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Produce humildad leer los sermones y las homilías de los padres de la iglesia. Toma prácticamente cualquier pasaje de las Enarraciones de Agustín en los Salmos, y encontrarás un tour de force mientras Agustín te guía en un viaje laberíntico desde el salmo al Génesis y el Éxodo a los Evangelios al Apocalipsis y de regreso. William Blake se entrenó para ver el mundo en cada grano de arena; Agustín ve el caleidoscopio de la Escritura refractado a través de cada verso.

Leer a Agustín no te humilla porque haga todo bien. Algunos de sus giros y vueltas conducen a callejones sin salida, y él tiene que retroceder. Produce humildad leerlo porque puede abarcar toda la Biblia sin ninguno de los accesorios y muletas en los que confiamos. No tenía una concordancia escrita, mucho menos software bíblico o un motor de búsqueda. Desde la era patrística hasta la Reforma, los maestros cristianos deambulaban libremente por el canon porque lo habían almacenado en el palacio de la memoria.

Probablemente sea demasiado esperar que podamos replicar su conocimiento de las Escrituras. Pero ¿hay alguna manera de acercarnos? Quizá, si captamos y practicamos cuatro axiomas.

1) Confía en el texto

Lo que realmente quiero decir es: confía en el autor. En el fondo, eso significa creer que este libro es el discurso de Dios en lenguaje humano. Estas palabras son las palabras de Dios. Si no crees eso, nada de lo que diga tendrá mucho sentido.

Confiar en el texto también significa creer que todo importa y es significativo. El Espíritu no habla en vano. No hay detalles incidentales. Se nos dice, con alguna razón, que Abraham tenía 318 hombres que podían luchar, y el Espíritu quería que supiéramos que el hombre en el estanque de Betsaida había estado cojo durante 38 años. ¿Son los 153 peces un mero detalle local? No; es parte de la Palabra del Señor.

Desde la era patrística hasta la Reforma, los maestros cristianos deambulaban libremente por el canon porque lo habían almacenado en el palacio de la memoria.

Si alguien pregunta por qué las Escrituras nos dicen que Lázaro estuvo en la tumba durante cuatro días, no respondas: “Porque así pasó”. Seguro; pero ¿por qué lo dice? Cuando un narrador usa una extraña frase, no saltes a la conclusión pseudoacadémica de que es un “antiguo hebraísmo idiomático”. Más bien, espera que te comunique algo.

Confiar en el texto también significa que asumes coherencia. Tengo que confesar: encuentro muchos comentarios sobre Apocalipsis exasperantes. Lees algunos capítulos, y justo cuando las cosas se ponen interesantes, te dicen que Juan ha puesto otro “interludio” o “digresión” que tiene poco que ver con los capítulos circundantes. Deja de lado al Autor divino por un momento. ¿Por qué habría Juan preparado el libro con tanta falta de cuidado? ¿Por qué aceleraría solo para frenar en el último momento? Dale un poco de crédito al autor humano; él escribe así por alguna razón. Sobre todo, dale crédito al Autor, porque si es capaz de armonizar los miles de millones de eventos de la historia humana, puede escribir un libro coherente.

2) No hay atajos

Cuando enseñé hermenéutica a lo largo de los años, a menudo parafraseé un comentario de Robert Penn Warren sobre la poesía: la mejor y más natural lectura de un poema no ocurre en la primera lectura, ni en la décima lectura, ni en la cincuentava lectura. La mejor lectura viene en la número 100. En la lectura 100 “recordamos hacia adelante” y hacia atrás. El poema completo está con nosotros en cada línea.

Lee, luego vuelve a leer, luego vuelve a leer, hasta que todo el libro te acompañe en cada versículo. Solo entonces el texto parecerá natural.

La observación de Warren va en contra de nuestro condicionamiento cultural. Creemos que la espontaneidad es natural, por lo que esperamos que la primera exposición sea la más fresca. Pero Warren tiene razón. Ya sea que estés leyendo un poema o un libro bíblico o toda la Biblia, no hay atajos. Lee, luego vuelve a leer, luego vuelve a leer, hasta que todo el libro te acompañe en cada versículo. Solo entonces el texto parecerá natural.

Cuando escribo un comentario, leo el libro tan a menudo como puedo. Leyendo tres capítulos al día, pude leer Apocalipsis aproximadamente cada semana durante los siete años que trabajé en mi comentario. Por supuesto, di tiempo y atención concentrados a cada línea del libro, pero algunas de las ideas más frescas surgieron de la lectura repetida del conjunto.

3) Encuentra e imita a lectores que son mejores que tú

Mi hijo menor es compositor. A veces escuchamos una pieza de música juntos. A menudo hay un momento en que se detiene y pregunta: “¿Escuchaste eso? ¿Escuchaste entrar el piano? ¿Escuchaste el cambio de clave? ¿Notaste la complejidad rítmica?”. Lo miro tontamente y digo: “No. No escuché nada de eso”.

Podría concluir que mi hijo está delirando y escucha sonidos que no existen. En realidad, lo que pasa es más simple y más humillante: sus oídos son mejores que los míos. En parte debido a sus dones superiores, en parte a través del entrenamiento continuo; él escucha cosas que yo no puedo.

No nos gusta admitir que este tipo de desigualdad se aplica a la lectura de la Biblia. Nosotros los protestantes creemos en la claridad de las Escrituras y el sacerdocio de todos los creyentes. No encadenamos Biblias a los púlpitos. Todos pueden leer y entender.

Algunas personas, por el don del Espíritu y a través de una larga práctica, son mejores lectores que otros.

Eso es todo cierto. Pero también es cierto que algunas personas, por el don del Espíritu y a través de una larga práctica, son mejores lectores que otros. Algunos lectores notan cosas que todos los demás pasan por alto. Los lectores buenos hacen conexiones que nadie hace. Algunos lectores pueden distinguir el patrón en el tapiz, mientras que el resto de nosotros estamos mirando los hilos.

A lo largo de mi vida adulta, mi maestro ha sido James B. Jordan. Lo he estado escuchando y he enseñado con él durante décadas, y casi siempre dice algo que nunca había escuchado antes. Él tiene un don musical para notar los ecos entre un pasaje y otro. A veces salta de la A a la Z sin explicación. Frunzo el ceño con escepticismo. Luego, cinco años después, completo el B-Y y concluyo que él tenía razón. Si he aprendido a leer la Biblia a través de los años, es principalmente porque he tratado de imitar a Jim.

Creo que todos deberían aprender de Jim. Pero si no puedes, encuentra tu propio Jim. Encuentra a alguien cuya lectura de la Biblia te electrice y te deleite, alguien que te haga arder el corazón. Escucha. Imita. Mientras lees, imagina que esa persona está de pie a tu lado y te señala todas las cosas que pasaste por alto.

4) Adora en una iglesia con una liturgia saturada de la Biblia

Los maestros bíblicos premodernos tenían algunas ventajas sobre nosotros. Tenemos software bíblico e internet y libros en abundancia. Ellos tenían la liturgia. Los monjes medievales pasaban sus días en el scriptorium, copiando y estudiando textos. También cantaban todo el Salterio cada semana, y escuchaban grandes fragmentos de la Biblia durante sus horas de oración. La Biblia entró a sus almas a través de sus ojos, pero la Palabra de Dios también estaba en sus oídos, y la probaron con sus bocas.

Lamentablemente, es casi imposible replicar ese tipo de experiencia en muchas iglesias protestantes. Muchas iglesias con “Biblia” en el nombre rara vez tienen mucha Biblia en la adoración. Los himnos contienen pequeños fragmentos de las Escrituras. El pastor lee algunos versículos para el texto de su sermón, pero por lo demás, poco de la Biblia se lee y se escucha. Por una extraña ironía, muchas iglesias tradicionalmente litúrgicas están más inmersas en las Escrituras que las evangélicas que creen en la Biblia.

Si los evangélicos quieren aproximarse a la profundidad de los padres de la iglesia, un buen comienzo sería asegurarse de que su adoración esté tan bíblicamente saturada como un servicio luterano o anglicano.

La palabra habla

Si eres pastor, introduce más Biblia en el servicio de adoración. Si no eres pastor, clama por obtener más de esa Palabra por la cual vivimos. Si eres cristiano, lee, lee, y vuelve a leer. Espera que todo comunique. Encuentra y sigue a un mentor y aprende a ver a través de sus ojos.

Confía en que la Palabra que habló el mundo en existencia te volverá a hablar como una nueva criatura en Cristo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.
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