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Nota del editor: 

#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan a la iglesia en nuestra región.

Hechos 15 es uno de los pasajes más importantes de toda la Biblia y de toda la historia de la iglesia. Ahí leemos acerca del primer Concilio de la Iglesia, donde hubo una gran discusión entre los apóstoles y ancianos en Jerusalén, encontrándose allí casi todos los que serían usados por Dios para escribir el Nuevo Testamento. ¿Qué tema provocaba aquel debate? Habían muchos asuntos en juego, pero el principal de ellos era la circuncisión de los gentiles:

Algunos que llegaron de Judea enseñaban a los hermanos: ‘Si no se circuncidan conforme al rito de Moisés, no pueden ser salvos’” (Hch. 15:1).

Quienes estaban enseñando la necesidad de la circuncisión para salvación venían de Judea, el lugar de donde había ascendido Jesús hace menos de 20 años. Con toda probabilidad, eso hacía que sus palabras fueran más convincentes para los nuevos creyentes en Antioquía y otras regiones. Y este no es solo un momento temprano en la historia de la iglesia, sino que  es temprano en el ministerio de Pablo también. Por tanto, se decide ascender a Jerusalén y conversar con los principales líderes de la iglesia.

Al llegar Pablo y Bernabé, empezaron a relatar todo lo que Dios estaba haciendo entre los gentiles. De repente, algunos creyentes de la secta de los fariseos intervinieron, enseñando lo mismo que había llegado a las otras regiones: “Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés” (Hch. 15:5). Esto evidencia que la circuncisión de los gentiles no era la creencia de algunos, sino que era algo creído y enseñado por muchos.

Así empezó una larga discusión entre los apóstoles y ancianos para examinar el controversial tema. Pedro dijo con firmeza, “Ahora pues, ¿por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Creemos más bien que somos salvos por la gracia del Señor Jesús, de la misma manera que ellos también lo son” (Hch. 15:10-11). Como conclusión, Jacobo (o Santiago, líder de la iglesia en Jerusalén) declaró, “Yo opino que no debemos molestar a los que de entre los Gentiles se convierten a Dios” (Hechos 15:19).

Los apóstoles tenían muy claro que la salvación de los judíos y los gentiles no dependía de rituales externos, sino de la obra consumada de Cristo

Los apóstoles tenían muy claro que la salvación de los judíos y los gentiles no dependía de rituales externos, sino de la obra consumada de Cristo. Por tanto, no tenían razón para obligar a los creyentes gentiles a circuncidarse. Esta es una muestra de la discontinuidad real entre el Antiguo y el Nuevo Pacto o, como nos dice luego Colosenses 3:11: “En esta renovación no hay distinción entre Griego y Judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, Escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos”.

Así, los apóstoles y ancianos enviaron una carta a los hermanos gentiles de Antioquía, Siria, y Cilicia (Hch. 15:22-29), animándolos y despejando toda inquietud respecto al tema de la circuncisión. Allí, dejan claro para siempre que no hay necesidad para los creyentes gentiles ser circuncidados, trayendo gran regocijo a las congregaciones de las diversas regiones(15:31).

La circuncisión de Timoteo

Después de todo esto, podría sorprendernos mucho lo que sucede tan solo un capítulo después. Pablo conoce a quien sería su discípulo más cercano, Timoteo, y lo circuncida.

“Pablo llegó también a Derbe y a Listra. Y estaba allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer Judía creyente, pero de padre Griego, del cual hablaban elogiosamente los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Pablo quiso que éste fuera con él, y lo tomó y lo circuncidó por causa de los Judíos que había en aquellas regiones, porque todos sabían que su padre era Griego” (Hch 16:1-3).

Por lo que leímos anteriormente, y por las muchas referencias a la circuncisión en las epístolas de Pablo (p.ej.: Gálatas 2:2-5; 5:1-11; 6:11-16; 1 Corintios 7:17-20; Filipenses 3:1-3), sabemos que esta circuncisión no tuvo nada que ver con la salvación o santificación de Timoteo. Tampoco era una forma de congraciarse con los creyentes que sí creían en la necesidad de la circuncisión. De hecho, Pablo consideraba que someterse a esa esclavitud estorbaba la verdad del evangelio (Gá. 2:2-5). Es así que Pablo decide no circuncidar a Tito, otro de sus discípulos, quien era griego (Gá. 2:3).

La diferencia entre los dos discípulos de Pablo se encuentra justamente en ese detalle: Mientras que Tito era griego, Timoteo era judío

La diferencia entre los dos discípulos de Pablo se encuentra justamente en ese detalle: Mientras que Tito era griego, Timoteo era judío. Por su familia materna (2 Tim. 3:15), Timoteo era judío. Sin embargo, Hch. 16:2-3 nos muestra que, aunque la Iglesia apreciaba a Timoteo, los judíos parecían considerarlo un apóstata; un hijo de griego, probablemente refiriéndose a que no había adoptado la identidad y costumbres del pueblo hebreo.

Lo que Pablo hace es simplemente quitar todo lo que pudiera obstaculizar la predicación del evangelio entre los judíos de la región. La teología no estaba en juego. En el caso de Tito (y de los gentiles en Hechos 15), el buscar la circuncisión era caer en la trampa de los judaizantes, esos llamados cristianos que estaban llevando a la iglesia de vuelta a la ley que Israel nunca pudo cumplir. El evangelio estaba en juego. En el caso de Timoteo, Pablo estaba quitando una piedra de tropiezo para ese mismo avance del evangelio, al cumplir una costumbre que era, para un judío, tan esencial como lo que Santiago y los apóstoles ordenaron en Hechos 15. La circuncisión para Timoteo era esperada, normal; para Tito o cualquiera de los creyentes gentiles, hubiera sido algo extraordinario, con un gran significado teológico.

Como Pablo quería llevar a Timoteo consigo, quien ya era judío, lo circuncidó para evitar poner tropiezo en la medida que llevaban el evangelio inicialmente en las sinagogas y las diversas comunidades. Este es un ejemplo vívido de la enseñanza del apóstol de 1 Corintios 9:20, “A los Judíos me hice como Judío, para poder ganar a los Judíos. A los que están bajo la Ley, como bajo la Ley, aunque yo no estoy bajo la Ley, para poder ganar a los que están bajo la Ley”. Es también una profunda muestra de humildad de parte de Timoteo, quien nos da un modelo a seguir de poner el evangelio por encima de cualquier cosa, incluyendo nuestra comodidad y nuestras costumbres.


Imagen: Lightstock.
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