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El ayuno cristiano es la abstención voluntaria del alimento físico con fines espirituales. Aunque la Biblia no prescribe esta práctica como un mandamiento donde detalla su práctica, observamos que, en la práctica, está relacionada con el fortalecimiento de nuestra relación con Dios. Se trata de un espacio dedicado a la oración, la búsqueda de la voluntad de Dios, la confesión de pecados y el clamor por la liberación o protección del Señor.

El ayuno es posiblemente la disciplina espiritual en la que somos menos constantes y que menos comprendemos. Solemos pensar, por ejemplo, que es algo solo para una «élite espiritual». Por otro lado, es posible que hoy escuches referencias a «ayunos bíblicos» que más bien parecen ser dietas especiales.

Necesitamos ir a la Biblia para entender el significado y el valor del ayuno para el creyente.

El término «ayuno» o «ayunar», entendido como la abstinencia de comida o bebida, aparece 39 veces en el Antiguo Testamento. Encontramos un patrón común en las menciones de esta práctica: el ayuno es una expresión de enorme dolor y tristeza; por lo general, un lamento por el pecado y otras veces por temor a la muerte (Jue 2:26; 1 S 7:6).

En el Nuevo Testamento, la palabra «ayuno» o «ayunar» aparece solo 17 veces. Por ejemplo, en Mateo 4:2 vemos a Jesús ayunando después de que fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado, aunque el texto no ofrece mayor detalle sobre esta práctica.

Más adelante, leemos cómo Jesús condenó a los fariseos por su ayuno hipócrita (Mt 6:16-18). Si el ayuno es apropiado en un tiempo de lamento por el pecado, el exhibicionismo que ellos mostraban era una burla a la naturaleza de esta disciplina.

Los discípulos de Juan el Bautista preguntaron a Jesús por qué sus discípulos no ayunan (Mt 9:14-15). Su respuesta tiene sentido: si el ayuno es una expresión de lamento, ¿por qué los discípulos debían lamentarse si el novio estaba con ellos? «Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán».

Más adelante, ya en la historia de la Iglesia primitiva se presenta el ayuno en medio de una situación peligrosa (Hch 14:23). Pablo fue apedreado y dado por muerto en Listra. Sin embargo, luego lo vemos ministrando junto a Bernabé y nombrando ancianos, y «habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído…». ¿Por qué ellos ayunaron? Porque Pablo ya había corrido peligro de muerte dada la persecución, y ahora él estaba encomendando a las personas que continuarían la obra del evangelio en esta ciudad.

En términos generales, el ayuno no se redefine en el Nuevo Testamento. En cambio, encontramos una continuidad de lo enseñado en el Antiguo Testamento. Aunque no se prescribe, se describe como una práctica esperada frente a circunstancias complejas.

Así que toma un tiempo para poner en práctica esta disciplina espiritual como familia e iglesia, intercede por tus gobernantes y tu país, por los desfavorecidos que sufren:

  • Que nuestros gobernantes propicien un ambiente en que el pueblo pueda vivir con tranquilidad y piedad, promoviendo justicia, paz, y prosperidad (1 Ti 2:1-2).
  • Que defiendan a los débiles de los abusos de los poderosos (Neh 5:1-13; Sal 72:12-14; Is 11:4; Jr 22:16).
  • Que estén atentos al clamor del pueblo y respondan sabiamente (Neh 5:1, 6-7).
  • Que sean ejemplos de esfuerzo sacrificial a favor del pueblo (Neh 4:16, 22-23; 5:10,16).

Oremos por nosotros para que el Señor nos conceda sujetarnos correctamente a nuestros gobiernos mientras cumplimos con nuestras responsabilidades ciudadanas y buscamos hacer lo bueno (Ro 13:3-7; Mt 22:15-22; Mr 12:13-17; Lc 20:20-26).

No olvidemos la importancia del ayuno que necesitamos practicar conforme a la exhortación del profeta Isaías:

«¿No es este el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de impiedad, soltar las coyundas del yugo, dejar ir libres a los oprimidos, y romper todo yugo? ¿No es para que compartas tu pan con el hambriento, y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante? Entonces tu luz despuntará como la aurora, y tu recuperación brotará con rapidez. Delante de ti irá tu justicia; y la gloria del Señor será tu retaguardia» (Isaías 58:6-8).


Este es un artículo adaptado de un contenido que publicamos primero aquí.
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