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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Objetivo: El corazón – El arte de aplicar la Palabra de Dios al corazón del oyente. Murray Capill. Publicaciones Andamio.

La verdadera vida del evangelio está siempre motivada por el corazón. El cristianismo no es una religión de mera práctica externa ni de ritual externo, sino una fe que gira en torno a una relación personal con Dios; una relación en la que nuestros pensamientos, nuestros motivos, nuestros deseos y nuestros actos están cada vez más dirigidos hacia Él y su gloria.

Sin embargo, el corazón está naturalmente en un estado de muerte espiritual (Efe. 2:1). No está calibrado para amar a Dios como debería, sino terriblemente corrompido e inclinado hacia el mal. La gran necesidad de cada hombre, mujer y niño es un nuevo corazón reprogramado por completo. Precisamos que la ley de Dios esté escrita en nuestros corazones, para que deseemos y seamos capacitados a la vez para obedecer a Dios con sinceridad (Ez. 36:27-27).

Esta no solo es nuestra gran necesidad, sino también la gran obra del evangelio. Por el poder del Espíritu Santo, y por medio de la obra de Jesucristo, Dios puede darnos un nuevo corazón que sea capaz de responderle con amor y fidelidad.

En el Antiguo Testamento aparecen no menos de ochocientas cincuenta y ocho veces las palabras hebreas para corazón (leb y lebáb) y ciento sesenta usos del equivalente (kardía) en el Nuevo Testamento. La inmensa mayoría de esos usos se refieren al núcleo central, el ser interior de la persona. De este uso extenso destacan algunos temas y énfasis dominantes. Al principio de la narrativa bíblica se nos dice que,

“Y el SEÑOR vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal”, Génesis 6:5.

Sin embargo, el pueblo del pacto de Dios fue llamado a establecer su corazón en Dios.

“Pero de allí buscarás al SEÑOR tu Dios, y lo hallarás si lo buscas con todo tu corazón y con toda tu alma… Amarás al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón”, Deuteronomio 4:29, 6:5-6.

Obviamente, cualquier predicador que quiera tener impacto querrá predicar al corazón. ¿Pero cómo se hace esto? ¿Qué facultará el acceso al corazón humano? ¿Cómo predicas para tocar, mover o despertar el corazón?

El evangelio llama a la respuesta de todo nuestro ser al Dios vivo, quien nos ha salvado de nuestra pecaminosa rebeldía. El cristianismo del corazón incluye lo que pensamos, sentimos, hacemos y deseamos.

La herramienta más útil para el predicador, que apunta al corazón, es considerar las diversas facultades de este. El corazón humano se entiende mejor como las facultades centrales de la mente, la conciencia, la voluntad y las pasiones. La mente se halla arriba, como punto de entrada al alma; las pasiones se encuentran en la parte inferior, como parte más profunda del alma. En medio están la conciencia y la voluntad, que son afectadas por la mente y las pasiones. Entender estas facultades y cómo funcionan juntas ayudará al predicador a apuntar al corazón.

El evangelio llama a la respuesta de todo nuestro ser al Dios vivo, quien nos ha salvado de nuestra pecaminosa rebeldía. El cristianismo del corazón incluye lo que pensamos, sentimos, hacemos y deseamos. No está centrado en un ritual externo, sino en una realidad interna, que produce fruto en nuestra vida.

Nuestros corazones están abiertos delante de Dios y Él lo ve todo: nuestros motivos, deseos, intenciones y acciones. Afortunadamente, Él es el Dios quien, por la obra de gracia de su Hijo y su Espíritu, cambia los corazones y nos da una mente renovada, una conciencia despierta, una voluntad transformada y pasiones y deseos piadosos.

En el corazón no regenerado, la mente está oscurecida, la conciencia está cauterizada, la voluntad es rebelde, y las pasiones son impías. En la regeneración, se nos da un nuevo corazón: la mente se esclarece, la conciencia se despierta, la voluntad se transforma y las pasiones se vuelven hacia Dios y la piedad. Es por todo esto que llegar al corazón importa en la predicación.


Imagen: Lightstock.
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