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El nombre del obispo Rolando Álvarez ha dado la vuelta al mundo desde que fue detenido el viernes 19 de agosto por el gobierno de Nicaragua, en el marco de un enfrentamiento que el régimen de Daniel Ortega y la Iglesia católica tienen desde 2018. Álvarez era la voz más crítica del poder político dentro de la jerarquía católica del país, y era frecuente que en sus homilías denunciara las violaciones a los derechos humanos, la censura y el abuso de poder cometidos por el gobierno.

La detención del obispo se ha convertido en el punto más álgido de la mala relación entre el gobierno de Nicaragua y la jerarquía católica nacional, lo cual también tiene implicaciones para la libertad religiosa del pueblo evangélico en el país.

Durante las protestas y disturbios de 2018, cuando Ortega reprimió duramente en la calles, los templos y capillas abrieron sus puertas para brindar refugio a los manifestantes. Más de 300 personas murieron en el marco de aquellas protestas que el presidente Ortega calificó como «intento de golpe de Estado», y acusó a los católicos de apoyar el supuesto golpe. Desde entonces se han registrado agresiones físicas, amenazas e insultos a sacerdotes, como también profanaciones e incendios a templos e imágenes religiosas.

La Iglesia católica era la única institución que todavía gozaba de cierta libertad en el país. A lo largo de estos quince años en el poder, Ortega ha sido acusado de callar las voces disidentes mediante el soborno o la persecución. Periodistas han denunciado que la libertad de expresión no existe en el país y que la gran mayoría de los medios de comunicación son afines al gobierno. Una gran cantidad de organizaciones de ayuda social han sido expulsadas del país o dependen del aparato estatal para su sostenimiento, lo que condiciona sus actividades.

Este contexto de totalitarismo creciente llevó a que la Iglesia católica romana se convirtiera, casi sin querer, en la última institución de resistencia frente al avance del oficialismo en su toma de todas las esferas de la vida pública. La autonomía de la estructura católica, las celebraciones de misa y los sermones dominicales se volvieron una amenaza para el gobierno, en especial, las palabras del obispo Álvarez, quien finalmente fue apresado.

¿Qué pasa con los evangélicos?

Las iglesias y líderes evangélicos no son ajenos a la triste realidad que vive el país. Durante el inicio de su segundo gobierno, Ortega inauguró un parque y un monumento a la Biblia en la ciudad de Managua. El mandatario reconoció la labor de las iglesias evangélicas, en lo que parecía ser el comienzo de buenas relaciones.

Pero los evangélicos también fueron blanco de la presión estatal. En 2016 se puso en marcha un «mecanismo para facilitar el ingreso y egreso organizado y seguro a Nicaragua de iglesias, denominaciones y congregaciones». En la práctica, se trata de un control sobre la entrada de misioneros y de ayuda financiera que afecta a muchas iglesias evangélicas. 

Luego, el gobierno suspendió las subvenciones otorgadas a entidades religiosas (2018) y promulgó una «Ley de agentes extranjeros» (2020). Con estas medidas, el Estado se asegura el control sobre las actividades de las iglesias protestantes, a las que puede impedir su ejercicio si no se ajustan al discurso oficial. Aunque la coerción no solo se ejerce con amenazas; líderes evangélicos y católicos han recibido beneficios de parte del gobierno.

La cercanía de ciertos líderes evangélicos

Tristemente, los evangélicos son acusados de permanecer en silencio gracias a un grupo de líderes que se muestran cercanos al poder político. Muchos han recibido donación de bienes, terrenos y permisos legales para sus fundaciones, a cambio de ser funcionales a las políticas oficialistas.

Un caso representativo de esta situación sucedió durante las protestas de 2018. Una familia evangélica se negó a permitir que la policía dispare contra manifestantes desde el techo de su hogar. Grupos paramilitares prendieron fuego la casa en venganza, lo que resultó en la muerte trágica de varios integrantes de la familia que pertenecía al Ministerio Apostolar Centro Cristiano. Quince meses más tarde, el pastor de dicha iglesia aceptó un reconocimiento honorífico por parte del Parlamento de Nicaragua, junto a otros cuarenta pastores afines al gobierno.

Oremos por Nicaragua

Sabemos que Dios es soberano sobre todas las cosas, que Su justicia es perfecta, y que en medio de crisis de este tiempo Él preserva a Su remanente formado por creyentes fieles. Por lo tanto, debemos orar por Nicaragua, para que la paz y la justicia sean restauradas en la sociedad y el gobierno (1 Ti 2:1-4). También por el pueblo de Dios en el país, que puedan ser pacificadores sin caer en el silencio cómplice, procurando aportar con su buen testimonio pero obedeciendo a Dios antes que a los hombres (1 P 2:12, Hch 5:29).

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