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La humildad puede ser la más incomprendida de todas las virtudes cristianas. También podría ser la más importante. Después de todo, “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (1 P. 5:5).

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el tema de la humildad parece inseparable del tema de la salvación. El rey David dijo: “Salvas al pueblo afligido, pero Tus ojos están sobre los altivos a quienes Tú humillas” (2 S. 22:28).

Así que, ¿qué es la humildad?

Obviamente es importante, y es igual de obvio que no entenderla podría tener consecuencias eternas.

Tal vez sería útil comenzar con lo que no es.

La humildad bíblica no es:

1. Inseguridad

La gente a menudo confunde la inseguridad personal con la humildad bíblica, pero no son lo mismo. Según la Biblia, no es pecado saber quién eres y saber a qué estás llamado. El apóstol Pablo dijo:

“Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no resultó vana. Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”, 1 Corintios 15:10.

Pablo sabía lo que era y sabía quién era, y cuando fue necesario habló abiertamente de esas cosas a la gente bajo su cuidado. La primera línea de su epístola a los Gálatas no revela indicio alguno de inseguridad personal o ministerial: “Pablo, apóstol, no de parte de hombres ni mediante hombre alguno, sino por medio de Jesucristo y de Dios el Padre que lo resucitó de entre los muertos” (Gá. 1:1).

La inseguridad no debería confundirse con la humildad bíblica, ni tampoco la indecisión

Cuando tenía que hacerlo, Pablo afirmaba su autoridad. En medio de su relación (a veces dificultosa) con la iglesia de Corinto, dejó claro este asunto: “¿Qué quieren? ¿Iré a ustedes con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21).

Saber quién eres, saber a qué estás llamado, y ser diligente en el cumplimiento de tus deberes en la casa de Dios, no significa que eres orgulloso. De la misma manera, ser vacilante, retraído, y renuente a cumplir tu trabajo no te hace humilde.

La inseguridad no debería confundirse con la humildad bíblica, ni tampoco la indecisión.

2. Indecisión

No hay manera más segura de ser etiquetado como una persona humilde en muchos contextos evangélicos, que predicar un sermón o escribir un libro lleno de preguntas en lugar de respuestas.

¿Quién puede saberlo?

¿Quién lo puede decir?

Estoy abierto a todas y cada una de las perspectivas.

Así es como suena la humildad según muchos.

Según Jesús, aparentemente, no es así. Él prefería hombres de carácter y convicción. Señaló a Juan el Bautista como un buen ejemplo:

“¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pero, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Miren, los que usan ropas finas están en los palacios de los reyes.  Pero, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y uno que es más que un profeta. Este es de quien está escrito: ‘He aquí, yo envío Mi mensajero delante de Ti, Quien preparará Tu camino delante de Ti’. En verdad les digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él”, Mateo 11:7-11.

La indecisión es fallar en confiar en la palabra de Dios

Juan el Bautista era un hombre recto y directo. Hizo declaraciones valientes y dio instrucciones claras. Señaló a Jesús y dijo: “Ahí está el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29).

Con frecuencia, la indecisión es fallar en confiar en la palabra de Dios. No es humildad, aunque a menudo se confunde como tal.

3. Inactividad

Tomar tus precauciones, jugar a lo seguro, y ocultar tu talento de ninguna manera debe asociarse con la humildad bíblica.

El apóstol Pablo vivió su vida y ejecutó su ministerio casi como un hombre obsesionado. Dijo:

“Antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”, 1 Corintios 15:10.

“Prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Filipenses 3:14.

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe”, 2 Timoteo 4:7.

Los evangélicos, muy a menudo, miran a una persona trabajadora y se preguntan qué estarán tratando de demostrar. ¿Están tratando de ganarse su salvación? ¿Están tratando de merecer la bondad de Dios? ¿Están orgullosos de lo que pueden lograr mediante la voluntad y la fuerza de trabajo?

La inactividad no es humildad: es rebelión, es pereza, es falta de fe

Pero tal vez, al igual que el apóstol Pablo, ellos simplemente viven cada día con un ojo en el juicio final. Tal vez tienen miedo de entrar en la eternidad como un hombre desnudo que se escapa del fuego. Tal vez están motivados por el deseo de recibir de Dios el más grande de todos los elogios:

“Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”, Mateo 25:21.

En esa misma parábola, Jesús dejó claro que no respeta la pereza y la apatía:

“‘Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos’. Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”, Mateo 25:26-30.

La inactividad no es humildad: es rebelión, es pereza, es falta de fe.

Entonces, ¿qué es la humildad bíblica?

La humildad bíblica es:

Jesús es el estándar supremo de humildad bíblica. Lo que dijo y cómo vivió debe servir como nuestra guía definitiva. En la parábola del fariseo y el recaudador de impuestos, Jesús dejó claro que la verdadera humildad significa dependencia absoluta en la misericordia de Dios.

1. Dependencia absoluta de la misericordia de Dios

Lucas nos dice que Él dio esta enseñanza para contrarrestar una tendencia entre algunos “que confiaban en sí mismos como justos”:

“Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano’. Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de mí, pecador’. Les digo que este descendió a su casa justificado pero aquel no; porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido”, Lucas 18:10-14.

Las personas que son pobres en espíritu están conscientes de su posición desesperada y dependen completamente de la misericordia y bondad de Dios

En esta parábola, ser “humilde” es estar consciente de tu propio pecado e indignidad y entregarte enteramente a la misericordia y la bondad inmerecida del Dios todopoderoso. En ese sentido, es muy similar a lo que Jesús quiso decir con “pobreza de espíritu”. En el sermón del monte dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:3).

Las personas que son “pobres en espíritu” están conscientes de su posición desesperada y dependen completamente de la misericordia y bondad de Dios. Son humildes, en el sentido bíblico de la palabra.

2. No preocuparse por el poder, el prestigio, y la posición

Según Jesús, la gente humilde no está luchando por poder, prestigio, y posición. Toman el último asiento y se contentan con funcionar como siervos. Jesús a menudo contrastaba su propia expectativa para sus discípulos con la conducta orgullosa y egoísta de los escribas y fariseos:

“Pero ustedes no dejen que los llamen Rabí; porque Uno es su Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen a nadie padre suyo en la tierra, porque Uno es su Padre, el que está en los cielos. Ni dejen que los llamen preceptores; porque Uno es su Preceptor, Cristo. Pero el mayor de ustedes será su servidor. Y cualquiera que se engrandece, será humillado, y cualquiera que se humille, será engrandecido”, Mateo 23:8-12.

En el Evangelio de Marcos, cuando Jesús encontró a los discípulos discutiendo sobre rango y superioridad, los convocó y les dijo:

“Si alguien desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos. Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en los brazos les dijo: ‘El que reciba a un niño como este en Mi nombre, me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, no me recibe a Mí, sino a Aquel que me envió’”, Marcos 9:35-37.

Ser humilde, en un sentido bíblico, es ignorar toda preocupación por tener un rango y privilegio y vivir la vida al servicio del más pequeño de los discípulos de Cristo

Ser humilde, en un sentido bíblico, es ignorar toda preocupación por tener un rango y privilegio y vivir la vida al servicio del más pequeño de los discípulos de Cristo. Es aceptar todo, servir a todos, y preferir a todos en el nombre de Jesús.

3. Aceptación incuestionable de la Palabra de Dios

Jesús es el máximo ejemplo de humildad bíblica, “el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, (Fil. 2:6-8).

No existe una definición bíblica de humildad que no incluya la obediencia absoluta e incuestionable a la Palabra de Dios

No existe una definición bíblica de humildad que no incluya la obediencia absoluta e incuestionable a la Palabra de Dios. En Isaías 66:2 Dios dice: “Pero a este miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra”, (Is. 66:2).

Alec Motyer, de manera muy útil, dice: “Esto es, pues, lo que se hace grande ante la mirada del Señor: nuestra humildad ante Él en la adoración, nuestra conciencia de nosotros mismos, y nuestra minuciosa sensibilidad a su Palabra”. [1]

Esa es la verdadera humildad. Ese es el que recibe misericordia. Ese es el que recibe la gracia, ¡gracias sean dadas a Dios!


[1] J. Alex Motyer, Isaiah: An Introduction and Commentary (Isaías: Una introducción y comentario), Vol. 20, Comentarios del Antiguo Testamento de Tyndale. IVP/ Accordance ed. Electronics (Downers Grove: InterVarsity Press, 1999), 453.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition: Canadá. Traducido por Jenny Midence-García.
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