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El incómodo deber de animar: Cómo los hombres fortalecen a otros hombres

¿Recuerdas aquel viejo comercial de una cerveza? Un padre y su hijo están pescando en un muelle en una situación estereotípica de hombres. Al borde de las lágrimas, el hijo adulto le dice al padre: «Papá, eres mi padre y te quiero, viejo». Es muy incómodo, hasta que el papá le responde: «Johnny, no puedes tomar mi cerveza». Fue gracioso, y se hizo viral, porque los hombres saben que eso no se hace. ¿Por qué dar palabras de ánimo es tan incómodo para los hombres?

Puedo aventurarme a hacer algunas conjeturas. Es emocional. Los hombres se sienten incómodos cuando los hombres son emocionales. Cuando las emociones se desbordan, parecen tontas. A los hombres no les gusta ser tontos. Por otra parte, en un mundo lleno de confusión sobre el género, los hombres se preguntan cómo expresarse con otros hombres. Así que no lo hacemos. Otras veces, puede incomodar a la persona a la que intentas animar. Recuerdo haber tratado de hacer un cumplido a un pastor joven que predicó un sermón excelente, y su respuesta fue una leve reprimenda: «Sabes, Mack, la adulación es pecado».

¿Para qué esforzarme si es más fácil quedarme callado? Además, la mayoría de los hombres parecen estar bien de todos modos, ¿verdad? Sin embargo, animar no es solo una buena idea, sino un mandamiento bíblico. Sí, incluso para los hombres.

Podríamos considerar el ánimo desde muchos ángulos, pero me gustaría aprender de cómo Dios anima al apóstol Pablo cuando estaba bajo arresto y se dirigía a Roma para ser juzgado. El Cristo resucitado estaba a su lado y le dijo: «Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de Mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma» (Hch 23:11). En este caso, el ánimo venía en tres partes: pasado, presente y futuro.

Vuelve a la fidelidad pasada

Si algo he aprendido en mi vida, es lo olvidadizo que soy del cuidado de Cristo. Nunca me he arriesgado por Dios sin ver Su fidelidad. Desde dar ese gran paso atemorizante de dirigir un estudio bíblico con mis compañeros de residencia universitaria siendo un nuevo creyente, hasta mudarme a Irak para pastorear una iglesia cuando tenía sesenta años, Dios estuvo conmigo en esos pasos (y en miles de otros). Sin embargo, con cada paso, necesitaba el aliento de amigos y familiares así como profundas inmersiones en las Escrituras para recordar la fidelidad y veracidad de Dios.

No estoy solo en mi olvido. La Biblia nos anima a menudo a recordar la fidelidad de Dios. Esto brilla con especial intensidad en los Salmos, cuando los escritores animan al pueblo de Dios, incluso en medio de la desesperanza y el miedo, a recordar la salvación de nuestro Señor (ver Sal 42-43).

Estamos llamados a animarnos unos a otros recordando la obra que Jesús ha realizado en nuestro favor

No es de extrañar que nuestro Señor haya incorporado recordatorios a la vida del creyente, desde la cena pascual del Éxodo hasta la cena instituida por Jesús. Además, debemos animarnos unos a otros con regularidad. Pablo, por ejemplo, dice a los tesalonicenses: «Confórtense los unos a los otros, y edifíquense el uno al otro, tal como lo están haciendo» (1 Ts 5:11).

Una y otra vez, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, se nos anima a recordar la gran salvación que tenemos en Cristo. Esa es la clave: el evangelio. Estamos llamados a animarnos unos a otros recordando la obra que Jesús ha realizado en nuestro favor. Así que, anima a otros recordándoles específicamente cómo Dios ha obrado en su pasado.

Ten ánimo en el momento

La Biblia también nos llama a ser animados en el momento. Los mayores desalientos nos salen al encuentro en los momentos presentes: la dura noticia de un hijo descarriado, el diagnóstico de cáncer, la pérdida del trabajo, esa oscuridad inexplicable que desciende sobre nuestras mentes.

En el Salmo 27:14, David dice: «Espera al SEÑOR; / Esfuérzate y aliéntese tu corazón. / Sí, espera al SEÑOR». Esto es paciencia en un momento de desánimo. El momento de «respira profundo; el Señor está con nosotros». Cuando Dios animó a Moisés, la gran promesa fue «Mi presencia irá contigo» (Éx 33:14). Dios promete Su presencia en nuestros momentos consecutivos.

Una forma repetida de animar en la Biblia es a través del compañerismo. Qué diferencia hace estar rodeado de creyentes fieles durante nuestros días más difíciles. Pablo habla a los corintios del consuelo que le proporcionó «la llegada de Tito» (2 Co 7:6). Cuando Pablo llegó a Roma y esperaba el juicio, algunos creyentes fieles se reunieron donde él se alojaba. «Cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y cobró ánimo» (Hch 28,14-16). No es de extrañar que los cristianos que he conocido que han vivido en el desánimo estuvieran a menudo fuera de la comunión con otros.

Mira hacia delante

Por mucho, la forma en que los cristianos son más animados en las Escrituras es que se nos señale nuestro futuro. Nuevamente, Pablo escribe:

Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, confórtense unos a otros con estas palabras (1 Ts 4:16-18).

Este pasaje es un mandato directo para animar a otros con la gracia futura.

Este es un resumen básico del ánimo bíblico: Primero, recuerda la fidelidad de Dios en tu vida. Recuérdate a ti mismo (y a los demás) la maravillosa salvación que ha llegado a los que aman a Jesús. Segundo, toma un respiro cuando llegue el desánimo, y espera en el Señor. Él vendrá a ti. Él dice que siempre estará con nosotros. Practica estar en comunión con otros. Y tercero, aférrate a nuestra esperanza futura en el evangelio, que nada de lo que enfrentemos superará la gloria para aquellos que perseveren hasta el final.

Practicar el animar como hombres

¿Qué tal algunos pasos prácticos, especialmente para que los hombres animen a otros hombres? Estas son cinco ideas para superar la incomodidad. Con cada una, ten en cuenta todo lo que hay que hacer para animar a los demás en el pasado, en el presente y en el futuro.

1. Crea una cultura de ánimo.

Los ancianos, en particular, deberían tomar la iniciativa y esforzarse por animar a otros hombres. No me refiero a dar premios por «esforzarse mucho», como en el equipo de fútbol de niños pequeños. No, anima a aquellos que toman medidas reales para crecer en la fe: un primer sermón, una primera enseñanza en una clase de escuela dominical, o tomar la iniciativa de discipular a un creyente más joven.

Hace poco hablé en una iglesia y, después de la oración de la tarde, el pastor pidió a los miembros de la congregación que dijeran algo de ánimo sobre el sermón de la mañana. Nunca me había pasado antes y fue, bueno, alentador. Pero lo que más aprecié fue el desarrollo intencional de una cultura de ánimo por parte del pastor.

2. Divulga cosas buenas sobre otros hombres.

Los hombres pueden ser criaturas analíticas, lo que rápidamente se convierte en crítica. Lucha contra esto difundiendo buenos informes de otros creyentes que están siendo fieles.

En Colosenses 4:7-8, Pablo dice: «En cuanto a todos mis asuntos, les informará Tíquico, nuestro amado hermano, fiel ministro y consiervo en el Señor. Porque precisamente para esto lo he enviado a ustedes, para que sepan de nuestras circunstancias y que conforte sus corazones». Piensa en cosas positivas que decir de los demás, como hizo Pablo con Tíquico. Los comentarios verdaderos, breves y genuinos son suficientes.

3. Recuerda animarte a ti mismo.

No te estoy llevando a la sección de autoayuda de la librería. Más bien me refiero a una máxima que me parece útil: como hacen los salmistas, habla contigo mismo; no te escuches. El salmista se pregunta: «¿Por qué te desesperas, alma mía?» (Sal 42:5). Luego, se responde a sí mismo animándose con la verdad acerca de Dios.

Nos llena de gozo que los demás nos animen, pero no siempre pensamos en cómo nos llena de gozo animar a los demás

Di a ti mismo la verdad de Dios. No escuches las voces nocturnas que te acosan. En lugar de eso, háblate a ti mismo del evangelio y de las promesas de Dios. Nota que gran parte del ánimo de las Escrituras —en la que se utiliza la palabra animar— no pretende que las circunstancias no son terribles o que todo saldrá bien. Más bien nos recuerda lo grande que es nuestra esperanza y lo fantástico que es nuestro futuro en Cristo.

4. Anima hacia acciones piadosas.

A veces, el ánimo a la rectitud es un empujón necesario. Por ejemplo, Pablo escribe en relación con los aprovechados de la iglesia de Tesalónica: «A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo, que trabajando tranquilamente, coman su propio pan» (2 Ts 3:12).

Presta atención a los hermanos que necesitan ánimo para actuar piadosamente. Luego, sé pronto en elogiar a los que actúan. Anima a los que comparten su fe con valentía. Anima a otros hombres a vivir vidas justas y santas en una generación torcida y perversa, incluso cuando el lugar de trabajo se oponga a nosotros. Haz saber a los hombres que Dios los honrará por mantenerse firmes por Cristo.

Como un ejemplo tomado de mi ministerio, a menudo escucho a algún joven expresar su deseo de ir al campo misionero. Si hay hombres como ellos en tu iglesia, por favor no los desalientes innecesariamente de querer vivir la gran comisión. Anímalos.

5. Procura tener el ministerio del ánimo.

Una vez hablé con un médico sobre sus amistades, y me dijo: «Mi esposa es mi mejor amiga, y realmente no necesito otros amigos». Creo que muchos hombres se sienten así. Pero, ¿qué pasa con el ministerio que podrías tener si desarrollas amistades con otros hombres, con la intención de animar?

Entendemos que nos llena de gozo que los demás nos animen, pero no siempre pensamos en cómo nos llena de gozo animar a los demás. Es fácil derribar, menospreciar y criticar. Es difícil edificar, estimular a otros a la acción piadosa y encontrar lo bueno en otros. Pero para estimular a los hombres a crecer en Cristo, necesitan ser animados. Uno de los dones que Jesús usa para traer gozo aún en las tribulaciones es la obra de animar. Obviamente, esto sucede mejor en el contexto de una iglesia. Hombres, hagan amigos en su iglesia. Comiencen a reunirse con hombres que quieran conocer mejor. Luego sean intencionales en animarlos.

He vivido décadas como cristiano. He aprendido que es difícil ser alentador y casi imposible ser demasiado alentador. Así que anímense, en Cristo, a animarse unos a otros.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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