En una época marcada por el individualismo y la desobediencia, el mandamiento bíblico «Honra a tu padre y a tu madre» (Éx 20:12) resuena como una llamada contracultural que revela el diseño de Dios para la humanidad. Este precepto, el quinto de los Diez Mandamientos, no es una simple norma moral, sino un fundamento que refleja el corazón de Dios para fortalecer familias y sociedades.
Como exploré en un artículo anterior, la palabra en hebreo para «honrar» (kaved) significa «dar peso» o reverenciar. Por lo que este mandamiento implica reconocer la dignidad de nuestros progenitores. Honrar a los padres va mucho más allá de la obediencia infantil; es un acto espiritual que refleja nuestra devoción al Creador.
A continuación, expando seis formas prácticas —arraigadas en las Escrituras— de vivir este mandamiento en un mundo que frecuentemente lo desdeña:
1. Perdona sus imperfecciones
Todo acto de honra comienza con el perdón. Nuestros padres, como todos los seres humanos, tienen fallas, y a veces esas fallas dejan cicatrices profundas. Sin embargo, el evangelio nos llama a extender la misma gracia que recibimos de Dios. Jesús, desde la cruz, expresó: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23:34). Aunque Sus palabras no se referían a Sus padres, Su espíritu perdonador nos señala el camino.
Honrar a los padres va mucho más allá de la obediencia infantil; es un acto espiritual que refleja nuestra devoción al Creador
Perdonar no significa justificar el daño, sino reconocer que, como nosotros, ellos también necesitan la redención. Es un proceso que toma tiempo, pero es esencial para vivir con libertad espiritual y obedecer este mandamiento.
Ejemplo práctico: Si guardas resentimiento porque tu padre fue emocionalmente distante, comienza orando por él. Pide a Dios que te conceda compasión y considera buscar consejería bíblica para procesar el dolor con gracia y respeto.
2. Habla bien de ellos
En una cultura que glorifica la crítica, elegir hablar con respeto de nuestros padres es un acto poderoso de contracultura. La lengua, según Santiago, puede bendecir o maldecir (Stg 3:8-10). Honrar implica usar nuestras palabras para construir, en lugar de destruir.
David es un ejemplo notable. A pesar de que su padre Isaí no lo consideró digno de ser presentado ante Samuel (1 S 16:1-13), David nunca habló mal de él. En lugar de revanchismo, mostró respeto.
Ejemplo práctico: En reuniones familiares o con amigos, en lugar de contar historias negativas, recuerda momentos en los que tus padres te mostraron amor o sacrificio, aunque hayan sido limitados o imperfectos.
3. Agradece sus esfuerzos
La gratitud honra. Reconocer los sacrificios de nuestros padres, aun cuando hayan sido mínimos y defectuosos, revela un corazón humilde. Pablo nos exhorta a «dar gracias por todo» (Ef 5:20), y eso incluye a nuestros padres.
Estar presente es una de las formas más tangibles de honrar a nuestros padres, especialmente cuando envejecen
El joven Timoteo es prueba del poder de la influencia familiar. Aunque no se mencione explícitamente, su ministerio sugiere que tendría una profunda gratitud por su madre y abuela (2 Ti 1:5).
Ejemplo práctico: Llama a tu madre o padre y agradéceles por algo específico. Una simple nota de agradecimiento puede reforzar vínculos y ayudar a sanar heridas antiguas.
4. Busca su consejo
Valorar la experiencia de nuestros padres es otra forma concreta de honrarlos. Proverbios 1:8-9 nos anima a atesorar la instrucción paternal como una joya preciosa. Escuchar su consejo —aunque no siempre lo sigamos— demuestra respeto y reconocimiento de su papel formativo.
Incluso en la adultez, sus experiencias pueden ofrecernos perspectiva. Salomón, influenciado por David, nos muestra cómo la sabiduría se transmite generacionalmente (1 Cr 28:9).
Ejemplo práctico: Antes de tomar una decisión importante, como mudarte o cambiar de empleo, consulta a tus padres. Escuchar no te obliga a obedecer, pero sí demuestra respeto y honra.
5. Acompáñalos en su soledad
Estar presente es una de las formas más tangibles de honra, especialmente cuando envejecen. Jesús criticó duramente a quienes descuidaban a sus padres con excusas religiosas (Mt 15:1-9). Rut, por ejemplo, acompañó fielmente a Noemí en su vejez, declarando: «Adonde tú vayas, yo iré» (Rt 1:16).
Cuidar de nuestros padres —financiera, emocional y físicamente— no solo cumple un deber, sino que refleja el corazón generoso de Dios
Nuestra presencia, ya sea física o emocional, les comunica que siguen siendo valiosos.
Ejemplo práctico: Si viven lejos, agenda llamadas regulares. Si están cerca, pasa tiempo con ellos de forma intencional: un café, una comida, una caminata. Hazles sentir que siguen siendo una prioridad.
6. Sostén sus necesidades
Honrar también significa proveer. La Biblia es clara: quien no cuida de los suyos ha negado la fe (1 Ti 5:8). José es un ejemplo de esto. Después de reconciliarse con su familia, proveyó generosamente para su padre Jacob durante la hambruna (Gn 47:12).
Cuidar de nuestros padres —financiera, emocional y físicamente— no solo cumple un deber, sino que refleja el corazón generoso de Dios.
Ejemplo práctico: Si tu madre tiene dificultades con el mantenimiento del hogar, organiza cómo ayudarle o contrata un servicio. Si tu padre necesita asistencia médica, acompáñalo a sus citas o colabora en la logística de sus cuidados.
Una obediencia impulsada por el evangelio
Honrar a nuestros padres en una sociedad centrada en el yo es un acto contracultural que glorifica a Dios. Perdonar, hablar bien, agradecer, buscar consejo, acompañar y sostener son expresiones vivas del mandamiento de Éxodo 20:12, que lleva consigo una promesa: «Para que te vaya bien, y para que tengas larga vida sobre la tierra» (Ef 6:3).
Que el evangelio nos capacite para honrar incluso a padres imperfectos, transformando nuestra obediencia en una ofrenda viva que refleje la gracia y el carácter de Dios.