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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de Objetivo: El corazón – El arte de aplicar la Palabra de Dios al corazón del oyente. Murray Capill. Publicaciones Andamio.

Si tenemos que preparar sermones una semana tras otra, necesitaremos mantener lleno nuestro depósito de experiencias y pensamientos para ilustrar y aplicar lo que aprendemos en la Palabra de Dios. En mi opinión, existen cuatro formas principales en que podemos llenar el tanque.

Camina con el Señor

En primer lugar, se llena por nuestro propio caminar con Dios. Las obras más antiguas sobre la predicación siempre ponían un énfasis inmenso en el predicador como persona.

Por valioso que pueda ser un llamamiento inicial, no se podrá depender demasiado tiempo de ese recuerdo. Un ministerio de poder creciente tiene que ser de experiencia creciente. El alma debe estar en contacto con Dios y disfrutar de horas doradas de nueva revelación. La verdad debe llegarle al ministro como la satisfacción de sus propias necesidades y como la respuesta a sus propias perplejidades; y debe ser capaz de usar el lenguaje de la religión, no como el equivalente más próximo que pueda hallar para aquello por lo que estén pasando otros creyentes, sino como el equivalente exacto de aquello por lo que ha pasado él mismo.

Existen artes de estudio por los cuales se puede hacer accesible el contenido de la Biblia para edificación de los demás, pero esta es la mejor norma: estudia la Palabra de Dios con diligencia para tu propia edificación y, después, cuando se haya convertido para ti en más que tu alimento necesario y más dulce que la miel del panal, te será imposible hablarles de ella a los demás, sin que en tus palabras haya un resplandor que demuestre el deleite con el que te ha inspirado a ti.

Si nuestro caminar con Dios es ligero y superficial, lo más probable es que nuestro trato de los textos bíblicos también lo sea.

Si nuestro caminar con Dios es ligero y superficial, lo más probable es que nuestro trato de los textos bíblicos también lo sea. Es, sencillamente, la consecuencia natural que se aplica en cada esfera de la vida. Un íntimo caminar con Dios no solo conduce a conocerlo, sino a conocernos a nosotros mismos. Esta es una de las mayores ayudas a la aplicación en nuestros sermones.

Nuestro propio corazón se convierte en nuestro principal índice para buscar las cosas que otras personas necesitan tratar. Si predico a mis propios pecados, por lo general conecto con otras personas, porque “No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres” (1 Cor. 10:13). Si entiendo mi propio corazón, tengo un buen sentido de cómo funciona el corazón de otras personas. Si conozco las condiciones cambiantes de mi propia alma, tendré mayor visión de las condiciones del alma de otras personas. Conoceremos por experiencia, la forma en que funciona la tentación, el engaño del corazón, la dificultad de permanecer en el camino, el gozo de los pecados perdonados, la paz que viene de estar a bien con Dios, el gozo de ver a las personas salvas y un millar más de realidades espirituales.

Experimenta la vida con intensidad

El segundo medio de llenar el tanque es experimentar la vida intensamente. Afortunadamente, Dios no tiene un acercamiento utilitario a la vida. En el principio, colocó a Adán y Eva en un jardín, no en un desierto. Estaban rodeados de bellos árboles, ríos y animales. Necesitaban comer para sustentar sus cuerpos, pero no recibían tan solo unas píldoras que tomar cada día; se les daba frutos exóticos. Debían procrear, pero Dios convirtió la relación sexual en algo inmensamente placentero. Debían trabajar en el jardín, pero su trabajo era bueno y gratificante. A su tiempo, cuando la pareja se convirtió en una familia y, después, en un pueblo, formaron relaciones, fabricaron instrumentos de música y herramientas, y desarrollaron culturas.

Por supuesto, después de la caída, todas las áreas de la vida quedaron afectadas por el pecado, pero seguían llevando el sello del placer, de la belleza y del valor. Mucho después, Pablo pudo recalcarle a la multitud pagana de Listra que Dios “no dejó de dar testimonio de El mismo, haciendo bien y dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando sus corazones de sustento y de alegría” (He. 14:17). En la misma línea, el salmista había escrito:

“El hace brotar la hierba para el ganado,
Y las plantas para el servicio del hombre,
Para que él saque alimento de la tierra,
Y vino que alegra el corazón del hombre,
Para que haga brillar con aceite su rostro,
Y alimento que fortalece el corazón del hombre” (Sal. 104:14-15).

Cuando vivimos la vida a tope, lo hacemos con mayor coherencia con una visión que acepta el mundo y toda la vida como parte del dominio de Dios.

Nuestro propio disfrute de la vida puede aportar riqueza a nuestra predicación, de dos maneras. La forma menor es que nos permite hablar de aquellas cosas que cualquier otra persona de la congregación también experimenta.

Pero existe una segunda forma más relevante en que nuestro disfrute de la vida puede enriquecer nuestra predicación. Cuando vivimos la vida a tope, lo hacemos con mayor coherencia con una visión que acepta el mundo y toda la vida como parte del dominio de Dios. No estamos operando como monjes de clausura que piensan que es más santo estar en la iglesia que en el lugar de trabajo, más espiritual orar que jugar, más piadoso evitar el mundo que comprometerse con él. En su lugar, vivimos una cosmovisión que confiesa el reinado soberano de Dios sobre toda la vida, de manera que no haya división entre lo sagrado y lo secular. La totalidad de la vida es una ofrenda a Dios.

Aprende a observar la vida

La tercera forma de mantener el tanque lleno es aprender a ser atentos observadores de la vida. Cuando hablamos de la verdad espiritual en relación con la vida real, a las personas les suena lo que decimos. Podemos exponer las diversas formas en las que puede llegarnos la tentación, y las personas piensan: “Menos mal; no soy el único que lucha con esto”. Si hablamos de la ansiedad, del estrés y de la presión, o de la diversión, del amor y del éxito, las personas aprecian que vivamos en el mismo mundo que ellas y que podamos relacionar el mundo de la Biblia con ello.

La experiencia y la observación de la vida también nos capacitan para ofrecer un consejo maduro. Con frecuencia, los predicadores necesitan declarar cosas que no son mandamientos bíblicos absolutos ni normas invariables, ni requisitos. Tan solo son consejos de alguien que no es un novato. Las personas visitan a su médico con la esperanza de recibir un buen consejo sobre salud, dieta y estilo de vida; van a su abogado y esperan un buen consejo sobre asuntos legales, propiedades y testamentos; acuden a un mecánico con el fin de obtener buenos consejos sobre qué buscar a la hora de comprar un coche de segunda mano; y deberían ser capaces de ir a un predicador para recibir consejos maduros sobre la vida… sobre cómo vivir y morir bien.

Crece en conocimiento

La forma final en la que podemos llenar el tanque es por medio de nuestro conocimiento de la teología, de la iglesia y de la cultura. Los predicadores suelen ser lectores, por una buena razón. Estudian y aprenden de los demás.

Tras el estudio estructurado, los ministros de la Palabra de Dios deberían seguir un programa disciplinado de lectura y estudio. El tiempo requerido para leer ampliamente es considerable y, a menos que esté bien definido dentro del programa del pastor, es muy improbable que se produzca. Debemos estar lo bastante “desocupados” para hacerlo.


Imagen: Lightstock.
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