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Fue una petición inocente: “Megan, ¿puedes enseñar la clase de escuela dominical la próxima semana?”. Ingenuamente, acepté. Poco anticipé la erudición bíblica necesaria para enseñar una hora el domingo por la mañana a los niños de 5 y 6 años.

Cuando abrí el manual del maestro el sábado por la noche, descubrí el problema. No era una bonita y pequeña lección bíblica sobre “Adán nombra a los animales”, o “Jesús le da la bienvenida a los niños”. No. De todas las historias en el currículo, me tocó enseñar sobre David y Betsabé (2 S. 11).

Tenía que sucederme. Si nos tomamos en serio nuestra obligación de declarar “todo el consejo de Dios” (Hch. 20:27), nos encontraremos con algunos pasajes difíciles. Una familia o iglesia que le habla a sus hijos de las Escrituras cuando se sientan, caminan, se levantan, y se acuestan (Dt. 6:6–8), hablará en alguna ocasión sobre David y Betsabé, así como de Rahab, Tamar, Dina, y Dalila.

Aunque hacen que los padres y los maestros de la escuela dominical se retuerzan, esos pasajes son “inspirados por Dios” y son “útiles” (2 Ti. 3:16). Es bueno que nuestros hijos los aprendan porque son la buena Palabra de Dios para nosotros, la cual nos enseña de Su santidad y nuestra necesidad de un Salvador. Además, como Jen Wilkin señaló recientemente, estos textos incómodos nos ayudan a aprender a amar a los que se duelen y hieren entre nosotros.

¿Pretendiendo estar casado?

Desde el principio, supe que no iba a analizar algunos de los detalles de esta historia. No iba a describir cómo son las relaciones sexuales a niños que apenas habían dejado los pañales, ni tampoco abordaría la cuestión de si el acto de David fue una violación o un adulterio. Pero no podía evitar el problema esencial de explicarles el pecado sexual a los niños pequeños.

Mi política con mis tres hijos es decirles siempre la verdad.

Me parecía que tenía dos opciones. La primera opción fue usar el guión proporcionado por el plan de estudios y decir que David y Betsabé pretendieron estar casados: “David actuó como si Betsabé fuera su esposa, pero ella no lo era. Eso fue malvado”.

Mi política con mis tres hijos es decirles siempre la verdad. La Biblia es la verdad completa, y quiero mantener la veracidad intrínseca de la Palabra mientras la parafraseo y se las cuento y se las explico a mis hijos. Esto no significa que les cuente todos los detalles sangrientos, pero tampoco les digo nada que sea falso. A medida que crecen, quiero que construyan sobre la verdad que les he dado, y no que cuestionen todo lo que les he dicho.

Y no estaba convencida de que “David actuó como si Betsabé fuera su esposa” era cierto. En un matrimonio piadoso, un esposo no fuerza ni manipula a su esposa para tener relaciones sexuales con él. David no estaba actuando simplemente como lo hace un marido. Además, la siguiente parábola de Natán (2 S. 12:1-9) señala este punto. El pobre hombre tenía una oveja que amaba, cuidaba, y trataba como una mascota. El hombre rico le robó esa oveja. ¿Luego el hombre rico la convierte en su mascota? No, no hace eso. Él la mata y se la come. David no estaba fingiendo que Betsabé era su esposa mientras jugaba a la casita con ella. Él la estaba matando y se la estaba comiendo.

Dile eso a un niño preescolar.

¿Por qué es malo el pecado sexual?

Mi segunda opción era explicar el pecado sexual usando términos de otro pecado. VeggieTales adopta este enfoque en el episodio que caracteriza a Betsabé como un juguete de patito de goma robado. Todos los niños pueden entender el robo, por lo que los guionistas enmarcan el adulterio en términos de robo: “No te lleves personas que no te pertenecen”.

Sí, el pecado sexual frecuentemente involucra otros pecados. A menudo comienza con la codicia y termina con la mentira y tiene un montón de autolesiones y daños al prójimo en el medio. Pero si les enseñamos a los niños que el adulterio, la fornicación, y la violación son solo formas de otros pecados, no estamos diciendo la verdad. En los Diez Mandamientos (Éx. 20:1-17), un resumen de la ley de Dios para su pueblo, el pecado sexual tiene una prohibición propia en el séptimo mandamiento: “No cometerás adulterio” (v. 14).

Entonces, ¿qué hace al pecado sexual distinto de otros pecados?

En nuestros días, incluso los cristianos profesantes justifican el pecado sexual con el argumento de que, en las condiciones adecuadas, no infringe ningún otro mandamiento. Las defensas comunes incluyen: “No está haciendo daño a nadie” (sexto mandamiento), o “Nadie le está quitando nada a nadie; es consensual” (octavo mandamiento), o “Está sucediendo de todos modos; al menos finalmente estamos siendo honestos al respecto” (noveno mandamiento).

Pero incluso si fuera posible guardar perfectamente todos los otros mandamientos, todavía no tenemos excusa para romper el séptimo. El problema principal con el pecado sexual no es que rompa otras leyes. El problema principal con el pecado sexual es que viola la ley de Dios, es decir, el requisito de Dios para la santidad sobre el sexo. Decirle a los niños cualquier otra cosa es falso y no les servirá bien a medida que crecen en un mundo sexualmente licencioso.

Rompiendo las reglas de Dios para el matrimonio

Entonces, ¿qué hizo mal David? (Lo que me llevó a donde empecé: tratar de no explicarle el sexo al hijo de cinco años de otra persona). Creo que el guión original de la escuela dominical acertó en al menos una cosa: el séptimo mandamiento es acerca de la santidad del matrimonio. Y para explicar el pecado de David a nuestros hijos, debemos tener claro que su pecado estaba violando la ley de Dios para el matrimonio.

Cuando nos encontramos con pasajes difíciles debemos andar con cuidado, pero no tenemos que andar con timidez.

Cuando nos encontramos con pasajes difíciles sobre el adulterio, la violación, el incesto, la prostitución, y la fornicación, debemos andar con cuidado, pero no tenemos que andar con timidez. El mismo Dios santo que declaró su ley a “todo el pueblo” de Israel (Éx. 24:3) le declara su ley a niños y adultos hoy. Hablar con claridad sobre el séptimo mandamiento en un aula de la escuela dominical o alrededor de la mesa de la cena familiar es bueno y útil. La buena palabra de Dios sobre el matrimonio le da incluso a los niños pequeños una categoría para clasificar el caos sexual que los rodea y los apunta a Cristo, el único Salvador de los pecadores.

Ese domingo por la mañana en particular, recogí los crayones y acerqué a los más pequeños. Leí el pasaje de la Biblia y luego dije: a David no le importaba lo que Dios decía sobre los esposos y esposas. Y no le importaba que Urías y Betsabé habían prometido permanecer casados. A David solo le importaba lo que quería. David inventó sus propias reglas acerca de estar casado. Esto desobedecía a Dios, y no era bueno para él ni para Betsabé. David necesitaba ser perdonado por Dios, al igual que tú y yo.

Ahora… creo que necesito galletas y jugo de manzana.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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