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El 21 de agosto de 1998 tomé un vuelo desde San Juan de Puerto Rico hasta Atlanta, en Estados Unidos. Iba con dos maletas y dos cajas que contenían todas mis posesiones. En junio me había graduado de la universidad con un grado en Ingeniería Industrial, y ahora me mudaba a Georgia por una oferta de trabajo.

Lo que hacía la mudanza más complicada era que justo el mes de junio había comenzado una relación de noviazgo con la mujer que hoy es mi esposa. A las tres semanas de llegar a Georgia, regresé a la isla para darle una sortija de compromiso. Aunque solo llevábamos tres meses de noviazgo, habíamos pasado meses conociéndonos mientras ella estudiaba en Rhode Island y yo en Puerto Rico. Aunque parecía que nos estábamos moviendo rápido, ambos ya éramos adultos (24 y 22 años) y sabíamos que queríamos casarnos.

Mi esposa y yo éramos creyentes durante nuestro noviazgo y buscábamos honrar a Dios con nuestra relación. Aquí hay algunos consejos prácticos basados en la Escritura que podrían ayudarte si estás en una situación similar a la que nosotros pasamos.

1. Definan la relación con principios bíblicos.

Es de suma importancia que todo lo que hagan fluya de la Biblia. Esto ayudará a crear convicciones bíblicas para honrar a Dios en los momentos de dificultad. Les animaría a que analizaran la relación de María y José. También estudien textos como 1 Timoteo 5:2, “a las más jóvenes, como a hermanas, con toda pureza”, para que informen sus acciones durante la relación. Recuerden Efesios 5:3, “Pero que la inmoralidad, y toda impureza o avaricia, ni siquiera se mencionen entre vosotros, como corresponde a los santos”.

2. Definan claramente dónde se encuentra la relación.

Es fundamental para la pareja determinar el estado de la relación, teniendo claridad sobre dónde se encuentra y hacia dónde se dirige. No veo en las Escrituras ningún lugar que permita que personas tengan relaciones románticas sin ningún propósito. El fin de toda relación romántica debe ser el matrimonio y por consiguiente cada etapa de la misma tiene que ser definida claramente.

Debe existir total claridad durante la etapa de amistad; se debe evitar el uso de piropos o halagos románticos que puedan ilusionar innecesariamente a las personas. En ese tiempo, ambos deben proteger sus corazones. Luego de esto, la pareja puede comenzar un noviazgo donde el lenguaje de afecto puede ser ampliado, pero con prudencia. Finalmente, la relación llegará al compromiso, donde el lenguaje afectivo puede ser más usado, procurando no levantar pasiones que son reservadas exclusivamente para el matrimonio. 

3. Aprovechen la tecnología.

En 1998 no existía Facetime ni nada parecido. Con el presupuesto que contábamos, solo podía llamar a Kathy todas las noches por 30 minutos; las noches que teníamos un desacuerdo, terminábamos hablando por dos horas.

Al no estar físicamente presentes, nos veíamos obligados a conversar. Muchas veces, cuando dos personas están juntas, permiten que la presencia sustituya a la tertulia. Nosotros teníamos que hablar, y eso creó un fundamento sólido del que todavía disfrutamos: comunicarnos efectivamente.

En cierta forma, la distancia no debe afectar la relación. Debido a las obvias limitaciones físicas que la Biblia pone a una relación antes del matrimonio, lo más importante en una relación de noviazgo son las conversaciones. Con las ventajas tecnológicas esto se puede lograr.

4. Traten de verse lo más frecuentemente posible.

Aunque la tecnología ayuda mucho, nada sustituye a la presencia física. Mientras sea posible dentro de su economía, traten de visitarse frecuentemente. En el caso de Kathy y yo, lo más que estuvimos sin vernos fue 6 semanas. Decidí abstenerme de comprar un vehículo en Atlanta, para con ello ahorrar dinero y pagar los pasajes para poder visitarla. Le di prioridad a la relación en lugar de a mi comodidad.

Aunque la tecnología ayuda mucho, nada sustituye a la presencia física.

5. Sean intencionales con su tiempo.

Debido a que la larga distancia los limita, la pareja debe ser especialmente intencional sobre las cosas que conversa. Procuren hablar sobre temas de importancia que sean apropiados para la etapa de su relación (cp Ef. 5:15-16). Designen tiempo para tener conversaciones importantes para su futuro, como cuántos hijos desean tener, el manejo de las finanzas, y los roles en el matrimonio. Si el fin de una relación es el matrimonio, nunca es muy temprano para tener estas conversaciones, que en realidad definen más claramente si Dios les está llamando a unir sus vidas.

Es de suma importancia tocar temas bíblicos que los preparan para el matrimonio. También discutan sobre libros que les ayuden a crear una comunión bíblica sólida para el futuro que les espera. Personalmente recomiendo el libro “Cuando los pecadores dicen acepto”, de Dave Harvey.

6. Pongan límites que protejan la relación.

La distancia puede traer muchas tentaciones. Pongan límites que ayuden a cultivar confianza en el otro. Por ejemplo: Kathy y yo teníamos un acuerdo donde ninguno podía estar solo con otra persona del sexo opuesto, y esto incluía llevar personas en un auto. Otro ejemplo sería salir en números pares cuando estén en grupo, donde al final se termina hablando solo con una persona del sexo opuesto. Estos son solo ejemplos de lo que nosotros hacemos: cada pareja deberá poner sus propios límites.

7. Busquen personas a quienes rendir cuentas.

Ambos deben buscar personas piadosas a quienes pueden rendir cuentas sobre su relación.  Estoy hablando de amigos maduros que los ayudarán a cuidarse en pureza y poder cultivar fidelidad en la distancia.  

8. Comiencen a respetar los roles bíblicos.

Desde el noviazgo es importante que la pareja cultive los principios de Colosenses 3 y Efesios 5. Esto no quiere decir que el hombre manda y la mujer obedece. Se trata de que el hombre lidere en cultivar profundidad en la relación con Dios como pareja. El vivir bajo los estatutos bíblicos no va a nacer el día de la boda; es importante que comiencen a practicar los principios de los roles bíblicos en las áreas que sean adecuadas durante su relación.

El 21 de agosto del 1999, justo un año después de salir de Puerto Rico, Kathy y yo hicimos un pacto ante Dios. Así que pienso que, si se camina de una forma sabia, las relaciones de larga distancia pueden funcionar para la gloria de Dios.

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