Un lector pregunta: ¿Es egoísta comprar cosas para embellecer mi casa?
Gracias por el corazón que hay detrás de esta pregunta. Tu deseo de una vida sin egoísmo moldeada por la cruz es admirable, y esa humildad es el preludio de muchas bendiciones divinas (Pr 15:33; Stg 4:6-10; 1 P 5:5-7).
Entiendo tus dudas. Cuando tus recursos financieros podrían destinarse a financiar una misión o a atender a los pobres, puede parecer egocéntrico comprar una alfombra para la sala o un cuadro para la pared. Permíteme ofrecerte otra perspectiva.
Para efectos de transparencia: estoy casado con una artista visual y sus pinturas y escritos brindan luz a estas reflexiones.
Dios hace las cosas hermosas
Adoramos al Señor, quien hace hermosas todas las cosas, desde la exuberante belleza de la creación original hasta la nueva creación incrustada de joyas que vendrá cuando nuestro Señor regrese (Gn 1; Ap 21). El Señor se complace en Sus obras hermosas.
La belleza también formaba parte del plan del Señor para el antiguo Israel, mientras experimentaban la liberación de Egipto y se dirigían hacia la tierra prometida. La primera actividad compartida por los esclavos liberados fue la construcción del tabernáculo, ¡un proyecto artístico comunitario! Lee Éxodo 25 – 36, especialmente 31:1-11 y 35:30 – 36:7. Fíjate en el cuidado y los colores, la creatividad y la destreza desplegados para esta exposición de la presencia divina. La primera «llenura del Espíritu» en las Escrituras se encuentra en Bezalel y su equipo.
Ten cuidado con el ídolo de la belleza
Por supuesto, la belleza puede convertirse en un ídolo, por lo que se advirtió a los israelitas que no construyeran nada que pudiera apartar sus corazones del único Señor, Dios de Israel. No se trataba de un repudio hacia la belleza creada, sino de una advertencia de que nuestro Dios no puede reducirse a nada hecho por nuestras manos (Is 44; Ro 1:18-32). Incluso la Iglesia primitiva se enfrentó a este reto (1 Jn 5:21).
Si decoras con una extravagancia egocéntrica entonces es hora de examinar tu corazón
Es posible que nosotros también caigamos en esto. Si decoras con una extravagancia egocéntrica —un enfoque constante en cómo se ven las cosas o una necesidad imperiosa de tener lo último en decoración— entonces es hora de examinar tu corazón. Tu ambición por la belleza no debería ocupar el lugar de Dios en tus afectos. Nunca soportará el peso de hacerte feliz.
Por el contrario, tu deseo de belleza debe surgir de tu amor a Dios y al prójimo. Pero no es fácil; los cristianos llevan siglos debatiendo sobre el tema.
Una breve historia
Con la venida de Jesús, el pueblo de Dios se sintió liberado para celebrar y comunicar el evangelio con el arte. Desde los primeros símbolos en la adoración, pasando por los detalles de los manuscritos medievales, hasta la explosión de expresión artística de los últimos quinientos años, la belleza ha estado entrelazada con la espiritualidad cristiana.
En los últimos 1900 años, se han producido conflictos en la iglesia en torno a las expresiones artísticas relacionadas con la adoración. Los iconódulos de todas las tradiciones creen que los iconos y otras formas de representación visual del mensaje cristiano ayudan a la devoción, especialmente a los analfabetos. Los iconoclastas ven que la idolatría y la superstición eclipsan el evangelio y abogan por un adorno mínimo.
Los reformadores estaban divididos en este aspecto: las tradiciones anglicana y luterana eran más complacientes con la belleza artística, mientras que las tradiciones anabaptista y reformada se centraban en escuchar la Palabra y en la arquitectura y el adorno sencillos en los hogares. Estos conflictos siguen influyendo en cómo se ve la belleza y las artes.
Durante el último siglo, el aprecio por las bellas artes y la belleza visual ha ido creciendo en las iglesias centradas en el evangelio. A mediados del siglo XX, Hans Rookmaaker y Francis Schaeffer destacaron la bondad del arte y la belleza como expresión del Creador para el mundo evangélico en general. Hoy en día, artistas como Makoto Fujimura aportan su creatividad y sus ideas al pueblo de Dios, con la belleza como parte de una trifecta (belleza, bondad y verdad) de la revelación divina.
Pero ¿qué significa eso para tu sala de estar?
La decoración como adoración
Es bueno dar dinero para atender a los pobres y apoyar las misiones. Pero si tu presupuesto te lo permite, también es bueno decorar tu casa como un acto de adoración. El color y la luz, las imágenes y las palabras que evocan asombro y alegría, y las expresiones de la cultura que nos atraen hacia el Creador son todas buenas.
Si es posible, exhibe obras de arte originales. Tu inversión en artistas vivos, especialmente cristianos, contribuye a crear y cultivar la cultura. El arte de tu casa no tiene por qué ser abiertamente religioso o realista. Las obras abstractas y expresionistas pueden contar una historia tan profunda como un paisaje marino o un bodegón. Las fotos familiares, los dibujos coloreados de los niños y otros objetos hechos a mano hacen que una casa resulte acogedora.
Esta atención a la belleza animará tu hospitalidad. La familia, los amigos y los compañeros a los que recibas en tu mesa se sentirán inspirados y renovados.
En un mundo asediado por miedos apocalípticos, crisis constantes y licencias artísticas que glorifican cualquier cosa menos a Dios, la belleza arraigada en la reverencia y la gratitud, la esperanza y el gozo será un testimonio que el Espíritu Santo usará para despertar el hambre por el Señor y traer paz a nuestros corazones. Tales esfuerzos no son una pérdida de tiempo y dinero, sino reflejos de la bondad de nuestro Señor para con todos los que visitan nuestros hogares.