Me pregunto si otros se están dando cuenta del fenómeno que veo en muchas iglesias: gente atrincherándose con otras personas de su misma generación. Aquellos en sus 20’s comparte con otros en sus 20’s, hablando de preocupaciones de gente en sus 20’s. Las familias jóvenes se juntan con otras familias jóvenes, siendo anfitriones de citas para que los niños jueguen y los papás intercambien tips de cómo ser mejores papás. Me parece a mí que las personas en sus 60’s tienden a juntarse solo con otras personas en sus 60’s. Por supuesto, hay notables excepciones. Están aquellos hombres y mujeres mayores que se convierten en pilares de la iglesia al invertir en hombres y mujeres jóvenes.
También aquellos jóvenes que buscan servir a las familias jóvenes o a los miembros mayores. Sin embargo, en la mayoría de los casos, pareciera ser que la gente invierte la mayoría de su energía espiritual con otras personas que atraviesan una etapa similar de la vida. Hay mucho que puede decirse acerca de esto -su alcance, causas, beneficios y demás. Pero si hay algo que me impacta hoy es que el segregarnos en nichos basados en edad y etapas de desarrollo tiende a debilitar el futuro de la iglesia. ¿Qué quiero decir con esto? Está claro que Dios desea que la fe sea enseñada y transmitida de la generación mayor a la más joven. Las palabras de Pablo a Tito son quizás las más conocidas con respecto a esto:
“1Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina: 2 Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. 3 Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, 4 para que puedan instruir (exhortar) a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, 5 a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. 6 Asimismo, exhorta a los jóvenes a que sean prudentes. 7 Muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad, 8 con palabra sana e irreprochable, a fin de que el adversario se avergüence al no tener nada malo que decir de nosotros” (Tito 2:1-8).
¿Qué pasa cuándo esta visión de la vida dentro del cuerpo de Cristo no se materializa de manera amplia porque nos agrupamos de acuerdo a nuestras preferencias demográficas? Bueno, lo que sucede es que la gente en sus 20’s aprende principalmente de gente en sus 20’s. Están siendo cortados de la perspectiva y sabiduría de personas una o dos generaciones mayores a ellos. Desarrollan soluciones de gente en sus 20’s para cosas que o serán fundamentos a los 40’s o problemas. Toman decisiones de cortejo y relaciones que parecen muy buenas en los 20’s pero que a los 40 notamos que no se pensaron bien. Toman decisiones de compra que parecen darles vida a los 20 que luego se convierten en terribles cargas a los 40. Me parece ver a muchos en sus 20’s (particularmente hombres) corriendo la carrera sin dominio propio, dominio que los miembros mayores de la iglesia podrían y deberían enseñarles a obtener.
Mientras tanto, la gente en sus 40’s se esfuerzan en su matrimonio, en ser papás y en temas de carrera, sin la visión de largo plazo que ahora tiene la gente en sus 60’s. A pesar de que no nos atrevemos a decirlo, nadie aprende cómo ser un esposo, esposa o padre a través de osmosis. Se nos debe enseñar cómo amar a nuestra esposa, cómo respetar a nuestro esposo y cómo criar a nuestros hijos en el temor del Señor. A veces reducimos esos llamados a aprender cómo cocinar, cómo disciplinar, cómo pelear bien y cómo reconciliarnos. Durante este período, los miembros en sus 30’s y 40’s desarrollan o continúan ciertos hábitos que o ayudan o terminan lastimando más. Tristemente, muchos lo harán sin la sabiduría que viene de la experiencia. Consecuentemente, se topan con los mismos obstáculos que otros podrían haberles ayudado a evitar, o quizás “lo logren” a través de esta etapa de la vida vía experimentos de prueba y error.
Esto, por supuesto, afecta la temperatura y vitalidad de la iglesia. Tenemos congregaciones de gente “tratando de averiguar de qué se trata la vida”, en su mayor parte solitaria. Pasamos una incontable cantidad de tiempo ayudando a los jóvenes a navegar las turbulentas aguas del inicio de su vida adulta; a las personas en su madurez, a navegar los retos del matrimonio, familia y carrera; y a los adultos mayores a encontrar sentido en esta última etapa de la vida, muchas veces sin las parejas que tanto amaron, con una salud frágil y con un grupo de compañeros de edad cada vez menor. Los pastores y ancianos creen erróneamente que deben convertirse en maestros en cada etapa de la vida, aconsejar a cada persona a través de cada oportunidad y dificultad, y estar allí en cada circunstancia; pero en realidad, la Biblia instruye al pastor a enseñarle a la congregación a estar allí el uno para el otro y cumplir con esto uniendo a las generaciones para que la experiencia innata de los mayores sea apalancada a lo largo de cada generación más joven. Esto es hermoso.
De esta forma, los miembros mayores de la iglesia local se convertirán en la primera línea de discipulado y cuidado de otros miembros. Ellos alumbrarán el futuro de la iglesia al enseñarle a los miembros más jóvenes cómo vivir la fe, cómo evitar errores, aprovechar oportunidades y aplicar de manera práctica la Palabra de Dios en sus vidas y realidades. Mientras ese gran legado de sabiduría, madurez y experiencia se transmite y es recibido con humildad, la madurez espiritual, emocional y volitiva de la consideración se incrementa considerablemente. Mientras más maduros sean los jóvenes en el cuerpo, más brillante será el futuro de la iglesia. Muchas veces actuamos como si los mayores no juegan un papel vital en el futuro de la iglesia. Sin embargo, ellos y ellas son absolutamente esenciales e indispensables.