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Ya es suficientemente malo que ninguna tragedia espantosa pase desapercibida en las redes sociales. Pero ahora tenemos que ver el video de estos ataques, casi en tiempo real. Esto no es una película. Los gritos, el miedo, la sangre… es real.

No puedo quitarme de la cabeza la mirada aterrada de Iryna Zarutska. Es de sus últimos momentos antes de morir, apuñalada el 22 de agosto por un hombre que ya debería haber sido encerrado por razones de seguridad pública y por su propia salud. Ahora vemos el video sin editar de Charlie Kirk, grabado ayer, 10 de septiembre, en la Universidad de Utah Valley. A estos ataques de gran repercusión mediática podríamos añadir los tiroteos en escuelas y las guerras en Europa y Oriente Medio, además del tráfico de drogas y las represalias entre bandas, que no generan suficiente preocupación debido a su frecuencia. Todo esto sucede cuando se acerca el aniversario de los atentados terroristas del 11 de septiembre.

Los llantos de las víctimas y sus familias resuenan en nuestros oídos. Este mundo está gimiendo (Ro 8:22). Entonces, ¿dónde está Dios? ¿Por qué no escuchamos nada de Él? ¿Dónde está la justicia? ¿Quién empuñará la espada para defender la ley, para defender la vida inocente? (Ro 13:4).

Diálogo en el silencio

Si crees que Jesús es el Hijo de Dios y lo sigues con pasión, el silencio de Dios puede ser desorientador. El mundo no es como debería ser. Pero, como vemos a lo largo de la Biblia, nuestro Padre celestial quiere que clamemos a Él en esta condición. Dios nos invita al diálogo que surge de la confianza en Él. Dios espera nuestro lamento.

Puede que no responda las preguntas que nos hacemos sobre la violencia actual y sus diversas motivaciones perversas. Pero si crees en el Hijo, entonces Dios solo quiere lo que es bueno para ti (Ro 8:28). Aunque nuestros enemigos se propongan hacer el mal, Dios solo obra el bien (Gn 50:20). Él siempre tiene un propósito, tanto para las personas como para las naciones, aunque esté oculto en este lado de la eternidad.

Cuando no puedas oír a Dios, mira hacia la cruz y lo encontrarás. Allí recibimos la seguridad de que se hará justicia contra todo mal

Cuando no puedas oír a Dios, mira hacia la cruz y lo encontrarás. Allí recibimos la seguridad de que se hará justicia contra todo mal (Ro 3:26), cualquiera que sea su origen. Todo asesino y agresor impenitente pagará la pena máxima en la eternidad. Ningún mal se escapa de la justicia de Dios.

Una alternativa a la venganza

Pero cuando contemplamos la venganza, tomarnos la justicia por nuestra mano, se nos ha advertido que «todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios» (Ro 3:23). No estamos justificados porque la otra parte acoge a pecadores peores. Estamos justificados cuando nos arrepentimos de nuestros propios pecados, grandes y pequeños.

El mal no tiene la última palabra en la eternidad. Jesús se aseguró de eso, a través de Su sacrificio en la cruz

Cuando sufrimos o lamentamos el estado del mundo, Dios nos habla en Habacuc 3:17-19:

Aunque la higuera no eche brotes,
Ni haya fruto en las viñas;
Aunque falte el producto del olivo,
Y los campos no produzcan alimento;
Aunque falten las ovejas del redil,
Y no haya vacas en los establos,
Con todo yo me alegraré en el Señor,
Me regocijaré en el Dios de mi salvación.
El Señor Dios es mi fortaleza;
Él ha hecho mis pies como los de las ciervas,
Y por las alturas me hace caminar.

Fue una higuera la que Jesús maldijo en su camino a Jerusalén, donde subiría al monte Calvario (Mr 11:14). Jesús explicó la lección a Sus discípulos en Marcos 11:24: «Por eso les digo que todas las cosas por las que oren y pidan, crean que ya las han recibido, y les serán concedidas».

Esas son las palabras de aliento de Habacuc. Aunque Dios esté en silencio, sigue hablando con Él. Aunque este mundo sea cruel y despiadado, Dios extiende Su misericordia:

«Vengan ahora, y razonemos»,
Dice el Señor,
«Aunque sus pecados sean como la grana,
Como la nieve serán emblanquecidos.
Aunque sean rojos como el carmesí,
Como blanca lana quedarán» (Is 1:18).

El mal no tiene la última palabra en la eternidad. Jesús se aseguró de eso, a través de Su sacrificio en la cruz. Mientras tanto, Él nos dice cómo lidiar con el mal. Perdonamos y, cuando perdonamos, recordamos nuestras propias ofensas que el Padre ha perdonado (Mr 11:25).

Nada es más antitético a nuestro ambiente político actual que el perdón. El resentimiento genera resentimiento. Los enemigos se vengan de los enemigos. Pocos escuchan la voz del judío crucificado que predicó que los mansos heredarán la tierra, que los pacificadores serán llamados hijos de Dios (Mt 5:5, 9).

Sin embargo, Jesús vive. Resucitado y ascendido, Él habla en Su Palabra. A través de nosotros, Él da testimonio de Su autoridad amorosa y paciente sobre todas las cosas: cuando protestamos contra la injusticia, cuando empuñamos la espada de la justicia, cuando perdonamos en lugar de vengarnos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por María del Carmen Atiaga.
Nota del editor: 

Partes de este artículo están adaptadas del libro de Collin Hansen Where Is God in a World with So Much Evil? [¿Dónde está Dios en un mundo con tanta maldad?] (TGC/Crossway, 2025). Utilizado con permiso.

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