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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de El héroe común. Vivir la cruz y la resurrección. Tim Chester. Andamio editorial, 2015.

La Biblia dice que hemos de ser imitadores de Jesús (1 Tes. 1:6). El gran propósito que Dios tiene para nuestra vida es que podamos ser transformados según la imagen de su Hijo (Ro. 8:29). Se nos ha dicho: Revestíos del Señor Jesucristo (Ro. 13:14). ¿Pero qué significa imitar a Jesús? Obviamente, no vamos a imitar a Jesús en todos los sentidos.

Por una parte, fue un hombre judío que no se casó, un predicador itinerante en la Palestina rural del siglo I. Por otra parte, era el Hijo de Dios y quien llevó a cabo la salvación del mundo. No podemos imitar los detalles de su condición humana y está claro que tampoco su naturaleza divina y su papel de salvador. Entonces, ¿qué significa exactamente seguir a Jesús?

Así es cómo respondió Jesús a dicha pregunta: “Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame” (Mr. 8:34). Seguir a Jesús significa seguir el camino de la cruz. Más adelante, en el Evangelio de Lucas, Jesús dice: “El que no carga su cruz y Me sigue, no puede ser Mi discípulo” (Lc. 14:27).

Es un llamamiento a morir. Para algunos, quizá pueda significar un llamamiento a una muerte literal, es decir, a la persecución y al martirio. Para nosotros, en Occidente, el llamado a morir está lejos de la realidad, pero sigue siendo una realidad. Incluso en nuestro contexto, quienes se convierten al cristianismo viniendo de un trasfondo musulmán han recibido amenazas por teléfono. Sopesan el bautismo con cuidado, conociendo cuáles podrían ser las consecuencias. Así que, para algunos, el camino de la cruz resultará ser un llamado al martirio.

Pero para todos nosotros es un llamado a morir a nuestro yo. El camino de la cruz no es el llamado de unos pocos, sino que es el sello de la vida de cada uno de los cristianos. Cuando Pablo dice que seamos imitadores de Dios, lo explica diciéndonos que vivamos llevando una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios (Ef. 5:1-2).

Dondequiera que vayamos dentro del Nuevo Testamento, el patrón siempre es el mismo: estamos llamados a seguir por el camino de la cruz.

Seguir el camino de la cruz significa mostrar el mismo amor sacrificial que Jesús mostró cuando fue a la cruz, la misma manera de negarse a sí mismo, la misma sumisión a Dios, la misma disposición a sufrir, el mismo servicio a los demás. Aquí están las cinco “eses” que creo que describen lo que significa tomar tu cruz diariamente:

  • Sacrificarse
  • Someterse
  • Saber negarse a sí mismo
  • Servir
  • Sufrir.

Coinciden de tal manera que crean una impresión de las actitudes y comportamientos que caracterizan el camino de la cruz. Dondequiera que vayamos dentro del Nuevo Testamento, el patrón siempre es el mismo: estamos llamados a seguir por ese camino. Eso es lo que significa seguir a Jesús.

En el Evangelio de Marcos, el llamado a tomar nuestra cruz en Marcos 8:34 abre un apartado en el que Jesús habla de lo que significa ser un discípulo al mismo tiempo que viaja junto con sus discípulos hacia Jerusalén (8:27-10:45). Hay un paralelismo entre el camino a Jerusalén (el camino a la cruz) y el camino del discipulado (el camino de la cruz). Para dar esta enseñanza sobre el discipulado, Marcos se basa en tres predicciones que Jesús hizo sobre sus sufrimientos y su muerte (9:31; 9:31, 10:33-34). Jesús relaciona el discipulado, o tomar la cruz de uno mismo, con su propia cruz.

Este enfoque que se centra en la cruz, ¿dónde deja la enseñanza de Jesús? Lo cierto es que la cruz es la reacción del mundo ante la enseñanza de Jesús. El principal motivo por el cual murió Jesús es, por supuesto, porque murió como culminación del plan divino de salvación (Hch. 4:27-28) y para reconciliarnos con Dios. Sin embargo, esto no excluye otro motivo, que es que Jesús murió porque sus palabras y hechos suponían un reto para los intereses y la ideología de quienes ostentaban el poder.

Los líderes judíos y las autoridades romanas no mataron a Jesús porque querían hacer realidad el plan de Dios, sino porque era contracultural, antisistema, y socialmente subversivo. Jesús mismo coincidía explícitamente con los profetas de Dios, cuya proclamación a lo largo de la historia de un nuevo orden mundial venidero había sido suprimida (Mr. 12:1-12; Lc. 11:47-51). Y previno a sus seguidores acerca de que también serían rechazados mientras vivieran este nuevo estilo de vida siendo parte de su nueva comunidad (Mt. 5:11-12).

La cruz indica que las enseñanzas de Jesús no tienen lugar en un mundo egocéntrico, sabio en su propia opinión e interesado por lo suyo. Aun así, sus enseñanzas sí que toman forma en el grupo de personas que sigue la cruz.


Imagen: Lightstock.
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