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Tolerancia. La élite moderna alaba esta virtud en todos los escenarios: las unviersidades, los medios de comunicación, las empresas y lugares de trabajo. No parece haber una manera más genuina de amar a otra que aceptar absolutamente todo acerca de ella. Los cristianos a menudo se han unido a la oleada de esta corriente, y con frecuencia desean ser conocidos por la aceptación que tienen hacia la opinión y los estilos de vida de los demás.

A primera vista, parece ser una virtud positiva, una que ejemplifica la vida del cristiano. Pero, ¿has pensado alguna vez que la tolerancia no es fomentada en la Biblia? El fruto del Espíritu incluye amor y bondad, pero la tolerancia no está en la lista. De hecho, los cristianos no están llamados a la tolerancia, porque servimos a un Dios intolerante.

Consideremos algunas historias del Antiguo Testamento:

El jardín: Dios no toleró el pecado de Adán y Eva. Él no aceptó la decisión que tomaron de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Los expulsó del Edén y dejó a un ángel con espadas de fuego para que protegiera la entrada de tal forma que no pudieran volver.

Noé y el diluvio: Mientras que la versión aséptica de esta historia está muy bien detallada en los libros de cuentos infantiles, no podemos olvidarnos que esta historia es acerca de un inmenso juicio. Imagínate un tsunami de destrucción en lugar de una guardería llena de sonrientes animales de peluche. La inundación implicó terror, sufrimiento y muerte. Fue un evento catastrófico en el cual solo una familia sobrevivió.

Uza: Uno de los relatos más incómodos de la intolerancia divina se encuentra en 2 Samuel 6. Esta historia narra el intento de Uza de sostener el arca del SEÑOR después de que unos bueyes tropezaran en el viaje de regreso a Israel. Cuando él extendió la mano y tocó el arca (una acción expresamente prohibida), Dios no dijo: “Bueno, él tenía buenas intenciones. Yo sé que solo estaba tratando de ayudar”. La respuesta instintiva de Uza fue recibida con gran enojo de parte de Dios, y Uza fue fulminado de inmediato.

Podríamos seguir y seguir a lo largo del Antiguo Testamento, considerando a Acán, a Coré, a los hijos de Aarón, los cananeos, y los habitantes de Sodoma y Gomorra, etc. Todos perecieron por la misma mano de Dios. Él no toleró el pecado de ellos: Él lo castigó.

Un juicio mayor

Por si acaso alguien piensa que Jesús representa a un Dios diferente al del Antiguo Testamento, consideremos sus enseñanzas a los discípulos en Mateo 10:14-15:

«Cualquiera que no los reciba ni oiga sus palabras, al salir de esa casa o de esa ciudad, sacudan el polvo de sus pies. En verdad les digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y Gomorra que para esa ciudad».

Jesús declara un juicio más grande que el de Sodoma y Gomorra para aquellos que rechazan el mensaje del evangelio. Advirtió que muchos creerían haberle conocido, solo para enterarse de que habían sido rechazados con estas palabras: “Jamás los conocí; apartense de Mí, los que practican la iniquidad” (Mt. 7:21-23; Lc. 13:22-27). En lugar de ser bienvenidos al reino de Dios, ellos se encontrarían en un lugar de llanto y crujir de dientes.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento muestran a un Dios que no tolera el pecado. Sin embargo, hay una historia en las Escrituras que demuestra más claramente la intolerancia de Dios.

Es la historia de la cruz.

Hecha un nuevo vistazo a la realidad aterradora e incómoda de la cruz. He aquí un hombre inocente, azotado, golpeado, clavado a un madero, llevando los pecados del mundo. Por ti. Por mí. ¿Es esta la imagen de un Dios tolerante que ignora el mal? No, este es un cuadro horripilante de la ira y el juicio divino. La cruz no tiene sentido si Dios es un Dios tolerante.

La cruz demuestra el carácter de Dios en toda su complejidad. La cruz muestra Su amor, bondad, Su misericordia unida a Su justicia, Su santidad y Su ira. Demuestra perfectamente a un Dios que sobrepasa todo entendimiento. El Señor nos está dando una demostración de la inmensidad de su amor por nosotros. El amor de Dios no es un amor tolerante. Es mucho más que eso. Es un amor redentor.

La tolerancia no es amorosa

Se debe pagar por el pecado. Tolerar el mal es negar la justicia. Dios desata Su ira completa sobre el mal, porque Él es bueno. Si el bien tolerara el mal, dejaría de ser bien. El rehusarse a tolerar el pecado es una parte esencial de amar a los demás. Puede ser que sea tolerante que una madre deje que sus hijos jueguen en una calle muy transitada o que corran con las tijeras, pero no es amor en lo más mínimo.

También debemos odiar el pecado porque es perjudicial, aunque no siempre entendamos el daño que cause. Como un niño no se da cuenta de que un carro puede aparecer repentinamente, así también nosotros debemos entender que no nos damos cuenta de todos los peligros del pecado. Dios, nuestro Creador amoroso que entiende nuestra estructura más plenamente de lo que nosotros la entendemos, nos invita a huir del mal y a encontrar la vida abundante en Él solamente. La vida apartada de la voluntad revelada de Dios no satisface; sino que conduce a la miseria y al vacío.

Como pueblo suyo, entonces, ¿cómo debemos vivir? Romanos 12:9–21 provee una revelación útil:

«El amor sea sin hipocresía; aborreciendo lo malo, aplicándose a lo bueno. Sean afectuosos unos con otros con amor fraternal; con honra, dándose preferencia unos a otros. No sean perezosos en lo que requiere diligencia. Sean fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, gozándose en la esperanza, perseverando en el sufrimiento, dedicados a la oración,  contribuyendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad.

Bendigan a los que los persiguen. Bendigan, y no maldigan. Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran.Tengan el mismo sentir unos con otros. No sean altivos en su pensar, sino condescendiendo con los humildes. No sean sabios en su propia opinión.

Nunca paguen a nadie mal por mal. Respeten lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto de ustedes dependa, estén en paz con todos los hombres. Amados, nunca tomen venganza ustedes mismos, sino den lugar a la ira de Dios, porque escrito está: ‘Mía es la venganza, Yo pagaré’, dice el Señor. ‘Pero si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber, porque haciendo esto, carbones encendidos amontonaras sobre su cabeza’. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien».

Dios nos llama a aborrecer el mal, mientras que al mismo tiempo nos advierte en contra de ser agentes de su ira. Debemos odiar el acto de robar mientras que mostramos misericordia y compasión a quien roba. Amar a la gente no quiere decir que debemos aceptar las decisiones que toman. Significa que abiertamente aceptemos y abracemos todo el que viene a nuestras vidas con un corazón comprensivo y con el mensaje y la esperanza del evangelio. Amamos a las personas cuando los llamamos a una vida alejada del pecado y a tener una relación con el Rey Jesús. Puede que esta no sea la definición que el mundo tiene de la tolerancia, pero es la forma más genuina de amar.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Luz Guillen.
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