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La predicación domingo tras domingo de la Palabra de Dios es un gran privilegio. También es una gran responsabilidad y una labor muy ardua. Pensando en esto, en Coalición por el Evangelio hemos iniciado una serie de entrevistas breves a pastores experimentados en la labor de exponer lo que Dios ha hablado a su iglesia.

A continuación, Gerson Morey nos explica cómo prepara sus sermones. Él es pastor en la Iglesia Día de Adoración en la ciudad de Davie, en el sur de la Florida, y autor del blog cristiano El Teclado de Gerson.


¿Cómo luce su preparación para el sermón dominical?

Aunque a veces la dinámica de la preparación de un sermón puede variar, en esencia es una combinación de las mismas disciplinas y elementos.

La primera parte empieza entre lunes y martes, orando, pensando, y meditando en el texto que voy a exponer el domingo. Rumiando la Palabra, por decirlo de una manera. Hago esta ponderación del pasaje cuando estoy en mis devociones, o cuando hago ejercicio, e incluso hasta cuando estoy conduciendo el auto.

El día miércoles comienzo a escribir. Empiezo a desarrollar en papel qué es lo que el texto dice, o lo que creo que dice. Trato de encontrar y establecer la idea central del pasaje, y luego escribo un breve comentario de cada verso. Escribo mucho en papel.

El jueves es quizá el día más importante, pues empiezo armar la estructura del sermón. Luego dedico el viernes para terminar el proceso. En ese día consulto varios comentarios bíblicos. Por lo general, el 95% del sermón está terminado el viernes.

El sábado me sirve para leer el manuscrito, revisarlo, y editarlo si es necesario. Una vez tengo el manuscrito final, procuro leerlo tres veces antes del domingo.

¿Cómo escoge el pasaje o tema que abordará en su sermón?

Por lo general, en nuestra iglesia predicamos expositivamente los libros de la Biblia. Es por eso que no tengo que estar pensando qué pasaje o tema predicaré el siguiente domingo. Solo seguimos el tema de cada libro.

Sin embargo, los líderes de la iglesia me dan libertad para determinar el ritmo de la serie. Es decir, no tengo asignado un tiempo para desarrollar toda la serie, ni tampoco los versículos que debo exponer cada domingo. Doy gracias a Dios por eso. Por lo tanto, si en medio de la preparación del sermón creo que debo quedarme en un pasaje para hacer énfasis en él, tengo la libertad para hacerlo.

De vez en cuando hacemos una pausa en nuestra serie de mensajes expositivos y predicamos un tema o una serie de temas según la necesidad de la congregación y las distintas temporadas del año (ejemplos: resurrección, navidad, etc.).

¿Quién le ha influenciado más en su forma de predicar?

Por la gracia de Dios, son muchos los hombres que han tenido una influencia para bien en mi predicación. Agradezco al Señor por ellos, pues Él ha bendecido a su Iglesia al darnos excelentes predicadores para todos los gustos.

Todo pastor debe seguir creciendo, madurando, y aprendiendo como predicador.

En español, debo decir que Sugel Michelén, Otto Sánchez, y Miguel Nuñez han sido de gran bendición para mí como creyente y predicador. Aunque tienen estilos distintos, cada uno ha contribuido mucho a mi predicación.

También escucho a varios predicadores en inglés. Entre ellos, he sido enriquecido por el ministerio de H. B. Charles Jr., y escucho a John Piper, Tim Keller, Mark Dever, John MacArthur, y R. C. Sproul. Todos ellos, con muchos y variados talentos, me han influenciado y dejado algo significativo.

¿Dónde aprendió su método para preparar los sermones?

Creo que mi método de preparación es imperfecto. En este sentido necesito seguir aprendiendo y mejorando. Por ejemplo, mi forma de preparar sermones ha sufrido un cambio dramático. Antes usaba notas, ahora uso un manuscrito. Antes consultaba primero a los comentarios, ahora dejo los comentarios para casi el final del proceso.

Recuerdo que hace varios años un amigo cayó preso, y mientras yo lo visitaba en la prisión me comentaba de los libros que estaba leyendo. Un día me dijo que un libro lo había edificado mucho y me lo regaló: Discursos a mis estudiantes, de Charles Spurgeon. Fue de gran ayuda. Es confrontador, práctico, y desafiante. Spurgeon me ayudó a tomar en serio no solo la predicación, sino también la preparación del sermón.

El método de preparación es un proceso en el que vamos aprendiendo. El proceso se mejora y enriquece a medida que vamos predicando más, y a medida que crecemos como líderes.

¿Cuáles considera que fueron sus errores en la preparación de sermones al comienzo de su ministerio y qué ha aprendido de ellos?

Llevo predicando casi 12 años (los cuatro últimos como pastor). En un sentido, todavía estoy en el comienzo de mi ministerio. Tengo mucho por aprender, pero creo que uno de mis errores fue pasar mucho tiempo tratando de encontrar ilustraciones. Invertía varias horas de la preparación tratando de encontrar ejemplos, historias, y anécdotas para ilustrar el sermón. Creo que estas cosas son buenas, porque pueden dar más claridad a lo que queremos comunicar, pero mi error fue invertir mucho tiempo en eso.

¿Más o menos cuánto tiempo toma preparar un sermón?

Es difícil hablar de una cantidad precisa de tiempo, ya que aparte de los sermones del domingo tengo que preparar los estudios bíblicos de mitad de semana, y también tengo responsabilidades en mis estudios en el seminario.

Hay sermones que me han tomado muchas horas. Algunos 20 horas o más, incluyendo el tiempo de oración. Otros me han tomado menos, de 8 a 12 horas. Las circunstancias varían, pero en promedio tomo de 15 a 20 horas.

¿Utiliza manuscritos? ¿Prefiere usar un iPad o imprime sus sermones?

En los últimos años he preferido usar manuscritos. Quiero minimizar la improvisación, y me gusta imprimir mis sermones porque eso me hace sentir más cómodo. Además, en la última revisión que hago el domingo por la mañana, puedo añadir algo al sermón escribiendo sobre el papel.

La oración debe ser el hábitat del predicador, la atmósfera en la que vive incluso mientras prepara su sermón.

¿Algunas recomendaciones para nuevos predicadores?

  • Toma en serio la preparación de un sermón tanto como la entrega del sermón.
  • Satura de oración el proceso de preparación. Ora mucho: ora mientras preparas el sermón, ora mientras buscas entender el pasaje, ora mientras trabajas la estructura del sermón. Ora para que puedas predicar con fidelidad, claridad, poder, y gracia. Ora para que Dios abra los ojos de su iglesia y que Él use su Palabra.
  • Esfuérzate en trabajar con el texto antes de consultar los comentarios. Míralo. Medítalo. Considera el contexto inmediato y general. Considera quién es el autor. Esfuérzate en tratar de comprender el pasaje. Esto te enriquecerá como estudioso de las Escrituras.
  • Después de predicar, en especial cuando sientes que tu sermón no fue tan poderoso, confía en que Dios es quien edifica su iglesia y que Él usa su Palabra.
  • Mira y aprende de los predicadores que tienen muchos años predicando y desarrolla tu propio estilo. No imites a nadie. Copia la pasión, pero no el estilo.
  • Lee mucho.
  • No dejes de crecer, madurar, y aprender, como decía el gran Billy Graham. Y aunque eso lo decía en un contexto más amplio, ciertamente todo pastor debe seguir creciendo, madurando, y aprendiendo como predicador.

¿Cómo describiría la importancia de la oración y el Espíritu Santo en la preparación y entrega de sermones?

Es excelente la estrecha relación del Espíritu y la oración que esta pregunta sugiere. La necesidad de la oración está emparentada con nuestra dependencia del Espíritu. Es decir, dependemos del Espíritu por medio de la oración.

¿Cómo describo la importancia de esto? Es infinita e inmensurable. Pero lo primero que debo decir, es que el predicador debe ser una persona empapada de oración, saturada del Espíritu. La oración debe ser el hábitat del predicador, la atmósfera en la que vive incluso mientras prepara su sermón.

La preparación de un sermón no es solo un ejercicio intelectual. Sobre esto, E. M. Bounds, un predicador metodista del siglo pasado, decía:

“El púlpito de hoy día es débil en oración. El orgullo de la erudición está en pugna con la humilde dependencia en la oración… La oración, para el predicador, no es simplemente el deber de su profesión, un privilegio, sino que es una necesidad. El aire no es más necesario para los pulmones que la oración lo es para el predicador”.[1]

Sin oración, la preparación de un sermón es un ejercicio meramente académico. Sin oración, el mensaje queda sin vida, aunque esté matizado con carisma, elocuencia, y buenas ilustraciones. Sin la dependencia del Espíritu, el sermón solo puede aspirar a convertirse en un buen discurso, estéril, desprovisto de poder, incapaz de transformar, e impotente para tocar el corazón del oyente.

El predicador debe ser una persona que dependa del Espíritu en toda su vida y el camino más directo para eso es su hábito de oración.


Haz clic aquí para descargar un manuscrito de un sermón del pastor Gerson Morey.


[1] E. M. Bounds, El predicador y la oración (Editorial Clie, 1980).


Imagen: Lightstock.
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