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A. W. Tozer era un pastor cristiano que nació en Pensilvania, Estados Unidos (1897-1963). Años después de su conversión y sin tener estudios teológicos formales, aceptó el cargo de pastor en la Alianza Cristiana y Misionera. Un aspecto importante de su ministerio fue señalar ciertas conductas de la iglesia de su tiempo, ya que las consideraba como parte de la decadencia del cristianismo.

En su libro Adoración: La razón por la que fuimos creados (Editorial Portavoz, 2022), Tozer desarrolla este tema de una forma breve, profunda y fácil de leer. Este recurso nos enseña que nuestro fin supremo es la verdadera adoración a Dios por medio de nuestras vidas.

Te comparto veinte frases destacadas de este libro:


Nos falta presentarnos como una ofrenda genuina y sagrada, y ofrecer nuestra adoración al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (p. 9).

Dios está tratando de llamarnos a volver a la esencia para la cual nos creó: ¡adorarlo y deleitarnos en Él para siempre! (p. 12).

La iglesia local existe para llevar a cabo, de manera colectiva, lo que cada creyente debería hacer individualmente, lo cual consiste en adorar a Dios (p. 22).

Ninguna iglesia que ha descubierto el deleite y la satisfacción de la adoración que brota naturalmente del amor y la obediencia a Dios puede perecer jamás (p. 31).

La verdadera adoración a Dios debe ser una actitud constante y permanente, o un estado de mente en el interior del creyente (p. 46).

La verdadera adoración es estar enamorado de Dios de manera tan personal y absoluta que es inconcebible la idea de transferir ese afecto (p. 55).

Quiero dejar muy claro que no podemos adorarlo como nos place. Aquel que nos hizo para adorarlo también ha decretado cómo adorarlo (p. 58).

Y si hay algo que necesitamos en la iglesia de Cristo, es volver al Dios de nuestros padres, no al dios de nuestra imaginación que llevamos de aquí para allá, sino el gran Dios Todopoderoso (p. 74).

Hoy en día no es cuestión de si tenemos o no la pureza de Isaías, sino de si somos conscientes, al igual que él, de nuestra condición (p. 78).

Sin una dependencia absoluta del Espíritu Santo para adorar a Dios estamos destinados a fracasar (p. 89).

La adoración siempre debe nacer de una actitud interna. Expresa una serie de aspectos que incluyen el mental, espiritual y emocional (p. 93).

La verdadera adoración es, entre muchas otras cosas, un sentimiento acerca del Señor nuestro Dios. Está en nuestros corazones. Y debemos estar dispuestos a expresarlo como conviene (p. 94).

Adorar a Dios significa que lo amamos con todas las fuerzas de nuestro ser. Lo amamos con temor y admiración, con anhelo y asombro (p. 98).

Adoración no es solo cantar sino hacer y vivir, caminar y trabajar, andar y servir (p. 107).

Tú no adoras a Dios como deberías si tienes tu vida dividida en compartimentos de tal modo que algunas áreas adoran y otras no (p. 116).

No existe una adoración completamente agradable a Dios si hay en mí algo que desagrada a Dios (p. 119).

La totalidad de nuestra vida, de nuestra actitud como personas, debe dirigirse a la adoración de Dios (p. 119).

Yo no puedo ofrecer adoración que agrade a Dios completamente cuando sé que albergo en mi vida cosas que le desagradan (p. 120). 

Nuestra adoración debe ser total. Debe involucrar la totalidad de tu ser. Por eso debes prepararte para adorar a Dios, y esa preparación no siempre es placentera. Puede exigir cambios revolucionarios en tu vida (p. 121).

¿Quieres adorar de verdad a Dios? Él te dice: «Quiero vivir en tus pensamientos. Que tus pensamientos sean un santuario en el que puedo morar» (p. 122).

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