estado en la iglesia por años, y hasta ahora nadie nunca me había enseñado a estudiar mi Biblia.
Recuerdo confesarme lo mismo hace casi 20 años. Es gratificante saber que nuestros esfuerzos en el estudio bíblico de mujeres de nuestra iglesia para ayudar a las mujeres a que conozcan la Biblia están cambiando la forma en que estas entienden a su Dios y a su fe. Pero es aterrador para mí que tantas mujeres registran años en la iglesia y aun se mantienen indoctas en las Escrituras. Esto no es culpa de ellas, pero tampoco es aceptable.
Líderes de la iglesia: me temo que hemos hecho una suposición costosa y equivocada acerca de aquellos a los que guiamos. Me temo que en nuestro entusiasmo por enseñar acerca de finanzas, los roles de género, las relaciones sanas, la pureza, las guerras culturales, e incluso teología, hemos descuidado la construcción de conocimiento fundamental de las Escrituras en nuestra gente. Hemos asumido que el tiempo que pasan en la interacción personal con sus Biblias está acumulando en ellos un conocimiento básico de primera mano de lo que dice, lo que significa, y cómo debe cambiarles. O tal vez hemos asumido que ese tipo de conocimiento no es realmente tan importante.
Así que continuamos diciéndole a la gente “esto es lo que se debe creer acerca del matrimonio”, y “esto es lo que se necesita saber acerca de doctrina”, y a “así luce la idolatría en su vida”. Pero debido a que nunca les entrenamos en las Escrituras, ellos no tienen ningún marco para fijar estas exhortaciones a algo más allá de su membresía en la iglesia o la personalidad de su pastor o la opinión de su líder de grupo. Más importante aún, no tienen ninguna línea por la cual medir estas exhortaciones. Nunca se les ocurre estar en desacuerdo con lo que se les enseña, porque no pueden distinguir entre nuestra interpretación de la Escritura y la Escritura misma, teniendo poco o ningún conocimiento de primera mano de lo que dice.
Y han estado en la iglesia desde hace años.
Debemos enseñar La Biblia
Cuando ofrecemos ayuda temática —incluso si el tema es doctrina— sin antes ofrecer conocimiento práctico de la Biblia, estamos tratando de amueblar una casa que hemos descuidado en construir. Como un amigo y seminarista me dijo esta semana: “Hay una razón por la que los seminarios ofrecen hermenéutica antes de teología sistemática”. Está en lo cierto. Pero al parecer muchos de los que han disfrutado del raro privilegio de estudiar en el seminario han olvidado pasar este principio básico a las iglesias que ahora lideran.
Debemos enseñar la Biblia. Por favor, escúchame. Debemos enseñar la Biblia, y debemos hacerlo de tal manera que los que estén sentados bajo nuestra enseñanza aprendan a alimentarse por sí mismos en lugar de confiar únicamente en nosotros para darles de comer. No podemos asumir que nuestra gente saba por dónde empezar o cómo proceder. No es suficiente enviarles un link de acceso a un plan de lectura o un método de estudio. Es nuestro trabajo darles buenas herramientas y mostrarles cómo utilizarlas. Hay una razón detrás del porqué muchos aman los libros devocionales más de lo que aman el evangelio de Juan.
Me gustaría que pudieras ver cómo las mujeres de nuestros estudios cobran vida como plantas bien regadas después de una sequía. Me gustaría que pudieras escuchar su emoción después de que, finalmente, recibieron algunas herramientas para construir un conocimiento práctico de la Biblia.
“No puedo creer lo mucho que he crecido desde que empecé a estudiar. . .”
“Yo solo había hecho estudios temáticos. . .”
“No sabía que se podía estudiar de esta manera. . .”
“Estaba tan cansada de la autocontemplación. . .”
“Nunca me habían dicho que debía amar a Dios con mi mente. . . “
“Mi marido se ríe de mí por la emoción que tengo de decirle lo que estamos aprendiendo. . .”
“Nunca había estudiado un libro de la Biblia de principio a fin”.
Son tan humildes en admitir lo que no saben. Debemos ser humildes para admitir lo que hemos dejado de hacer.
Mientras leo sus cartas, el gozo siempre triunfa sobre el desaliento. La celebración derrota la pena. El agradecimiento anula la frustración. Y debido a que la necesidad es grande, me comprometo a pasar a través de otro montón de comentarios, a escribir otro plan de estudios en otro libro de la Biblia, dar un año más en la construcción de la casa de conocimiento práctico de la Biblia en el que el amueblado de la doctrina y otros temas dignos puedan tomar sus lugares correctos. Le debemos a nuestra gente más que solo afirmaciones de lo que es bíblico y lo que no lo es. Les debemos la Biblia, y las herramientas necesarias para, con sobriedad y reverencia, “tomarla y leerla”.
La tarea requiere perseverancia, pero la recompensa es grande. ¿Te unirás a mí?