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El cosmos sigue predicando: Mi fe tras cuarenta años en la NASA

¿Alguna vez ha conseguido buenos asientos en un concierto, un espectáculo o un evento deportivo: asientos en primera fila, cerca del centro de la acción? Así es como pienso de mi puesto como empleado del Centro Goddard de Vuelos Espaciales de la NASA durante los últimos cuarenta años (ahora jubilado), una carrera que pasé ayudando en el desarrollo y las pruebas de centros de control de satélites y dirigiendo la operación de varias misiones científicas.

Como feliz estudiante de física y astronomía en la universidad, tuve un envidiable asiento en primera fila para ver (y participar) en los avances tecnológicos de la ingeniería aeroespacial y el crecimiento de las disciplinas científicas que tanto amo. De hecho, mis últimos veinticinco años los pasé ayudando a gestionar las operaciones científicas del célebre programa del telescopio espacial Hubble.

Crecimiento acelerado astronómico

Durante mi estancia en Goddard, los telescopios instalados en satélites lograron ver por primera vez por encima de los efectos de filtración y difuminación de la atmósfera terrestre. Las editoriales de libros han estado muy ocupadas desde entonces, reescribiendo y revisando libros de texto de astronomía para todos los niveles, ya que ahora se producen nuevos descubrimientos prácticamente cada semestre.

ESA/Hubble

 

La misión Hubble por sí sola ya ha contribuido enormemente a nuestra comprensión del cosmos. ¿Quién iba a decir, por ejemplo, que el universo no solo se expandía, sino que se aceleraba? ¿Quién preveía la inmensa variedad morfológica y la complejidad de las nebulosas planetarias (ver las fotos adjuntas), débiles objetos en forma de disco bautizados por William Herschel al encontrarlos en su telescopio hace más de doscientos años? ¿Quién podría imaginar que los verdaderos planetas alrededor de otras estrellas son tan comunes que muchos pueden detectarse a través de la atenuación periódica de sus estrellas cuando estos «exoplanetas en tránsito» pasan por delante de ellas? ¿Quién sabía también que los agujeros negros supermasivos ocupan los centros de casi todas las galaxias de tamaño considerable?

Todos estos conocimientos y muchos más se han incorporado a los libros de texto gracias a las pruebas sólidas de observación recogidas por Hubble. El telescopio espacial James Webb de la NASA está realizando investigaciones complementarias y descubrimientos aún mayores.

Escrito en el cielo

Para los que tienen oídos para oír, todas estas maravillas confirman de manera asombrosa la verdad que se nos da en el Salmo 19:1-2:

Los cielos proclaman la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos.
Un día transmite el mensaje al otro día,
Y una noche a la otra noche revela sabiduría.

De hecho, muchos atributos gloriosos de Dios se nos declaran ahora en voz alta y profunda cada noche desde diversos telescopios espaciales y observatorios terrestres de todo el mundo. Entre las cualidades que se proclaman de forma demostrable están Su genialidad intelectual, Su creatividad sin fin, Su eterno poder, Su exquisita, bella y decidida artesanía, y Su naturaleza divina (ver Ro 1:20).

Cuanto más se mira y más se escucha el universo, la genialidad, creatividad, poder y belleza de Dios solo se hacen más evidentes

Igual de maravilloso e innegable es que cuanto más se mira y más se escucha, Su genialidad, creatividad, poder y belleza solo se hacen más evidentes. ¿Por qué se expande el universo? No lo sabemos, ¡pero Él sí! Los científicos lo atribuyen a algo que llaman energía «oscura», oscura porque es desconocida.

En la actualidad se sabe que las nebulosas planetarias son estrellas en la agonía de su existencia; literalmente expulsan partes de sus capas externas en respuesta al colapso y rebote de material en sus núcleos. ¿Cómo determinan el tamaño, la masa y el giro de estas estrellas moribundas la ubicación y la forma de las capas expulsadas? No lo sabemos.

¿Por qué los sistemas de exoplanetas son tan diferentes de nuestro sistema solar? No lo sabemos. Muchos tienen planetas del tamaño de Júpiter muy cerca de sus estrellas o cuerpos helados del tamaño de Neptuno más alejados. ¿Por qué no todas las galaxias de gran tamaño tienen agujeros negros supermasivos en sus centros? No lo sabemos. Nuestro gran y hermoso vecino celeste, la Galaxia del Triángulo, Messier 33, aparentemente no lo tiene.

Inimaginablemente complejo

Ah, pero estas son las preguntas sencillas. El funcionamiento de nuestro universo espacio-temporal, materia-energía, en su nivel más básico es tan infinitamente profundo y asombroso como un gráfico del conjunto de Mandelbrot. Incluso el protón mismo —el componente básico de cada átomo— ha sido descrito (en inglés) como «la cosa más complicada que se pueda imaginar… De hecho, ni siquiera se puede imaginar lo complicado que es». Al parecer, el protón es un objeto mecánico-cuántico que existe como una bruma de probabilidades —un mar de gluones, quarks y antiquarks transitorios— y en cierto sentido es indeterminado, hasta que una interacción con él, o su observación, hace que adopte una forma concreta.

Además de la energía oscura, existen pruebas de la existencia de un tipo desconocido de materia que controla gravitatoriamente a los miembros de la tabla periódica de elementos (¡basada en protones!) que al menos reconocemos, aunque no entendemos. Al igual que la energía oscura, se denomina simplemente materia oscura, ya que tampoco sabemos lo que es. Entre las dos —energía oscura y materia oscura—, el modelo estándar del cosmos aceptado hoy por la mayoría de los astrónomos admite que no puede dar cuenta de alrededor del noventa y cinco por ciento de lo que postula que está «ahí fuera».

La interacción de los campos cuánticos y las partículas a la escala más diminuta (si es que se puede definir así) tiene implicaciones cósmicas, como por ejemplo si el universo se expandirá para siempre o acabará colapsando sobre sí mismo. Por eso los cosmólogos y astrofísicos estudian fenómenos como la colisión de estrellas de neutrones y agujeros negros. Sus velocidades y energías revelan verdades sobre la naturaleza de la materia y la antimateria que son extremadamente difíciles de discernir, incluso utilizando nuestros más potentes colisionadores de partículas. Así pues, sea cual sea el rincón del universo que se examine, la naturaleza y el funcionamiento de los procesos implicados son inevitablemente más exquisitos y complejos de lo que se creía en un principio.

ESA/Hubble

 

Tarjeta de presentación celestial

En realidad, Dios parece deleitarse en esta complejidad celestial. Encontramos varios lugares en Su Palabra en los que utiliza los cielos para exponer el alcance de Su conocimiento, poder y fuerza.

Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos,
Pero el SEÑOR hizo los cielos (Sal 96:5).

Cuenta el número de las estrellas,
Y a todas ellas les pone nombre.
Grande es nuestro Señor, y muy poderoso;
Su entendimiento es infinito (Sal 147:4-5).

«A quién, pues, ustedes me harán semejante
Para que Yo sea su igual?» dice el Santo.
Alcen a lo alto sus ojos
Y vean quién ha creado estos astros:
El que hace salir en orden a su ejército,
Y a todos llama por su nombre.
Por la grandeza de Su fuerza y la fortaleza de Su poder
No falta ni uno (Is 40:25-26).

Porque como los cielos son más altos que la tierra,
Así Mis caminos son más altos que sus caminos,
Y Mis pensamientos más que sus pensamientos (Is 55:9).

Se podría decir que, en cierto sentido, nuestro Señor utiliza los cielos como tarjeta de presentación.

YHWH

Si esta tarjeta es aceptada, ¿cuál podría ser el nombre en ella? Pues bien, Él reveló uno a Moisés en la zarza ardiente (Éx 3:14): el gran tetragrámaton judío, las cuatro letras YHWH, traducidas de diversas maneras como «Yo soy lo que soy», «Yo soy el que soy» o, más sencillamente: «Yo soy». Él es la realidad última, la que subyace a toda existencia. Porque así lo quiso, ordenó la creación del cosmos a partir de la nada (Sal 33:6-9; 148:3-5; He 11:3).

Se podría decir que, en cierto sentido, nuestro Señor utiliza los cielos como tarjeta de presentación

¿Qué tiene más sentido que un ser infinito diseñando un universo que es a la vez infinitamente revelador y desconcertante? De hecho, cuanto más atentamente observamos el universo, más inescrutablemente complejo, misterioso y exquisito nos parece (Sal 145:3).

Número 1/137

Incluso los científicos seculares se vuelven teológicos cuando descubren aspectos de las matemáticas que subyacen en el universo y que desafían toda explicación. Los grandes físicos Richard Feynman, Paul Dirac y Wolfgang Pauli pensaban lo mismo del extraño número adimensional 1/137 que define casi a la perfección algo llamado «estructura fina» o «constante de acoplamiento electrón-fotón». Feynman escribió:

Ha sido un misterio desde que se descubrió… y todos los buenos físicos teóricos ponen este número en su pared y se preocupan por él. Inmediatamente te gustaría saber de dónde viene este número para un acoplamiento… Nadie lo sabe… Se podría decir que la «mano de Dios» escribió ese número, y «no sabemos cómo Él empujó Su lápiz».

Ajuste preciso

De hecho, por mucho que no sepamos sobre cómo funciona realmente el universo, los astrónomos reconocen ahora (algunos a regañadientes) que los valores fundamentales de cosas como la relación entre la fuerza electromagnética y la gravedad y el valor de la «constante cosmológica» de Einstein (que representa la densidad de energía del espacio) no podrían ser ni siquiera mínimamente diferentes de sus valores medidos o el universo tal como lo conocemos no podría funcionar. El primer valor debe ser exacto en una parte entre 1040, y el segundo en al menos una parte entre 1090 (Stephen C. Meyer, Return of the God Hypothesis [El regreso de la hipótesis de Dios], pp. 142, 152).

Para contextualizar, el número estimado de partículas subatómicas en todo el universo es del orden de 1080. Imaginemos que intentáramos ser tan exactos que pudiéramos contar con seguridad todas las partículas subatómicas del universo más o menos una… ¡y luego, de alguna manera, ser diez mil millones de veces más precisos todavía! Este es el nivel de precisión de la física que sustenta la realidad.

Principio antrópico

Al comentar estas constantes y muchas otras similares que parecen estar exquisitamente ajustadas para producir un universo ordenado, el famoso astrofísico Stephen Hawking señaló: «El hecho notable es que los valores de estos números parecen haber sido ajustados muy finamente para hacer posible el desarrollo de la vida» (Return of the God Hypothesis, p. 141).

De hecho, durante las últimas décadas, se ha producido un cambio demostrable desde la creencia de que los planetas como el nuestro, que albergan vida, deben ser comunes en el cosmos, a la comprensión científica de que es más probable que seamos raros, o incluso únicos. Esto se debe no solo a que nuestros átomos están afinados para mantenerse unidos correctamente, sino a que las circunstancias improbables de la ubicación de la humanidad en una galaxia espiral, alrededor de una estrella relativamente tranquila del color adecuado, a la distancia adecuada de ella, mantenida estable por una gran luna, en un planeta con masa suficiente para albergar una atmósfera y agua, con la atmósfera adecuada, con un campo magnético protector, etc., se multiplican como improbabilidades para dar lugar a algo casi imposible.

Al contemplar estos hechos, el físico y escritor británico Paul Davies escribió: «Lo realmente asombroso no es que la vida en la tierra esté en el filo de la navaja, sino que todo el universo está en el filo de la navaja. Incluso si se descarta a la humanidad como un mero hipo en el gran esquema de las cosas, el hecho es que todo el universo parece irrazonablemente adecuado para la existencia de la vida, casi fabricado; podría decirse que es un “trabajo de montaje”».

Este postulado tiene en realidad un nombre científico, el Principio Antrópico, según el cual el universo existe de tal forma que permite la existencia de observadores. Aunque matizada y aún debatida, una versión del principio, propugnada por el hombre que acuñó el término «agujero negro» (John Wheeler), sugiere sobre la base de la mecánica cuántica que el universo —como condición de su existencia— debe ser observado. Esto, unido a la idea de que cada protón del universo requiere de algún modo la interacción con otra partícula o con un observador para determinar sus propiedades finales, hace que toda la teoría resulte más creíble e insondable. Para mí, estas cualidades describen maravillosamente al Señor mismo.

Sinceramente, mi fe también se ve reforzada al saber que Dios, que incorporó tales enigmas científicos a la creación y nos dio las Escrituras, tuvo a bien describir su actividad hace miles de años con estas palabras tan comprensibles (Is 45:18):

Porque así dice el SEÑOR, que creó los cielos;
(El Dios que formó la tierra y la hizo,
La estableció y no la hizo un lugar desolado,
Sino que la formó para ser habitada):
«Yo soy el SEÑOR y no hay ningún otro».

ESA/Hubble

“¿Qué es el hombre?”

Muchas personas me dicen que cuando se enteran de los inmensos objetos que hay en los cielos o de las distancias casi inimaginables de las estrellas, se sienten increíblemente insignificantes. Se puede escuchar el mismo sentir del rey David en el Salmo 8:3-4:

Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos,
La luna y las estrellas que Tú has establecido,
 Digo: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él,
Y el hijo del hombre para que lo cuides?

Comparados con el tamaño del universo —incluso el de una estrella— es cierto: somos muy poca cosa. Pero las estrellas y las galaxias no son lo más impresionante de la obra creadora de Dios. Génesis nos dice claramente que la creación de Adán y Eva fue el pináculo de la actividad de Dios en la semana de la creación. Después de que todo lo demás fuera formado, el Dios trino dijo: «Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza» (Gn 1:26). Génesis 1:27 continúa diciendo: «Dios creó al hombre a imagen Suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó».

Por impresionantes que sean, las galaxias no fueron hechas a imagen de Dios. Son los hombres y las mujeres, los niños y las niñas, quienes son seres racionales y morales hechos semejantes a Dios mismo. Si Dios cuenta los trillones y trillones de estrellas sin vida y tiene nombres para todas ellas, ¿crees que los aproximadamente ocho mil millones de seres humanos vivos hoy en día, que existen a Su imagen y semejanza, escapan a Su atención momento a momento? En Mateo 10:29-30, Jesús dice que nuestro Padre conoce el paradero de cada gorrión y que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados (¡¿quizás también tiene nombres para ellos?!). Debemos juzgar nuestra importancia para Él a la luz de estas verdades.

¡Escuchen! El heraldo de los cielos habla

El Salmo 19:1-2 nos dice de forma sencilla pero muy profunda: «Los cielos proclaman la gloria de Dios, / Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos. / Un día transmite el mensaje al otro día, / Y una noche a la otra noche revela sabiduría». La complejidad, el tamaño, el poder y la grandeza del universo son dones intencionales de Dios para nosotros. Su propósito es ayudarnos a entender cómo es Él, a comprender amorosamente a nuestro Creador como la realidad última e inescrutable que Él es.

De hecho, los cielos están declarando en este mismo momento que nuestro Dios es magnífico más allá de toda comprensión. Escúchalos. Escucha cómo sus innumerables huestes se esfuerzan día tras día y noche tras noche por declarar la menor parte, la más pequeña medida, de Su gran gloria. Nunca es suficiente; nunca lo será; nunca podrá serlo. Él es infinito. ¿Has oído sus voces? ¿Te has unido a su coro?

Deslumbrantes fósforos en la noche,
     Oradores silenciosos, tan brillantes,
Cómo me maravilla tu historia
     Y la Mano detrás de tu gloria.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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