«¿Qué significa este pasaje para ti?».
Comienzas con una pregunta fácil y abierta para que la conversación arranque.
Quince minutos más tarde, el grupo está discutiendo cómo Sharon debería responderle a Doris, su compañera de oficina, que no ha estado llegando puntual a trabajar. La mayoría de las personas ya ha cerrado sus biblias.
«Y hasta aquí llegó el dichoso “estudio bíblico”», balbuceas para ti mismo.
Hábitos para un diálogo saludable
He tenido el privilegio de liderar o participar en grupos de estudio bíblico por más de una década. He sido parte de discusiones incómodas, distraídas, acaloradas, transformadoras y todo lo que podríamos imaginar.
En el camino, he observado un puñado de hábitos que ayudan a facilitar conversaciones significativas, disfrutables y saturadas de la Biblia. A continuación, compartiré seis de ellos.
Descargo de responsabilidad: No me enfocaré en la preparación del líder. La preparación efectiva incluye oración, estudiar el pasaje, hacer una lluvia de ideas con preguntas relevantes para el grupo y relacionadas con el texto, etcétera. Tampoco trataré el tema de cómo lidiar con miembros difíciles.
1. Diles a los miembros qué buscar antes de leer el pasaje como grupo.
Imagina observar una página de ¿Dónde está Wally? sin saber cómo se ve Wally. Después de varios minutos, alguien pregunta: «Bien, ¿dónde está el hombre con el pelo castaño y la camisa y el sombrero a rayas blancas y rojas?». Lo más probable es que tengas que volver a buscar en la página antes de responder. Si no sabes lo que estás buscando, es fácil que te distraigas y se te pasen por alto detalles importantes. Eso pasa con frecuencia si lees el capítulo y después le preguntas a tu grupo: «¿Dónde vieron a Jesús en este pasaje?».
En cambio, si se les da una orientación previa, el tiempo que dediquen a leer la página será mucho más provechoso. Por lo tanto, dale a tu grupo algunas cosas que deben buscar. Así, a medida que se lea el pasaje, podrán fijarse en los detalles clave y empezar a formular ideas para la discusión.
Por ejemplo, puedes decir: «Grupo, mientras leemos, presten atención a estas cosas…»:
- Qué nos enseña el pasaje sobre el carácter, la naturaleza o los propósitos de Dios/Cristo
- Qué nos enseña este pasaje sobre la condición o necesidades de la humanidad
- Qué versículos resaltan para ti, particularmente porque te animan, te redarguyen o te confunden
2. Dales a los miembros de 3 a 5 minutos para pensar después de leer el pasaje.
En lugar de discutir la lista de preguntas preparada inmediatamente después de la lectura, dales a los miembros unos minutos para revisar el texto, subrayar o tomar notas. (A veces, mi pequeño grupo pone una canción de adoración de fondo y comenzamos la discusión cuando termina la canción).
La mayoría de las personas necesitan unos momentos para ordenar sus ideas después de leer, y por eso la primera pregunta de la discusión es a menudo la que encuentra más silencio. En lugar de presionar a las personas para que compartan inmediatamente sus ideas a medias, dales espacio para que las procesen en silencio antes de comenzar la discusión.
Los mejores facilitadores en la discusión no son necesariamente los más instruidos, sino los más curiosos
Antes del tiempo de reflexión silenciosa, puede ser útil compartir la primera pregunta para el debate, tal vez la misma pregunta que se hizo antes de la lectura, para recordarles qué es lo que deben buscar y qué es lo primero que analizará el grupo.
3. Dales indicaciones a los miembros de cómo responder.
Aunque este paso no es esencial al comienzo de cada conversación, puede ser útil recordar de vez en cuando a los miembros del grupo: «En tus respuestas, si nos diriges a la parte del texto a la que te refieres, eso nos ayudará a los demás a seguirte».
Esta indicación sencilla puede mantener la conversación centrada en el texto. También enseña a los miembros a dejar que las Escrituras moldeen sus pensamientos, en lugar de dejar que sus pensamientos moldeen las Escrituras.
4. Toma notas físicas de las respuestas de los miembros.
Tomar notas demuestra que valoras lo que tus miembros tienen que decir, lo cual fomenta la participación y bendice a quienes comparten. Además, al tomar notas, los líderes dan ejemplo de escucha activa, lo que a menudo inspira a otros a hacer lo mismo. Por último, te ayudará a referirte a observaciones hechas anteriormente en la conversación (o en semanas anteriores). Volver a comentarios anteriores ayuda a unir la conversación y a solidificar los conceptos.
5. Elogia las respuestas (útiles).
No hay nada peor para los miembros de un grupo que armarse de valor para hablar solo para encontrarse con un silencio sepulcral. Por otro lado, no hay nada más gratificante que sentir que los demás valoran sus comentarios. Como líderes de grupo, debemos dar ejemplo a la hora de elogiar. Nuestros miembros deben conocernos como personas que animan, aun antes de conocernos como expertos.
Hay muchas formas de elogiar, desde un «¡Mm!» no verbal hasta varias frases completas sobre lo que apreciamos. El objetivo no es la profundidad, sino simplemente reconocer y mostrar aprecio por sus ideas. Estos son algunos ejemplos:
- «Eso es útil».
- «Qué alentador».
- «Eso nos redarguye».
- «Bien dicho».
- «Excelente comentario».
Es valioso repetir lo que dijo el miembro del grupo con tus propias palabras: «La sabiduría es una Persona, me encanta eso». Repetir lo que dijo demuestra que estabas escuchando y que entendiste su punto.
Si Dios te ha puesto en la posición de dirigir un estudio bíblico, te ha concedido un privilegio único de servir a Su pueblo
Por supuesto, no debemos elogiar los comentarios insensibles o las doctrinas falsas. Se necesita sabiduría para saber cuándo pasar por alto, cuándo corregir en privado y cuándo corregir públicamente.
6. Muestra curiosidad y expectativa.
Uno de los errores más comunes que cometen los líderes de grupos pequeños es sentir que necesitan ser la persona más sabia de la habitación. Quítate esta presión.
Con frecuencia, la clave para dirigir debates eficaces en grupos reducidos no es ser el experto, sino no ser el experto. Los mejores facilitadores en la discusión no son necesariamente los más instruidos, sino los más curiosos, aquellos que muestran un interés genuino por escuchar y aprender de los demás. En un mundo en el que vivimos constantemente en nuestra propia cabeza, déjate llevar por el gozo de entrar brevemente en la experiencia de otra persona.
Un líder con formación bíblica o teológica puede ser de gran beneficio para el grupo. Pero es importante no dominar la conversación ni dar la impresión de ser un sabelotodo. Una excelente manera de compartir ideas sin parecer moralista es basarse en los comentarios de los demás: «¡Me encanta eso, Alex! Tus palabras me recuerdan [inserta el versículo relacionado]». Esto edifica al grupo y redirige los elogios a la persona que ha compartido antes que tú.
Si Dios te ha puesto en la posición de dirigir un estudio bíblico, te ha concedido un privilegio único y se complace en tus esfuerzos por servir a Su pueblo. Da gracias a Dios por la oportunidad, pídele ayuda y descansa sabiendo que Su Palabra no volverá vacía.