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Luego de postear algunas entradas acerca de los dones espirituales, ahora quiero centrar mi atención en las últimas palabras de 1P. 4:10-11:

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Dios no solo da los dones, sino también la fuerza y el poder que necesitamos para poner nuestros dones en acción. Esta palabra que RV traduce como “dar” se usaba en aquellos días para señalar a aquel que pagaba el costo de algo; y de ahí llegó a significar “proveer con abundancia”.

No es en nuestras propias fuerzas que podemos rendir nuestro servicio a Dios, sino en la fuerza y en la provisión que Él nos da. Por eso Pedro concluye el texto con estas palabras de alabanza: “para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.

Los dones son de Dios, lo que fluye a través de esos dones no es otra cosa que la gracia de Dios, y los recursos con los que podemos ser útiles en medio de la iglesia y en la expansión de Su reino en el ejercicio de nuestros dones también provienen de Él. ¿Conclusión? Que a Él sea toda la gloria.

Esa es la meta final de todo servicio cristiano: Que nuestro Dios sea glorificado (comp. Mt. 5:16). Todo lo que cada creyente hace como individuo y como parte integral de la iglesia no debe tener otra meta que ensalzar el honor y la reputación de Dios. Cualquier otra motivación es indigna de un verdadero cristiano.

Fuimos salvados para la gloria de Dios; y fuimos investidos con dones para alcanzar esa misma meta a través de nuestro servicio: La gloria de Dios. A final de cuentas, si todo proviene de Él, por Él y para Él, entonces sólo Él merece la gloria (comp. 1Cor. 4:7).

Que el Señor ponga un peso en nuestros corazones de descubrir cuáles son nuestros dones y de ponerlos en operación para beneficio del cuerpo local de creyentes en el que Dios nos ha colocado, para el avance de la predicación del evangelio por medio del cual los perdidos pueden ser salvados, y todo eso para la gloria y exaltación del único que merece ser glorificado y exaltado:

El Dios que nos compró para Sí por medio de la obra de la obra de Su Hijo, nuestro bendito Señor y Salvador Jesucristo.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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