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El discipulado es un tema frecuente e importante dentro de la iglesia, aunque muchas veces lo hemos subestimado.

En el Antiguo Testamento, vemos algunas características propias del discipulado. Por ejemplo, enseñar a otros o transmitirles con diligencia la Palabra de Dios (Dt 31:22; 2 R 17:28; Neh 8:8). Aunque el discipulado no se limita a la enseñanza, lo anterior nos puede llevar a concluir que el discipulado y sus beneficios fueron parte del plan de Dios para Su pueblo escogido.

En el Nuevo Testamento, los evangelios hicieron un uso amplio y frecuente del término «discípulo» vinculado a nuestro Maestro Jesús (aparece 235 veces).

Una iglesia que discipula

Una iglesia que discipula

B&H Español. 208 páginas.

El libro La iglesia que discipula tiene respuestas claras para esta pregunta y nos habla sobre la responsabilidad que los creyentes tenemos de discipular de manera intencional. Como iglesia corremos el riesgo de cambiar el discipulado establecido en la Palabra por otro que nos podría alejar de sus propósitos originales.

B&H Español. 208 páginas.

Cuando leemos sobre la primera iglesia, vemos en ella a cristianos comprometidos con el mensaje que Jesús les comisionó, es decir, hacer discípulos (Mt 28:19; cp. Hch 2:42-47). En los primeros años de la expansión de la iglesia tenemos el claro ejemplo de Aquila y Priscila, quienes «explicaron [a Apolos] con mayor exactitud el camino de Dios» (Hch 18:24-29). En este ejemplo, vemos que discipular está íntimamente ligado a la enseñanza y también implica pasar tiempo de manera intencional con las personas a las que enseñamos. Pero ¿qué debemos enseñar con exactitud, cómo debemos hacerlo y a quiénes?

El libro La iglesia que discipula tiene respuestas claras para esta pregunta y nos habla sobre la responsabilidad que los creyentes tenemos de discipular de manera intencional. Como iglesia corremos el riesgo de cambiar el discipulado establecido en la Palabra por otro que nos podría alejar de sus propósitos originales.

Este recurso, escrito por autores como Giancarlo Montemayor, Sugel Michelén, Miguel Núñez, Wendy Bello, Joselo Mercado y otros, nos enseña que el discipulado tiene varias facetas y que los creyentes somos responsables en cada una de ellas. Además, nos reta a asumir nuestra responsabilidad dentro del discipulado y dedicarnos a esta tarea ordenada por el Señor (Mt 28:19-20).

Aunque esta obra es breve, no es superficial. A través de sus nueve capítulos, su autores explican el discipulado en dos áreas fundamentales: ministerial y familiar.

El discipulado en el área ministerial

En primer lugar, al hablar sobre el área ministerial, el libro nos enseña cómo el discipulado es clave en la predicación del evangelio y se convierte en un compromiso en todo cristiano que ha comprendido la obra de Cristo en su vida. En segundo lugar, relaciona el discipulado con el crecimiento y la madurez del carácter del cristiano, tanto de los pastores y el liderazgo como de todo creyente.

Los autores hablan sobre los beneficios de servir a la iglesia local por medio de los siguientes temas:

Capítulo 1: El discipulado y la iglesia local. Por Sugel Michelén (p. 7).
Capítulo 2: El discipulado y el pastorado. Por Miguel Núñez (p. 23).
Capítulo 3: El discipulado y el liderazgo. Por Juán Sánchez (p. 35).
Capítulo 4: El discipulado y la predicación. Por Sugel Michelén (p. 43).
Capítulo 5: El discipulado y la disciplina. Por Giancarlo Montemayor (p. 53).
Capítulo 6: El discipulado y la consejería. Por Miguel Núñez (p. 69).
Capítulo 9: El discipulado en el ministerio de las mujeres. Por Wendy Bello (p. 101).

El ministerio de discipulado que se desarrolla en estas áreas busca «contribuir al crecimiento espiritual o emocional de los creyentes» (p. 69). Los autores también analizan cómo hacer uso de otros recursos ministeriales como la disciplina, la cual busca restaurar al cristiano después de que incurre en un pecado. La predicación de la Palabra también contribuye al discipulado porque a través de ella veremos «gente realmente convertida que da fruto para la gloria de Dios» (p. 52).

El discipulado en el área familiar

En el área de la familia, los autores son claros al afirmar que «nuestro llamado en el matrimonio es a edificarnos mientras señalamos a nuestro cónyuge hacia Cristo» (p. 82) y que «nuestro propósito es tener hijos que pongan su confianza en Dios a través de Cristo» (p. 99).

No cabe duda de que el discipulado en la familia es fundamental para enseñar cómo es un verdadero cristiano. ¿Cómo aborda el libro esta verdad? Por medio de los siguientes capítulos:

Capítulo 7: El discipulado y el matrimonio. Por Joselo Mercado (p. 79).
Capítulo 8: El discipulado y la crianza de los hijos. Por Juan Sánchez (p. 87).

Cuando cumplimos nuestro ministerio de discipulado en el hogar, la santificación va progresando en la vida de todos los miembros de la familia. Una familia con un discipulado permanente estará preparada para responder de manera adecuada ante los desafíos que tenga que afrontar y podrá agradar a Dios incluso en los momentos difíciles. Si como familias nos sometemos al Señor, podremos reflejar Su santidad en todas las áreas de nuestra vida.

Muchas de las situaciones difíciles que vivimos en la iglesia son fruto de la falta de discipulado en los hogares. La ausencia de discipulado en el hogar hace que el liderazgo de la iglesia asuma roles que no le corresponden. El discipulado en la iglesia es un refuerzo al trabajo realizado en el hogar. Como familias cristianas necesitamos asumir nuestra responsabilidad. La iglesia que discipula nos ayuda a comprender cómo podemos desarrollar de manera bíblica esta tarea vital.

Conclusión

El discipulado es un tema pertinente. No debemos pensar que el discipulado es responsabilidad exclusiva del liderazgo de una iglesia y que se circunscribe a esta.

La iglesia que discipula nos ayuda a entender nuestra responsabilidad en las distintas esferas de esta noble tarea. Este es un libro breve, pero necesario en estos tiempos de indiferencia de la iglesia ante nuestra responsabilidad de discipular.

¿Queremos una iglesia transformada? Entonces discipulemos desde la familia al asumir el llamado que Dios tiene para nosotros y luego participemos dentro del cuerpo de Cristo para animar y ayudar a madurar a otros. No lo olvides, esto fue algo de lo que tenemos evidencia desde el Antiguo Testamento y que, según el testimonio del Nuevo, busca dar gloria a Dios.

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