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El primer capítulo del segundo libro de Samuel concluye con un lamento de David. En este poema, David expresa tristeza, pero también expresa admiración. Está respondiendo a las noticias de la muerte de Saúl. Por años ya, David había tenido que vivir en el exilio. Perseguido como criminal, destituido de su casa y de su pueblo, al fin yendo a quedarse con sus enemigos, los filisteos, David había pasado tiempos muy duros a causa de Saúl, quien sin razón, y por motivos de celo y envidia, le había perseguido. Ahora David lamenta con tristeza palpable la muerte de su mayor enemigo. No lo celebra.

Considera las palabras que usa David:

1:19 ¡Ha perecido la gloria de Israel sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los valientes!

Lo dice de su amigo Jonatán, pero también lo dice de Saúl:

1:23-24 Saúl y Jonatán, amados y queridos; Inseparables en su vida, tampoco en su muerte fueron separados; Más ligeros era que águilas, Más fuertes que leones. Hijas de Israel, llorad por Saúl, Quien os vestía de escarlata con deleites, Quien adornaba vuestras ropas con ornamentos de oro.

David elogia a Saúl con sinceridad. No cabe duda de que es sincera su admiración. No solo lo vemos en esta expresión poética, pero lo sabemos por las circunstancias de su vida. Y esto debe servirnos de enseñanza. A cada persona debemos dar lo debido. Al que debemos honor, debemos honrar. David honró al hombre que varias veces lo trató de asesinar.

Eso no es fácil de hacer. ¿Cómo responderíamos nosotros a alguien así? David tenía dos cosas: la primera fue su respeto por las decisiones de Dios. Saúl fue ungido, escogido y puesto por Dios. También lo fue David, pero eso nunca le hizo pensar que era su tarea quitar a Saúl. Por más que Saúl le agrediera, David no hizo más que huir. David no se creyó mejor, ni siquiera igual a Saúl. Supo que Dios primero puso a Saúl y después pondría a David. Así que esperó que Dios se llevara a Saúl antes de ocupar el puesto dado. Pero David también admiró a Saúl, y esta es la segunda cosa. Lo admiró por ser un hombre de valor, un líder de guerreros, alguien que consolidó el primer reinado en Israel.

Saúl falló, pero eso no quiere decir que no hubo cosas que sí logró. El reino no apareció como entidad política de un día para otro. Lo que necesitaba el rey, su corte, su ejército, sus consejeros e ingresos, todo se tuvo que ir formando. Vemos al principio que cuando ungen a Saúl y le proclaman rey, le toca volver al campo a arar. Pero eso no es lo que vemos al final. Y cuando David llega a ser rey, ya existen antecedentes, protocolos, privilegios y expectativas. David honra esto, porque sabe que lo que logró Saúl fue bastante. Sabe que Saúl fue un líder que derrotó a los enemigos del pueblo de Dios, los protegió y hasta dio su vida en batalla contra los filisteos. No es como solemos pensar de un hombre como Saúl ¿verdad? Queremos saber si fue creyente o inconverso, y la verdad es que eso no tiene nada que ver (¿cómo lo sabemos? Porque la Biblia no nos lo dice, y todo lo que necesitamos saber nos lo deja saber. Dios no tiene por qué revelarnos el estado espiritual de Saúl). Queremos saber eso, me parece, porque queremos saber si lo imitamos o no lo imitamos.

Pero la Biblia no siempre enseña en términos tan sencillos. Hay cosas admirables de David, y hay cosas que ni admiramos ni imitamos, aunque fue creyente. Y es igual con Saúl, aunque fuera o no fuera creyente. Esto es así porque la Biblia nos enseña a través de principios. Y en este caso debemos seguir el buen ejemplo de David porque siguió los principios de la vida cristiana: honró al que merece honor; trató con justicia hasta a un enemigo. ¿Cuántas veces fallamos nosotros en esto? Lo que dicen los calvinistas de los arminianos muchas veces, por ejemplo, o los arminianos de los calvinistas. Muchas veces exageramos, distorsionamos, y eso no debe ser. Lo que dicen los teólogos del pacto del dispensacionalismo, y los dispensacionalistas de los teólogos del pacto.

Claro que esto no quiere decir que no haya desacuerdos. Los hay, y son importantes. Pero no hay que menospreciar las diferencias. Debemos manejar estas diferencias con integridad. Debemos poder representar la otra posición sin distorsión. ¡Cómo elogia David a Saúl! Pero lo que dice de Saúl es la verdad. Saúl no trató así a David. Pero sabemos quién fue el que anduvo según los principios de la vida cristiana. Nos queda claro quién tuvo y quién no tuvo razón. Qué noble fue David en su ejemplo de vida de fe y en su admirable integridad y fidelidad para con la casa de Saúl. Y lo hizo por su temor a Dios. Hagamos nosotros lo mismo.

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