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Muchos creyentes solemos pensar que, como tenemos la ayuda del Espíritu Santo, no necesitamos más para entender la Biblia o la vida (al fin y al cabo, tenemos todo lo que realmente importa). Me temo que este modo de pensar no es bueno para nosotros; carece de la necesaria humildad que debe ser parte de la vida cristiana. Claro, los que piensan así tienen razón (en parte). Por otro lado, es problemático pensar de esta forma. El problema aquí es que el Espíritu Santo no nos está susurrando las interpretaciones en comunicaciones privadas.

Es interesante ver cuántas personas parecen creer que reciben comunicaciones directas en cuanto a lo que quiere decir la Biblia. Pero la Biblia no es de interpretación privada, lo cual no quiere decir que Dios no nos hable; sino que es de interpretación pública, de interpretación común. A través de las Escrituras, Dios nos habla a todos. Y de hecho, la Biblia es de interpretación ardua; requiere paciencia, estudio, oración, ayuda de Dios, aplicación, diligencia y consulta con otros creyentes. Todo esto quiere decir que la Biblia es clara, pero no es fácil. Algo que complica la claridad de la Biblia es la oscuridad de nuestro entendimiento natural (no queremos aceptar, no queremos reconocer, no queremos ni siquiera buscar el mensaje de Dios).

Por supuesto, el cristiano —el verdadero creyente— tiene la gran ventaja de la que habla Pablo en 1 Corintios 1 y 2: el creyente quiere las cosas de Dios, busca andar con Dios, tiene el Espíritu de Dios operando en su ser, y tiene la mente de Cristo para desear el bien que es la voluntad de Dios. Esta es una gran ventaja hermenéutica: si buscas lo que Dios busca, puedes encontrar lo que él tiene para ti. El hombre natural no busca a Dios de por sí, y no lee la Biblia buscando lo que Dios le quiere decir. ¿Qué tal que una persona busque en plena luz del día algo que ni siquiera conoce? No lo encontrará por más obvio que sea el objeto.

Así que el cristiano se encuentra con una gran ventaja en cuanto a lo que dice la Biblia. Pero, por otro lado, ¿podemos decir que los deseos del cristiano son puros? ¿Que nosotros queremos siempre las cosas de Dios, sus caminos, sus rectos juicios? ¿Que siempre buscamos lo que él nos quiere dar? ¿O decimos que el cristiano también lucha contra los deseos pecaminosos que tiene que mortificar cada día? Esto complica nuestra habilidad para recibir y hasta para percibir el mensaje claro de la Biblia. Entonces, esto nos debe llevar a ser humildes, a examinarnos mucho, a vivir vidas de arrepentimiento en cuanto a la maldad remanente en nuestros corazones y deseos.

No debemos creer que saber cosas de la Biblia sea tan fácil para nosotros simplemente porque hemos sido regenerados por el Espíritu de Dios. Pero hay más, y esta es una gran dificultad para nosotros. Debemos tener dos verdades en cuenta al interpretar la Biblia: (1) fue escrita por seres humanos y (2) es la Palabra de Dios. Por un lado, algunos cometen el error de tomar el libro como meras palabras de humanos. Lo leen solamente como un documento histórico, como una colección de mitos, como alta literatura; y no toman en cuenta que es más que solamente esas cosas, porque es la Palabra de Dios. Pero también hay quienes ignoran el contexto histórico, los géneros literarios, las influencias de las circunstancias en las que vivían los escritores; y estas cosas son muy importantes para interpretar bien lo que Dios nos dice.

No se llega a lo que nos dice Dios sin interpretar bien; y para ello hay que tomar en cuenta los géneros literarios, el contexto histórico, cómo usaban las palabras en ese tiempo, etc. Hay que recordar estas dos verdades de la Biblia: fue escrita por seres humanos, y es Palabra de Dios. Hay cristianos que no tienen un alcance muy amplio en cuanto a su entendimiento de la arqueología, de la historia del imperio Romano, de la influencia de la sabiduría egipcia sobre los Proverbios de Salomón, etc. Si somos así, debemos empezar a ser conscientes de esto, y buscar mejorar nuestro entendimiento. Podemos saber muchas cosas de la Biblia sin entender todo lo que hay que entender, pero debemos ser humildes, reconociendo que hay cosas que no sabemos y cosas que no tenemos, y que nos hacen falta.

De lo contrario, sería como negar que la Biblia fue escrita por seres humanos. No digo que todos debamos ser expertos en el imperio romano para saber lo que dice la Biblia, pero sí que debemos reconocer la necesidad entre nosotros de tales expertos para que nos guíen y nos ayuden. En otras palabras, el hecho que yo como creyente tenga el Espíritu de Dios morando en mí, no quiere decir que ya no necesite saber de los usos y de las costumbres de la antigüedad para entender mejor la Biblia. Nada de lo que leemos en la Biblia es mentira, porque es la Palabra de Dios que no miente. Pero Dios no escribió ninguna parte directamente —aparte de los diez mandamientos— ¿verdad? Y no hay que olvidar esto en el estudio: Dios usó escritores humanos para darnos su Palabra escrita.

Esto nos lleva a varias conclusiones, la primera es que no hay que despreciar las disciplinas que nos ayudan a interpretar la Biblia como un libro escrito por seres humanos. Pero la segunda conclusión importante es que yo como creyente debo leer la Biblia buscando lo que busca Dios, lo que agrada a Dios, lo que Dios —el dador de todo bien— quiere que yo haga. El Espíritu nos es dado para que podamos ser recipientes tanto de la severidad como de la misericordia de Dios manifestada a todos los suyos en Cristo Jesús. Especialmente los que enseñan y predican entre nosotros deben ser conscientes de estas dos cosas, y deben saber cómo manejar la Biblia a la luz de estas dos verdades.

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