Muchas iglesias están comprometidas con el concepto de pluralidad de ancianos. Es decir, la iglesia local no está dirigida solo por el pastor, sino por un equipo de líderes. Los ancianos, como cuerpo, son pastores y supervisores del rebaño, la iglesia local. Curiosamente, la norma en muchas iglesias comprometidas con ese principio es que solo haya un predicador. Hay una pluralidad de ancianos, pero un solo predicador. Sin embargo, ¿esto es saludable? ¿Es bíblico? ¿Debería aplicarse el principio de «pluralidad» también a los predicadores?
El texto clásico para hacer una distinción entre los ancianos que «gobiernan» o dirigen, y aquellos de entre ellos que están especialmente dotados para predicar y enseñar, es 1 Timoteo 5:17. Pablo dice: «Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza». Continúa hablando de no poner bozal al buey mientras trilla el grano, estableciendo el principio de que el obrero es digno de su salario. Dice que es apropiado apoyar económicamente a los obreros de la Iglesia. De hecho, esta remuneración se considera a menudo como el «doble» honor: está el honor del respeto y también el honor de la remuneración. Eso es el doble honor.1
Con este entendimiento, se ha desarrollado un modelo en el que las iglesias locales tienen una pluralidad de ancianos, entre los cuales uno es apartado y apoyado financieramente, para predicar y enseñar como su trabajo de tiempo completo. Pero ¿es eso lo que Pablo imaginaba? Parece significativo que se hable del «doble honor» en relación con los ancianos que gobiernan bien, aunque sea especialmente apropiado para los que predican. No habla entonces de «principalmente el que» enseña y predica, sino de «principalmente los que» predican y enseñan. Sus palabras sugieren que no todos los ancianos trabajan específicamente en la predicación y la enseñanza, pero también sugieren que varios ancianos podrían hacerlo. Es muy posible que haya una pluralidad de predicadores entre la pluralidad de ancianos.
Es saludable que el predicador pueda sentarse bajo el ministerio de la Palabra, siendo alimentado por otros
En iglesias más grandes con múltiples pastores remunerados eso es, por supuesto, lo que ocurre. Pero la mayoría de las iglesias son más pequeñas y tienen solo un pastor remunerado. De él se espera que predique la mayoría de las semanas, con algunas semanas de vacaciones y quizás algún cambio ocasional con otro ministro o predicador invitado para ayudar. Así que una sola persona se encarga de más del 80 % de la predicación.
Aunque ese modelo ha atendido bien las necesidades de muchas iglesias y ha sido sostenible para muchos predicadores, cabe preguntarse si es realmente el mejor. ¿Es el modelo más saludable para los predicadores y para las iglesias? ¿O la creencia en el principio de la pluralidad de ancianos debería ir acompañada de un compromiso con la pluralidad de predicadores?
Los múltiples beneficios de una pluralidad de predicadores
Me gustaría sugerir que una pluralidad de predicadores es el modelo más saludable para la mayoría de las iglesias. Aunque quizá no siempre sea alcanzable, es un objetivo saludable por varias razones:
- Ayuda a evitar el riesgo de que una iglesia dependa excesivamente de una sola persona. Una iglesia con una pluralidad de ancianos no busca un espectáculo de un solo hombre. Pero debido a la importancia del ministerio de la predicación en la vida de la iglesia, la atención se centra fácilmente en el anciano que predica.
- Escuchar la Palabra a través de más de una persona tiene sus ventajas. Cada predicador aporta sus propios puntos de vista, predica con su propio estilo y conecta de diferentes maneras con diferentes personas.
- Utiliza y desarrolla los dones de muchos. Es poco probable, incluso en una iglesia bastante pequeña, que el ministro sea la única persona con dones de enseñanza pública.
- Es saludable que el predicador pueda sentarse bajo el ministerio de la Palabra, siendo alimentado por otros, al menos ocasionalmente. Creemos que eso es importante para todos los demás en la iglesia y también lo es para el ministro.
- Cuando el ministro no tiene que preparar un nuevo sermón, puede dedicar tiempo adicional a cavar más profundo su pozo para el ministerio de la Palabra en curso, emprender la preparación anticipada de una próxima serie o invertir en otras áreas del ministerio.
- Los predicadores pueden compartir la carga unos con otros. Pueden ayudarse mutuamente a llevar sus cargas en los momentos de mayor tensión, cansancio o en las épocas más difíciles de la vida.
- Se puede formar un grupo de predicadores para atender a otras iglesias de tu ciudad o región que estén sin predicador.
- Compartir la carga de la predicación con otros miembros de la iglesia podría disminuir la singular atención pública que se presta solo al ministro, y podría reducir la sensación de presión y de estar solo en sus tareas.
- También he visto que esto resulta ser una bendición en los casos en que una iglesia se queda sin ministro durante un período de tiempo. La iglesia no se queda atascada de repente, sino que ya cuenta con un grupo de otros predicadores internos conocidos y amados, que pueden intervenir, al menos para complementar a los predicadores suplentes.
Es más saludable. Pero ¿es realizable? ¿Es posible que incluso una iglesia pequeña tenga varios predicadores?
Levantando una pluralidad de predicadores
Es probable que en una iglesia pequeña haya solo un pastor a tiempo completo. Pero si parte de su labor no es solo predicar, sino también equipar a otros para que prediquen (como una de las consecuencias de Efesios 4:11-12 y 2 Timoteo 2:2), entonces, con el tiempo, puede surgir un grupo de predicadores.
Para lograrlo, muchas iglesias, a veces trabajando juntas, establecen un grupo de predicación en el que unas pocas personas se reúnen para estudiar textos bíblicos y aprender a estructurar un mensaje, desarrollar aplicaciones sólidas y comunicarse en público. Pueden empezar preparando charlas breves y presentándolas, dándose retroalimentación y aprendiendo unos de otros mientras son asesorados por el pastor.2 Con el tiempo, algunos mostrarán capacidad para preparar un mensaje más largo y, finalmente, predicar en la iglesia.
Las personas que reciben este tipo de formación suelen crecer espiritualmente. Es probable que profundicen en su conocimiento bíblico y en su preocupación por la Iglesia y el evangelio, a la vez que se pondrán de rodillas en oración. Aumentará su comprensión de la predicación, de la Biblia, de la buena comunicación y de lo que implica alimentar al rebaño. Es posible que aumente la capacidad de los ancianos para dar su opinión sobre la predicación del ministro y también puede que aumente su empatía hacia él al descubrir de primera mano las exigencias de la predicación.
Hay que tener mucho cuidado a la hora de invitar a otras personas a predicar. Es una gran responsabilidad que tiene un gran impacto en el bienestar de la iglesia
Algunos quizá prediquen solo una o dos veces al año, mientras que otros pueden tener tiempo y capacidad para predicar más a menudo, quizá incluso para predicar una serie corta propia. En una iglesia muy pequeña, no es necesario ser un orador público asombroso para pararse frente a unas pocas personas y exponer un mensaje edificante de la Palabra de Dios. Cuando una iglesia es un poco más grande, se necesitan dones más desarrollados para hablar a un mayor número de personas, pero el grupo de personas del que se puede recurrir también es mayor.
Una vez que algunos hombres hayan comenzado a predicar en la iglesia, se puede animar a otros a considerar la posibilidad de aprender a predicar también. La predicación no se verá como el dominio de una sola persona, sino como uno de los dones que Dios puede dar a varias personas, para la edificación del cuerpo. A los que demuestren un don especial se les animará a que consideren la posibilidad de ir más allá, tal vez con una formación teológica formal para dedicarse a tiempo completo al trabajo de pastor o de obrero del evangelio. Una cosa es predicar un sermón de vez en cuando; otra cosa es predicar semana tras semana, año tras año. Para hacerlo bien es valioso recibir una formación teológica en profundidad. Pero puede ser la predicación ocasional la que conduzca al estudio teológico y a la predicación de por vida.
Por supuesto, hay que tener mucho cuidado a la hora de invitar a otras personas a predicar. Es una gran responsabilidad que tiene un gran impacto en el bienestar de la iglesia. Aquellos que son entrenados para este trabajo necesitan ser sanos en doctrina, aptos para enseñar y piadosos en su vida diaria. Pero estos son los requisitos para todos los ancianos, por lo que no es descabellado pensar que más ancianos, y tal vez algunos otros que aspiran a ser ancianos, puedan probar, desarrollar y ejercer regularmente sus dones para predicar.
Por lo tanto, parece bíblico, saludable y sabio que una iglesia desarrolle no solo una pluralidad de ancianos, sino una pluralidad de predicadores.