×

Ya es cliché quejarse de la tecnología. Todo el mundo sabe que hay un problema: Que pasamos demasiado tiempo en nuestros celulares y iPads y computadoras. Que pretendemos cosas en nuestra vida virtual que no somos en la vida real. Que preferimos «pasar tiempo» con los «amigos» de Facebook y Twitter que con aquellos a quienes tenemos al frente. Y los selfies. No me dejes hablar de los selfies, por favor.

Está bien, solo déjame decir que, en mi opinión, un selfie luce terriblemente parecido a la vanagloria. Si es un selfie donde solo estoy yo, probablemente hay vanidad detrás. Si es un selfie porque acabo de ver a alguien y quiero que los otros lo sepan, probablemente hay vanidad detrás. Si es un selfie y le pongo una cita bíblica, con toda probabilidad estamos conscientes de nuestra vanidad y queremos acallar nuestra conciencia[1]. Cuando menos, luce contrario al propósito de magnificar a Cristo con nuestras vidas el que constantemente estemos promocionándonos a nosotros mismos con nuestras fotos. Creo que voy a escribir más sobre esto en lo adelante. Mientras, #Dilenoalselfie.

Regresando al tema principal, está de más quejarnos de la tecnología. Pero es un problema real. Es una triste escena el salir a cenar a un restaurant y ver que las parejas y los grupos y los individuos están ensimismados con sus teléfonos móviles, ignorando que están rodeados de personas alrededor de ellos. Por alguna razón, nos hemos acostumbrados a ver en una mesa a todo el mundo cabizbajo con su aparato. Lo más interesante, usualmente estamos ensimismados en una «red social», mientras escapamos de una situación social que tenemos en frente.

No me malinterpretes: yo disfruto la tecnología. Me parece que es una manifestación del mandato creativo de Dios en Génesis 1; una forma increíble de cómo el hombre ha podido enseñorearse sobre la tierra. Coalición por el Evangelio no pudiera existir si no fuera por los avances tecnológicos, y puedo hacer mucho de mi trabajo del día a día gracias a mi iPhone. El asunto está en que la vida del creyente es una vida «we» (nosotros), y no «I» (yo). El Nuevo Testamento se escribió a comunidades de cristianos. La vida del creyente se vive en comunidad. Un creyente sano es un creyente que está compartiendo su vida con otros. Tal vez la parte más básica de la fe cristiana es el discipulado, y eso se hace en comunidad. La confesión de pecados. El conversar sobre la fe. El orar juntos. El hacer vida juntos. Todas estas cosas son «we», y aunque el «i»Phone pueda ayudar en algún momento, no suplanta la necesidad de compartir en carne y hueso. Al contrario, parece ser que la vida «conectada» con aquellos que no están cerca de nosotros nos hace sentir más solos.

«Más valen dos que uno solo,

Pues tienen mejor pago por su trabajo.

Porque si uno de ellos cae, el otro levantará a su compañero;

Pero ¡ay del que cae cuando no hay otro que lo levante!

Además, si dos se acuestan juntos se mantienen calientes,

Pero uno solo ¿cómo se calentará?

Y si alguien puede prevalecer contra el que está solo,

Dos lo resistirán.

Un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente», Eclesiastés 4:9-12.

Por supuesto, como todo en la vida cristiana, este es más un asunto del corazón. A la vez, hay diversas cosas que podemos hacer para contrarrestar esta situación, y una de esas es la que quiero sugerirte. En inglés le llaman «the phone stack» game, el juego de poner los celulares uno encima de otro. La idea es simple: si hay un grupo junto –por ejemplo, en una salida a comer o compartir–, cada miembro del grupo debe poner su celular encima de la mesa, y nadie puede tomar el suyo, ya que dañaría la pila[2]. (Pro-tip: Poner en el centro el teléfono del que esté más adicto). Siempre tendremos mil y una excusas de por qué no podemos dejar nuestro celular. Pero a menos que seamos doctores y estemos esperando una llamada de vida o muerte, de seguro nuestra «emergencia» puede esperar.

Es sorprendente el cambio radical que ocurre en un grupo cuando no hay teléfonos móviles en el medio. De pronto es más fácil prestar atención y estar concentrados en quienes tenemos delante. Se hace más fácil vivir la vida juntos, estar presentes en las conversaciones alrededor nuestro, y prestar atención a nuestros hermanos y hermanas. De hecho, así también podemos escuchar de quienes nos rodean y no levantamos una pared entre unos y otros. ¿No pudiera ser esto algo que el Señor use para ayudarnos a vivir en comunidad? Este no es el principio más espiritual, pero puede ser algo que necesitas hacer para crecer en tu vida de comunidad. Yo he visto las ventajas de aplicar esto en mi vida y con mis amigos, por lo que te invito a que te nos unas. #Dilenoalselfie y #Dilesíalavidaencomunidad.


[1] Gracias a Dios, yo no soy el juez de los corazones. Y también hay situaciones que realmente ameritan un selfie, como compartir con alguien lo que estamos haciendo, por ejemplo. Por eso los «probablemente».

[2] ¡Asegúrense de no dejar la pila sin supervisión! O si no algún ladrón quedará muy contento con ustedes…

Créditos de imagen: Encabezado, Phone Stack.

CARGAR MÁS
Cargando