Hay días que me despierto sin ánimo, trabajo sin ánimo y me acuesto sin ánimo. En los que siento que Dios está presente, pero lejano; en los que sé que la Biblia es verdad, pero no quiero leerla y los sentimientos me dicen que soy mediocre para orar. Aún escribiendo este artículo sobre la apatía, reconozco que todavía lucho contra la procrastinación.
Al confesar esto quiero que veas que la apatía en la rutina no es un pecado ajeno a la vida de muchos cristianos. De hecho, encontramos sus sutiles cadenas que nos alejan del gozo de la santificación en la mayoría de nuestros días. Sin embargo, la lucha contra el pecado de la apatía también es una oportunidad para desempolvar los engranajes de nuestra mente, tomar las riendas de nuestro desinterés y atarlo firmemente a las verdades de Dios, las cuales nos mantienen en una perspectiva correcta de nuestra relación con Él, de la condición de este mundo y de nuestro propio corazón. Aquí te comparto cinco de estas verdades:
1. No estamos solos
«Estoy solo en mi desinterés e indiferencia» es una de las mentiras que ponemos como excusa para evitar lidiar con nuestro pecado. Pero la verdad es que los cristianos ¡nunca estamos solos! En días donde la apatía ataca, recuerdo que la tercera persona de la Trinidad, Dios mismo, ha hecho de mi cuerpo Su morada permanente (1 Co 6:19). Esto quiere decir que no viene a Su templo por temporadas, cuando las cosas son armoniosas o cuando todo está hecho pedazos, y se va cuando las cosas se ponen aburridas, confusas o monótonas. Su presencia siempre está en nosotros.
Cuando la apatía ataca y nuestros sentimientos nos abruman, Cristo nos espera con brazos abiertos llenos de gracia
No tenemos al Espíritu como una fuerza para realizar solo cosas «espirituales», sino como el Consolador activo (Jn 14:16) que nos guía a toda verdad (Jn 16:13-15). Él es quien avivará nuestro deseo para hacer todas las cosas que conciernen a la vida y a la piedad, como acercarnos a Él mediante las disciplinas espirituales (Fil 2:13).
Cuando no queremos leer la Biblia, el Espíritu Santo nos trae convicción y sed por la verdad. Cuando somos apáticos a la oración, Él nos guía a situaciones donde somos empujados a aplicar versículos de nuestra memoria. Incluso en la rutina, el Espíritu Santo agencia espacios que nos recuerdan la presencia divina. En cosas mínimas como en cosas grandes, Dios no nos ha dejado solos en la apatía (Ro 8:26).
2. Somos amados
«¿Cómo me va a amar si lo he quitado de mi prioridad?». La apatía nos seduce con la mentira de que no somos lo suficientemente buenos, perseverantes o diligentes para ser amados, pero la verdad es que Cristo no nos ama por lo que hacemos o dejamos de hacer, sino por quién es Él.
Las Escrituras muestran que Cristo ama al pecador y tiene Sus brazos abiertos, dispuesto a perdonar a Su pueblo arrepentido. Su amor no es como un bien perecedero que caduca con el tiempo. De hecho, la inmutabilidad de Su carácter nos llama a confiar en que el amor que nos mostró en nuestra salvación es el mismo cada día. Es Él quien nos busca cuando nos alejamos (1 Jn 4:10). En Isaías y Oseas vemos como, con dulzura, Dios presenta Su amor a Su pueblo infiel:
¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho,
Sin compadecerse del hijo de sus entrañas?
Aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré (Is 49:15).
¿Cómo podré abandonarte, Efraín?
¿Cómo podré entregarte, Israel?
¿Cómo podré Yo hacerte como a Adma?
¿Cómo podré tratarte como a Zeboim?
Mi corazón se conmueve dentro de Mí,
Se enciende toda Mi compasión (Os 11:8).
Cuando la apatía ataca y nuestros sentimientos nos abruman, Cristo nos espera con brazos abiertos llenos de gracia.
3. Dios sabe que somos débiles
Si en medio de la apatía estás cansado y dices: «¡Soy débil, no puedo hacer esto, no puedo volver a Él!». Solo recuerda: Cristo es tu Salvador y tu debilidad no le sorprende. De hecho Él conoce todas tus debilidades y ha preparado toda circunstancia para que te des cuenta de tu condición de necesidad. Lo bueno es que, en la debilidad, la primera provisión es Él mismo. Si en medio de la apatía estás cansado y triste, solo recuerda: Cristo es tu Salvador. Cristo es tu buen Pastor (Jn 10:11), el Arquitecto y Constructor de la ciudad que esperamos (cp. He 3:1-6, 11:9-10). Si no vemos nuestra debilidad, entonces no sentimos la necesidad de ir a Él. Nuestro Guardador nos ama y se hizo débil para compadecerse de nosotros cuando somos indiferentes. Él nos sostendrá cuando no tengamos fuerzas para continuar.
Así que, si en medio de la apatía decidimos tomar nuestra Biblia y leer unos cuantos versículos, puedes estar seguro de que es Jesús trabajando en tu corazón (Fil 2:12-13). Él, como buen Carpintero, inicia, continúa y terminará la obra en nosotros (Fil 1:6). En nuestra debilidad, Su presencia poderosa nos sostiene y nos sigue transformando (2 Co 12:9).
4. Las Escrituras y no los sentimientos definen la verdad
¿Dónde encontramos la certeza de que no estamos solos, de que somos amados y de que Dios nos ayuda en nuestras debilidades? En la Biblia.
El Dios de todos los hombres ha provisto a Su pueblo la espada de la Palabra para destruir su tibieza y despertarlo de su indolencia
Cuando un pueblo necesita agua en medio de la sequía no va al pequeño riachuelo de la colina, sino al río que sale directamente de la montaña. Para luchar contra la apatía, antes de acudir a prédicas, publicaciones y artículos de Internet o consejos de otras personas —que son buenos riachuelos—, procuremos correr a Dios mediante la lectura y meditación personal de Su Palabra. Aunque sean unos cuantos minutos o unos cuantos versículos, en Cristo poco a poco saldremos de la apatía.
El Dios de todos los hombres ha provisto a Su pueblo la espada de la Palabra para destruir su tibieza y despertarlo de su indolencia. No acumulemos solo sentimientos efímeros sobre ideas vagas que tenemos de la Biblia, sino que anclemos nuestro corazón y nuestra memoria en pasajes específicos. Decir «Dios es bueno y no se olvida de mí» es diferente a «En Mateo 10:30 dice que hasta los cabellos de nuestra cabeza están todos contados y que no se olvida de nosotros, así como no se olvida de los pajaritos».
5. Dios nos invita a ser fieles y perseverar un día a la vez
La victoria contra la apatía se consigue con pequeñas decisiones que hacemos cada día en perseverancia, disciplina y fe (1 Ti 4:-7-8). Aunque los mensajes de Whatsapp, las notificaciones de las redes sociales, nuestra serie favorita, las salidas con amigos o los compromisos de la iglesia se vean urgentes en comparación con nuestra perseverancia en nuestras disciplinas espirituales, la realidad es que no lo son. Aún cosas importantes, como la comida o el trabajo, no deben volvernos ansiosos o preocupados (Mt 6:31-32). Nada es más importante que escuchar la guía de Dios en Su Palabra.
La fidelidad en la vida cristiana es una carrera que se logra con lealtad en los pequeños pasos y por las decisiones que tomamos cada uno de los días en esta tierra.
Si te has dado cuenta de que posees apatía, este es el momento en el que te invito a terminar de leer el artículo, cerrar tus ojos y levantar una oración en arrepentimiento a Aquel que cargó todas las toneladas de vergüenza y culpa en la cruz para dejar libre el camino a Su gracia.
No tenemos nada que perder, pero tenemos todo por ganar. No es tarde para ser fiel y perseverar, ir a las Escrituras, reconocer nuestra debilidad, ver el amor del Redentor en Su cruel martirio y victoria sobre la muerte y encontrarnos conmovidos por la fuerte y consoladora presencia del Espíritu Santo. Seamos fieles y perseverantes un día a la vez.